Positivismo y evolucionismo
ARGENTINA
Argentina es un país muy peculiar en cuanto a sus planteamientos ideológicos. En el plano político el terreno está abonado, porque la larga etapa de gobierno de Rosas estimula el desarrollo de un pensamiento que se esfuerza por denunciar las irregularidades del fenómeno del caudillismo. Consideran que el caudillismo es una idea de España, rechazándolo. Con el agotamiento del romanticismo y el liberalismo el positivismo surge poco a poco en la realidad argentina.
A la caída del régimen de Rosas estos intelectuales vuelven al país, defendiendo ideas positivistas y de independencia cultural. Se funda la llamada Escuela Normal de Paraná en 1970 a iniciativa de Sarmiento. El gran animador de esta escuela es Alfredo Ferreira, que intenta desvincularse un poco de las ideas de Comte en su esfuerzo de adaptarlas a las circunstancias concretas de Argentina. Un gran impulsor del positivismo es Florentino Ameghino.
Afirma que la especie humana es autónoma en el continente americano, rechazando las teorías sobre la llegada de seres humanos a América. Cree que el universo está compuesto por un infinito tangible -la materia- y tres infinitos inmateriales: el espacio, el tiempo y el movimiento. Estas ideas implican una cosmología de tipo evolucionista, entre las leyes naturales y las humanas, entre los planteamientos biológicos y el método psicológico. Para Ameghino y sus seguidores la existencia de un ser superior es incompatible con la realidad del espacio y la materia, en teoría eternos. Estos planteamientos suponen el paso del positivismo agnóstico al cientifismo metafísico. El positivismo irrumpe en Argentina hacia los ochenta como una reacción frente al liberalismo de la etapa anterior y el resurgimiento de los principios católicos. Hay diversas personalidades destacadas dentro del positivismo argentino, como Eduardo Holberger, que hace una vulgarización de las doctrinas evolucionistas. Otro intelectual destacado es José María Ramos Mejía, que pretende a través del estudio de las leyes de la física y la química intentar crear pautas para hablar de la formación de los grupos sociales, en particular de las muchedumbres. Otro personaje destacado es Carlos Octavio Bunge, que intenta integrar la psicología y la biología de corte evolucionista. Otro personaje de esta época es Senet, que considera que los hechos sociales son en última instancia fenómenos biológicos, y que por consiguiente la evolución no depende tanto de una adaptación ante el medio como de la selección natural. La figura que cierra el ciclo del positivismo argentino es Ignacio Ingenieros, cuya filosofia constituye una modalidad particular dentro del positivismo. Ingenieros piensa que todos los fenómenos sociales están envueltos en un marco biológico, y es el exponente más genuino de una filosofía fundada en la ciencia. Trata de hacer una síntesis entre darwinismo y socialismo.
ANTILLAS
En las Grandes Antillas el positivismo reviste características diferentes. Todavía son territorios bajo soberanía española, lo que provoca que se altere el orden de prioridades en los objetivos del positivismo en estos territorios. Los pensadores consideran que tienen que conseguir una emancipación mental, y a partir de ésta luchar por la independencia política. Las autoridades españolas no se oponen al positivismo,
pero temen que sirva para fortalecer las ideas independentistas. La independencia americana sirve en las islas para ver qué situaciones conviene vivir y cuáles hay que evitar. En Cuba el planteamiento en torno a la independencia provoca la división. Por un lado están los autonomistas y por otro lado los independentistas. Los autonomistas forman el Partido Liberal y los independentistas el Partido Revolucionario. Entre los
autonomistas destacan Agustín Caballero y Félix Varela.
La dirección del Partido Autonomista es asumida por Rafael Montoro.
Éste piensa que no es conveniente precipitar la independencia de Cuba por el peligro de caer en manos de los Estados Unidos. Dentro de los revolucionarios los pensadores más destacados son José Martí y Enrique Varona.
El positivismo sirve a los revolucionarios como instrumento para lograr
la emancipación.
José de la Luz ha defendido la necesidad de un empirismo crítico. Es partidario de un positivismo discreto, sin extremismos. Influye a Varona. Varona supera el ideario de Comte. Teme que la difusión de las ideas de Comte contribuya a fortalecer el espíritu pacífico entre los cubanos, y lo que quiere es remover las conciencias de la gente. En su obra En voz alta se opone a cualquier sistema que conlleve el sometimiento del individuo. Justifica teóricamente su ruptura radical de España a través de las ideas del evolucionismo de Spencer. Rechaza de Comte la religión de la humanidad. De Spencer rechaza la idea optimista del progreso humano. Es determinista, agnóstico e inclinado a
las ciencias. En cuanto a Puerto Rico, el gran ideólogo de la implantación del positivismo es Eugenio María de Hostos, que halla su inspiración dentro de la línea de Spencer, lo que le permite luchar desde su magisterio contra los que apoyan la unión con Estados Unidos.