Psicología y Feminismo: Crítica, Epistemología y Transformaciones en la Disciplina

Psicología y Feminismo: Una Relación Compleja

Este documento explora las relaciones entre la Psicología, como disciplina académica y cuerpo de conocimiento científico, y el Feminismo, como teoría crítica y movimiento social que lucha por la igualdad de derechos entre hombres y mujeres. Se abordan los desplazamientos de las críticas feministas a la ciencia descritos por Sandra Harding (1996):

  1. Del análisis de la situación de las mujeres en la psicología (como sujetos y objetos de conocimiento).
  2. A la cuestión de la psicología en el feminismo (cómo los conocimientos psicológicos han contribuido a la opresión o liberación de las mujeres y a fines políticos feministas).
  3. Finalmente, a la cuestión del feminismo en la psicología (cómo los discursos y prácticas feministas han contribuido a una “mejor” psicología, más objetiva y justa socialmente).

La Situación de las Mujeres en la Psicología como Sujetos de Conocimiento

Estudios Históricos y Pedagógicos

El pensamiento científico moderno se ha construido sobre metáforas de “mentes” y “razones” masculinas que conocían “naturalezas” femeninas, reforzando un pensamiento dicotómico que presentaba a la mujer científica como una contradicción (Rossiter, 1992). El feminismo ha respondido con:

  • Estudios pedagógicos sobre cómo enseñar una ciencia no sexista.
  • Estudios historiográficos que recuperan a mujeres científicas y tradiciones “femeninas” olvidadas.
  • Narraciones de experiencias de opresión y resistencia marcadas por la diferencia sexual.

El trabajo de Elizabeth Scarborough y Laurel Furumoto (1987) sobre la historia de las primeras generaciones de mujeres psicólogas en EE. UU. es revelador. A pesar de las barreras, dos mujeres presidieron la Asociación Americana de Psicología (APA): Mary Calkins (1905) y Margaret Washburn (1921), algo que no se repetiría hasta los años 70.

La intersección entre género y conocimiento se evidenció con una segregación sexual “horizontal”: una psicología pura académica, masculinizada y legitimada, y una psicología aplicada, feminizada y desprestigiada. Tras la I Guerra Mundial, la aplicación masiva de tests mentales, antes feminizada, colocó a la psicología en el mapa de las ciencias.

Se han recuperado tradiciones perdidas:

  • Trabajos empíricos de pioneras desmontando mitos sobre la inferioridad de las mujeres.
  • Aportaciones transdisciplinares desde la intersección de ámbitos de reforma y la universidad (mujeres de la Escuela de Chicago).
  • Trabajos psicosociales de Mary Calkins (psicología del self) y Mary Parker Follett (grupos, poder y conflicto).

Es crucial una mayor igualdad en referentes históricos, recuperando a psicólogas más allá de EE. UU. Por ejemplo, los trabajos de Carmen García Colmenares sobre las pioneras españolas, en un contexto de menor institucionalización de la Psicología y marcado por la guerra civil y el exilio.

En una carrera con mayoría de alumnas, faltan nombres de mujeres en los manuales de historia, y el modelo de profesional sigue siendo masculino.

Estudios Estadísticos, Bibliométricos y Psicosociales

Se han descrito barreras y exclusiones para reclamar transformaciones. Margaret Rossiter estudió la situación de las académicas estadounidenses tras la II Guerra Mundial, incluyendo reglas antinepotistas que impedían a psicólogas casadas trabajar en las mismas universidades que sus maridos. Jane Loevinger demandó “una ética profesional para las mujeres psicólogas”, denunciando su uso como trabajadoras de segunda clase. En 1951, Mildred Mitchell denunció el desigual estatus y la baja representación de mujeres en altos cargos de la APA.

A partir de la “segunda ola del feminismo” en los 70, la cuestión de las mujeres como productoras de conocimiento cobró relevancia. Artículos como el de Alice Rossi (1965) “Women in science: Why so few?” y el de Naomi Weisstein (1977/1997) “„How can a little girl like you teach a great big class of men?‟ the chairman said, and other adventures of a woman in science” denunciaron actitudes y prácticas sexistas.

Se impulsaron “grupos de concienciación” de mujeres académicas que promovieron cambios legales. Revistas como *Science* publicaron estudios sobre prejuicios y discriminaciones sexuales. Destaca “The psychology of tokenism: An analysis” (Judith Laws, 1975), que analizaba el “síndrome de la abeja reina”: mujeres excepcionales que creen que el sexo es irrelevante en interacciones profesionales “meritocráticas”. Faye Crosby (1984) analizó la “negación de la discriminación personal” en personas de grupos oprimidos que se perciben como excepciones.

También son importantes los análisis del “efecto Matilda”: el olvido de mujeres científicas célebres, los sesgos en directorios científicos y el desigual reconocimiento en coautorías con maridos. Se mencionan el “efecto [Bluma] Zeigarnik” (atribución de autoría masculina por defecto) y el “efecto Sherif & Sherif” o “efecto Carolyn” (olvido del componente femenino en coautorías de matrimonios académicos).

En el curso 2003/04, las mujeres eran el 32% del profesorado universitario (un porcentaje decreciente). Casi 9 de cada 10 catedráticos eran varones (87%). Las decanas eran el 16% y las rectoras el 6,5%. Persisten el “techo de cristal” y las “redes informales de chicos”.

En Psicología, se aprecia la inversión de porcentajes por sexo al ascender en el escalafón y diferencias según la “carga de género” del área. Son importantes los estudios sobre prejuicios y estereotipos sexuales en la selección y evaluación. Concha Fernández Villanueva identificó porcentajes diferenciales por sexo de publicaciones en revistas como la *American Psychologist* y la *Revista de Psicología General y Aplicada*. *Psicothema* ha realizado un estudio bibliométrico similar (1989-2008), mostrando un aumento de autoras (del 35,71% al 48,48%), pero persisten desequilibrios en productividad y orden de firmas. Es necesario describir la segregación sexual de ciertas áreas y criticar la desvalorización de las feminizadas.

La Construcción de la Mujer y lo Femenino como Objetos de Conocimiento Psicológico

La crítica feminista ha abordado la construcción psicológica de la “mujer” y “lo femenino”, incluyendo la construcción de las diferencias sexuales, la normalidad sexual y la identidad sexual o de género. Se han criticado teorías misóginas y sexistas, con esencialismos biologicistas y de otros tipos. Se han descrito sesgos de género en el proceso de investigación y el androcentrismo de la psicología, que olvida experiencias de mujeres o las muestra como “deficiencias”.

Ellen Herman (1995) analizó el “curioso cortejo” de la psicología y el feminismo en los 70. Las feministas recelaban de la psicología, que culpaba a las madres de “neurosis de soldados” y desastres sociales. Kate Millett (1969/1995) usó el concepto de identidad para enfatizar la dimensión social de la experiencia subjetiva y los procesos de socialización de género. Betty Friedan (1963/1974) habló del “problema que no tiene nombre” en mujeres blancas de clase media, producto del sacrificio de su autorrealización. Psicólogas sociales feministas estudiaron estereotipos y prejuicios de género, analizando el poder y el contexto social.

Naomi Weisstein (“Kinder, küche, kirche as scientific law: Psychology constructs the female”) afirmó que la psicología no sabe cómo son las mujeres, por su obsesión por los rasgos internos y su descuido del contexto. Carolyn Sherif (“What every intelligent person should know about Psychology and Women”, 1979; “Ethnocentrism, Androcentism, and Sexist Bias in Psychology”, 1979/1987) presentó un “curso sobre cómo perpetuar un mito social” sobre diferencias sexuales. Rhoda Unger (“Toward a redefinition of sex and gender”, 1979) introdujo el concepto de género. Suzanne Kessler y Wendy McKenna (*Gender: An ethnomethodological approach*, 1978) rechazaron el dualismo sexo-género, cuestionando la “naturalidad” de dos únicos sexos. Explicaron cómo “se hace el género” en interacciones cotidianas y atribuciones externas.

El feminismo, en alianza con la antipsiquiatría, denunció la patologización de problemas sociales producto de la dominación masculina y heterosexual. Sin embargo, la psicología feminista ha reproducido la exclusión de otras diferencias, siendo predominantemente una psicología de y para mujeres blancas, anglosajonas, heterosexuales y de clase media-alta.

Se han elaborado trabajos advirtiendo sobre las consecuencias de estas exclusiones y proponiendo una mayor inclusividad y revisión de contenidos. Se han denunciado “sesgos de género” en el proceso de investigación:

  1. Modelos teóricos o lenguajes sesgados.
  2. Sesgos en la formulación de preguntas.
  3. Sesgos en la selección de muestras.
  4. Sesgos derivados de los efectos del experimentador.
  5. Sesgos en las interpretaciones o publicación exclusiva de resultados significativos.

Rachel Hare-Mustin y Jeanne Marecek (1994) distinguieron entre “sesgos alfa” (exageración de diferencias) y “sesgos beta” (minimización de diferencias). Desde una psicología feminista socioconstruccionista, se propone estudiar cómo construimos varones y mujeres como dos sexos naturales y diferentes.

Articulaciones Psicología y Feminismo: Hacia una Psicología Feminista

El feminismo ha criticado las desigualdades de género en la comunidad psicológica y el sexismo y androcentrismo en los contenidos. Desde el empirismo feminista, se han elaborado guías para corregir sesgos de género.

Se ha destacado la relevancia epistémica de la posición social del sujeto de conocimiento y la estructura social de la comunidad científica. Se proponen formas alternativas de conocimiento que potencien una objetividad dinámica relacional.

Harding (1996) defiende el privilegio epistémico de posiciones marginalizadas, que cuestionan lo no cuestionado de la ciencia. Helen Longino (2002) defiende una “gestión objetiva de la diversidad” (“democracia cognitiva”) que incluya la máxima pluralidad de perspectivas.

La marginalidad de publicaciones sobre mujeres se torna ilegitimidad si se usan métodos o teorías feministas no ortodoxos. La psicología feminista empirista es devaluada por la teoría feminista (por su devoción por los datos) y por la psicología (por su conexión con la ideología feminista). Se han abordado ámbitos como la violencia, la educación, la salud, el trabajo, la inmigración, el envejecimiento o la sexualidad. Los estudios de género y feministas sobre salud mental han incorporado el psicoanálisis. Varios manuales de psicología social incluyen el “construccionismo feminista o la psicología social crítica feminista”.