Objeto de Estudio de la Psicología Social: Perspectivas y Consideraciones

Consideraciones sobre el Objeto de Estudio de la Psicología Social

Germán Gómez Pérez
FES Zaragoza-UNAM 2017

La psicología «social», rama del conocimiento sobre la existencia humana, ha construido una enorme constelación de conceptos a lo largo de más de un siglo: alma colectiva, percepción social, campo vital, actitudes, procesos grupales, cognición, categorización, estereotipos, prejuicio o influencia, entre muchos otros. En textos de las décadas recientes aparecen o reaparecen algunos más como persuasión, facilitación, disonancia cognoscitiva, acción razonada, atribución, atracción, lenguaje no verbal, inferencia, deseabilidad social, script o representaciones.

Puede decirse que este ramal de la psicología ha sido el más prolijo para auspiciar o engendrar tanto conceptos como nuevos campos de acción psicológica; por ejemplo, la ya añeja psicología del trabajo, la llamada “psicología política” o, más recientemente, la psicología forense.

La psicología social ha construido una enorme constelación de conceptos a lo largo de más de un siglo como campo del conocimiento de la existencia humana: alma colectiva, percepción social, campo vital, actitudes, procesos grupales, cognición, categorización, estereotipos, prejuicio o influencia. Pero en las décadas recientes aparecen en la literatura especializada otros como persuasión, facilitación, disonancia cognoscitiva, acción razonada, locus de control, atribución, atracción, lenguaje no verbal, inferencia, deseabilidad social, script o representaciones.

Este ramal de la psicología ha sido el más prolijo tanto para germinar conceptos novedosos, como para vincularse con ramales como la ya ancestral psicología del trabajo, la llamada “psicología política” o más recientemente la psicología forense.

Sin embargo, la delimitación y precisión conceptual ante las demás especializaciones psicológicas adolecen de imprecisiones que, conforme sus fronteras se expandan, harán más obligado resolver y remontar.

Y es que, como es notorio, la psicología toda, con sus apenas poco menos de ciento cuarenta años como espacio diferenciado del saber, adolece de una estructura conceptual imprecisa y patrimonialmente propia, habiendo importado de maneras automáticas, inerciales y acríticas, mucho del lenguaje y enfoques desde la medicina y algunas ciencias sociales.

Uno de los conceptos clave, por cierto no exclusivo ni de la psicología social ni de la psicología en general, sino del conjunto de las ciencias humanas, es el significado riguroso del concepto “lo social”. Veamos.

Por supuesto no provoca ningún espasmo recordar el decir ordinario, el de uso más extendido: “el hombre es social por naturaleza”.

Sin embargo, las cosas no son tan simples ya que el concepto ”lo social” carga una inquietante polisemia que asombrosamente casi no despierta ni curiosidad, ni al menos intentos por precisarle.

Un primer punto de atrevimiento proposicional consiste en acentuar que las especies de organicidad colectiva son societales; pero no necesariamente sociales. Desde este sencillo atrevimiento claro que es admisible que existen aspectos semejantes entre la societalidad animal y la humana; pero es artificioso decir que son semejantes por ser especies sociales.

Haciendo a un lado por ahora la inconcebiblemente enorme polisemia de dicho concepto, cabe una simple precisión: del análisis de la sociedad no se sigue la caracterización conceptual de lo social. Lo que sí se acredita es aludir a lo societal.

Esto sugiere un corolario: existen grupos no sociales, por tanto no todo grupo es social.

Reiteremos por tanto que el multimencionado decir: «los seres humanos somos sociales por excelencia» aloja el equívoco. Y con ello, al denominarnos «sociales” con descuido e inocente frecuencia estamos diciendo, simple e irreflexivamente, que somos colectivos.

Ello proviene del peso apabullante, de más de un siglo, de predominio conceptual neopositivista. Veamos algunos argumentos. Pero puede afirmarse que, desde la perspectiva en estas páginas, la psicología social enfoca las formas como las personas asimilan y expresan los elementos culturales del entorno del que forman parte. Dicho de otro modo: la psicología social tiene por objeto de estudio la impregnación y expresión de las dimensiones culturales, en la estructura cognitivo/afectiva, sea en individuos o de colectivos.

A. Sobre usos difusos del concepto “lo Social”

En términos sintéticos hay dos sentidos del significado del vocablo “lo social”:

a) El naturalista o positivista. El espinazo conceptual del positivismo es muy simple: los hechos humanos se rigen por leyes naturales inmutables, eternas e inmodificables por la acción humana. Así, los conglomerados son vistos como un organismo compuesto por elementos en colectividad y en consecuencia toda convivencia de seres vivos es llamada “sociedad”. De allí emerge el concepto de uso generalizado: “aspectos de vida social” diciendo con ello: aspectos de vida en colectivo, en aglomeración.

Desde esta visión naturalista, toda especie no humana, por el simple hecho de vivir en multitud, aglomeración o colectividad, es considerada “especie social”. En poca palabras, este significado de “lo social”, de uso ordinario y de un llano simplismo, consiste en homologarlo o igualarlo con lo colectivo, lo multitudinario, lo grupal o gregario. Se asume que, puesto que proviene de sociedad por ende no cabría atribuirle otro significado.

Y claro que la confusión proviene de la controversia sobre cómo funcionan las colectividades animales y las humanas, intensificado desde el esplendor de la etología a mediados del siglo XX.

Este sentido positivista es de uso extenso y utilizado frecuente e indiscriminadamente en el lenguaje especializado de las ciencias y las humanidades, y desde luego en el lenguaje común.

b) El otro modo de definir lo social, denominable culturalista, es aplicable casi exclusivamente a la existencia humana, existencia que hoy, tras 200 mil años de convivencia como homo sapiens sapiens, es circunscrita por ámbitos como el que aquí se denomina gnósico, y además el ideológico, estético, ético, político y económico. Estos elementos casi no existen (y por ello tampoco influyen) en la relacionalidad o convivencia animal.

Pero es obligada una nota aclaratoria respecto a eso de que la cultura es “casi exclusivamente” cualidad de la existencia humana. Sucede que uno de los peores excesos que la humanidad ha cometido contra los reinos animales es el antropocentrismo. Pero, como se deduce de estudios de generación de lenguaje en algunos primates e incluso en aves como algunos pericos, así como estrategias alimenticias no heredadas genéticamente y que, una vez descubiertas, son aprendidas por las nuevas generaciones, implantan comportamientos cuya base es un cierto tipo de aculturamiento. En base a descubrimientos tales, sólo puede afirmarse que la cultura humana es más desarrollada; por ahora…

Décadas ha, planteaba Sagan:

En el lapso de estos últimos años, se ha puesto de relieve que también el cerebro de los primates está preparado aunque probablemente no en el mismo grado, para este acceso a la expresión de las ideas mediante el lenguaje. (…) el hombre ha exterminado de manera sistemática a los demás primates que mostraban signos de inteligencia (…) Es posible que hayamos actuado como instrumento de la selección natural suprimiendo la competencia en el plano intelectivo y que hayamos hecho retroceder los límites de la inteligencia y las facultades lingüísticas entre los primates distintos del hombre hasta el punto de que parezcan inexistentes (Sagan, 1984 pp 154 y 156).

Y claro que asombrosos procesos de aculturación pueden observarse en animales domésticos, cuyo comportamiento alcanza expresiones difícilmente presentes en su existencia ordinaria.

Ahora bien, el vocablo “cultura”, siendo un concepto clave en las ciencias sociales (o humanas) enfrenta usos difusos tanto en el habla común como en el lenguaje especializado de las ciencias; el más común consiste en reducirlo al ámbito de la estética, es decir, confinado al dominio de la producción y disfrute estéticos. Pero aquí se distinguen dos acepciones: una rigurosa y otra laxa.

  1. En el sentido riguroso, cultura es sinónimo de lo social, junto a civilización, naturaleza humana, hominización, segunda naturaleza, o mejor aún: culturaleza (Ríos, 2012). En este sentido riguroso, cultura es el conjunto de condiciones extrabiológicas que la humanidad ha construido a lo largo de su historia de 200 mil años, para regular su existencia colectiva e individual.
  2. Por otra parte cultura, entendida en sentido laxo, es todo aquello referido a la creación y consumo estéticos. Es decir, desde el sentido riguroso, esta versión del vocablo “cultura” es sólo una expresión singular de cultura, que es propagada por segmentos de los Medios de Información Masiva (MIM), al divulgar acontecimientos y personajes del mundo estético o de los espectáculos.

Y cabe afirmar que la cultura no se hereda orgánica o genéticamente; se aprende. Y ya que la aculturación no es asunto natural, sino sobre todo un asunto de convivencialidad humana, puede plantearse de otra manera: la aculturación es lo que llamamos genéricamente proceso de socialización, que consiste en los modos en que las personas imbuyen sus prescripciones (valores, normas, actitudes, prescripciones, creencias e ideología) en la subjetividad de los demás. Y también, desde luego, cabe hablar de culturaleza humana.

Extendiendo el punto de vista puede agregarse que la personalidad de una persona son sus modos de mezclar los preceptos de su cultura; mientras que, por decirlo de un modo conjugado, la cultura es la «personalidad» de una determinada colectividad.

Salazar planteaba décadas hace:

Como resultado del trabajo social y del lenguaje el hombre ha desarrollado una cultura. Por cultura se entiende básicamente ese cuerpo de conocimientos que han sido transmitidos a través de generaciones y que resume el aprendizaje colectivo de un grupo. Es una forma de “herencia social” (…) el hombre es social: a) porque la mayor parte de su conducta es respuesta a estimulación de carácter social, y b) porque su forma de responder está influida por las experiencias sociales propias y anteriores. Y las de los miembros de su sociedad que han sido acumuladas y transmitidas en forma de cultura e internalizadas por el sujeto a través de un proceso de aprendizaje social. (Salazar, 1980 pp 11 y 18).

Pensemos en un caso: todos sabemos que los lobos son una especie que se caracteriza por ser, además de cazadores, vivir en manada; ello ha justificado denominarles “especie social». Desde la definición en sentido laxo, es decir, el sentido común, no cabe duda de que lo son, claro que .

Pero desde la definición en sentido riguroso, la respuesta es no.

¿Por qué…?

Sencillamente porque todo aquello que los lobos hacen colectivamente está determinado, o «motivado» instintual, genéticamente; su existencia colectiva no es algo que hayan aprendido a expensas de reglas o convencionalidades, ni mediante algún tipo de comunicación o lenguaje entre ellos.

Desde luego hay casos aún más dramáticos, de especies de menor complejidad que los lobos, como termitas, abejas u hormigas, que nos aperplejan por la perfección de su organicidad colectiva. Sin embargo, no obstante su asombrosa organización gregaria, no son culturales; no son sociales (en sentido riguroso), es decir: no requieren para preservar su existencia de especie e individual, de ámbitos, aspectos o recursos que pudieran parecerse a los económicos, éticos, ideológicos, o políticos. Son sólo societales.

Pero quizá el caso más drástico de la exageración naturalista o positivista es el de la sociobiología de Wilson y Dawkins (2000) quienes, explicando la matriz básica de la vida como la dinámica de los genes por sobrevivir, se sirven de formas complejas de existencia, desde los organismos unicelulares hasta los humanos (Veuille, 1990).

Así puede afirmarse que los homínidos prehomo-sapiens, e incluso los homo sapiens-sapiens mismos, durante sus primeros 80 o 150 mil años de existencia fueron predominantemente societales, colectivistas; pero escasamente sociales, escasamente culturales. En sencillas palabras: su sobrevivencia dependió predominantemente de ajustarse o adaptarse a las exigencias del entorno natural, y de su estructura orgánico/instintual y refleja; un trayecto semejante al desarrollo ontogénico.

Desde una óptica evolucionista, el homo sapiens-sapiens inició su convivencia cultural apenas milenios después de su aparición, hace unos 200 mil años (Bradshow, 1998). Habiendo sido colectivos originariamente, en comunidades sindiásmicas y trashumantes, no eran propiamente entes sociales, sino predominantemente naturales; otra manera de entenderlo es que, antes de haberse constituido como entes culturales (lo que reconocemos como el proceso civilizatorio expansivo y no retrospectivo), en sus inicios fueron decisivos los impulsos tanto de la sedentariedad como del control del fuego.

Concurrentemente, desde una visión ontogénica, todos los seres humanos al nacer (y aún hacia el segundo año, cuando además de manejo lingüístico, el cerebro cuenta ya con una versátil constelación de conceptos), somos entes precariamente capaces para emprender acciones tanto colectivas como culturales (sociales en sentido riguroso).

Hora bien: ¿cabe hablar acaso de una culturaleza no humana? Desde luego que sí. Abreviando, son visibles rasgos de aculturamiento en primates como los chimpancés, en aves y cetáceos, entre otros. Eso obliga a reconocer que no sólo el género humano es cultural, si bien en este momento de la evolución, nuestra aculturación es más compleja. Pero también más depredatoria de la naturaleza, al punto de hacer asequible la desaparición de la vida humana misma.

Cultura está aquí entendido, reiterando, como las constelaciones valorales (actitudinales, de creencias, preceptos, idiosincrásicos) construidas por especies complejas remontando las determinaciones naturales, es decir, construcciones ideacional/afectivas, y sus correlatos comportamentales, que no se explican sólo como consecuencias evolutivas o genéticamente transmitidas.

Así cabe insistir, en términos resumidos, que las especies de organicidad colectiva desde luego son societales; pero no necesariamente son culturales, sociales. Desde esta perspectiva claro que hay semejanzas entre formas de societalidad animal y la humana; pero lo que es una temeridad bárbara es aducir que hay semejanzas en tanto especies sociales o culturales.

En palabras sinópticas: ontogénicamente todos nacemos siendo predominantemente entes naturales, y con el desarrollo nos constituimos en culturales o sociales (generalmente a expensas de la protección de quienes tutelan nuestra sobrevivencia), y de allí en adelante lo cultural (reiterando: en sentido riguroso) antecede a lo natural, en un proceso expansivo y sin retroceso.

B. Acerca del objeto de estudio de la psicología social

La definición más sencilla y superficial sobre el objeto de estudio de la psicología social es que lo constituye el psiquismo y la interacción colectivos, gregario, multitudinario, de chusma o manada.

Pero las cosas son menos sencillas de lo que contiene tal rudimentaria apreciación ya que, incluso en el nivel individual existen elementos que hacen a la individualidad una parte de colectivos; en otras palabras: ser individuo es parte de ser colectivo. Pero no cabe detenerse en este aserto filosófico.

Visto de un modo más integral o panorámico, la psicología social tiene por objeto de estudio a los impactos de la cultura en la cognición/emocionalidad de individuos o de colectivos, es decir: cómo los componentes de la cultura son, tanto introyectados como expresados sea por colectivos como por individuos. En palabras escuetas: la psicología social no sólo estudia el psiquismo o interacción de colectivos.

Pero vayamos a algunas formas para definir el objeto de estudio en la literatura disponible. He aquí un par de casos de tautologismo al respecto:

Uno: (…) el hecho de que todo aquello que es histórico sea necesariamente contingente, concreto particular, e inseparable de sus condiciones de producción, imprime unas características particulares a las ciencias (puesto que, sociales o no éstas no dejan de ser, todas ellas, producciones sociales y, por lo tanto, históricas), y a los objetos sociales (y sólo a ellos, puesto que los objetos “naturales”, son temporales, pero no históricos). (Ibañez, T. en Páez, D. et al, 1992 p21

Dos: La característica más importante de la vida humana es su carácter social Las personas hacen cosas conjuntamente, trabajan y juegan juntas. Más aún, al interactuar comparten un entendimiento de sus varios actos, y reaccionan entre sí en términos de estos significados. La psicología social estudia el comportamiento de los individuos en contextos sociales. Por lo tanto su preocupación difiere de aquella de la psicología general, que frecuentemente aísla al individuo de su medio social. Difiere de la sociología también, ya que ésta última estudia los patrones de interacción social separándolos del individuo que participa en ellos. (Secord y Backman, 1976)

Tres: La psicología social tiene como objeto de estudio de la acción humana desde una perspectiva interaccionista, de forma que su principal objeto de estudio es justamente la interacción social. Ahora bien, hemos de tener siempre en cuenta que cuando hablamos de conducta social humana nos referimos a una conducta intencional, cultural, simbólica y siempre motivada por las emociones (…) la psicología social se debe ocupar del mundo social considerado como un mundo intencional, a diferencia del mundo mecanicista de objetos físicamente aislables, que caracterizaría a un enfoque conductista. En suma, y aun a riesgo de perder en exactitud, diré que la psicología social estudia, desde una perspectiva eminentemente psicosocial, la acción social humana, las relaciones interpersonales y las relaciones intergrupales, y que ello lo hace básicamente de dos maneras: o bien analizando temas interaccionistas en sí mismos como es la influencia social o en la persuasión, o bien aplicando su perspectiva interaccionista o psicosocial a temas analizados también por otras disciplinas como puede ser el género, el racismo o en la violencia (Ovejero, 2010).

Las tres pasan de largo y sin preocupaciones respecto a precisar si “lo social” pudiera ser algo distinto a lo colectivo. He allí el latido tan encubierto como impetuoso del naturalismo neopositivista.

Pero acerquémonos a algunas vertientes sobre cómo definir al objeto de estudio de la psicología social. En palabras de un clásico de la tradición norteamericana:

¿Qué es la psicología social? La psicología social es uno de los campos científicos dedicados al estudio objetivo de la conducta humana. Su atención se centra, especialmente, en la comprensión de las influencias que producen regularidades y diversidades en el comportamiento social humano, para cuyo estudio apela al análisis sistemático de datos, obtenidos mediante rigurosos métodos científicos. El carácter distintivo de la psicología social surge de dos factores fundamentales: primero, su interés en el individuo como participante en las relaciones sociales; segundo, la singular importancia que atribuye a la comprensión de los procesos de influencia social subyacentes, bajo tales relaciones (Hollander, 1978 p14)

En un texto clásico norteamericano se leía:

Podríamos hacer una larga lista de las ventajas de la vida social. Una división del trabajo integrada como la que se observa en los insectos sociales permite a cada individuo hacer aquello para lo que está mejor dotado (…) Lo que debemos preguntar en seguida es lo siguiente: “¿por qué el individuo se porta como se porta en un sistema social?” (…) La interiorización o apropiación de los valores morales tal vez dependa, como creyó Freud, del desarrollo de un vigoroso afecto. En este desarrollo tal vez existan periodos críticos y personas de importancia decisiva. La adquisición de la conciencia desempeña en la vida humana un papel integrador semejante a la `conciencia de la especie’ que el troquelado crea en las aves (Brown, 1972 pp13, 29 y 49/50).

Las de otro norteamericano más reciente:

Los psicólogos sociales se interesan profundamente en la manera en que las personas piensan unas de otras, se influyen y relacionan entre sí. Pero también lo hacen los sociólogos, los ´psicólogos de la personalidad e incluso los novelistas y los filósofos (…) la psicología social se centra menos en las diferencias entre individuos y más en la manera en que las personas, en general, se perciben y se afectan entre sí. (Myers, 1995 pp 3 y 29).

En las de un psicólogo social respetado en Europa:

La Psicología es la ciencia de la mente y la Psicología Social es la ciencia de los aspectos sociales de la vida mental (…) ciencia de la mente y de la sociedad. Los seres humanos somos animales sociales: vivimos en sociedades, grupos y culturas; organizamos de forma natural nuestras vidas en relación con otros seres humanos y estamos influidos por nuestra historia social, nuestras instituciones y actividades. (Turner, en Morales, 1994 pp 4y5).

Las de un integrante de la psicología social española:

Una forma habitual de delimitar el campo de estudio de la Psicología Social consiste en decir que ésta debe centrarse en analizar la relación entre el individuo y la sociedad. Su labor sería así describir el proceso de socialización del individuo y/o cómo los individuos pueden llegar a producir ideologías, valores, normas y, en definitiva, la organización de la sociedad. (Pérez, Juan A. en Morales, 1996 p26).

En palabras de Moscovici, recién fallecido y quizá el más influyente de los psicólogos europeos de la actualidad:

De manera similar, la psicología social –en mi opinión al menos- se ha ocupado y sigue haciéndolo de un solo y único problema: ¿por qué se produce el conflicto entre individuo y sociedad? Ninguna otra ciencia aborda este problema de forma tan directa, ninguna siente una atracción tan profunda por ese conflicto. Y aquellas ciencias que lo hacen se aproximan a la psicología social, como sucedió con el psicoanálisis al interesarse éste por los fenómenos de masa. También es el caso de la historia cuando estudia los fenómenos de la mentalidad. Y la recíproca también es cierta. Siempre que la psicología social olvida este problema para estudiar en paralelo y con independencia uno de otro, ya sea lo social o lo individual, como sucede actualmente en los Estados Unidos, pierde su personalidad, convirtiéndose incluso en un apéndice, inútil, de otra ciencia (…) yo formularía, como objeto central, exclusivo de la psicosociología, todos los fenómenos relacionados con la ideología y la comunicación, ordenados según su génesis, su estructura y su función. Por lo que respecta a los primeros, sabemos que consisten en sistemas de representaciones y de actitudes. A ellos se refieren todos los fenómenos familiares de prejuicios sociales o raciales, de estereotipos, de creencias, etc. Su rasgo común es que expresan una representación social que individuos y grupos se forman para actuar y comunicar. Es evidente que son estas representaciones las que dan forma a esta realidad mitad física y mitad imaginaria que es la realidad social. Ahora ya disponemos de una segunda fórmula: la psicología social es la ciencia de los fenómenos de la ideología (cogniciones y representaciones sociales) y de los fenómenos de comunicación (Moscovici, 1984 p18y19).

Desde una perspectiva latinoamericana crítica:

En el estudio de cómo es la relación entre el hombre y su medio sociocultural es que se encuentra el campó de la psicología social (…) La psicología social se interesa por la descripción de las características de O. Diferentes conceptos han sido utilizados para referirse a este orden de fenómenos: desde un punto de vista más global se ha hablado de “conciencia social”, o de “cultura subjetiva” (Triandis, 1973); desde un punto de vista más analítico se ha hablado de valores, actitudes, creencias, hábitos, expectativas. cogniciones, etc. Pero no se ocupa únicamente de describir en la mejor forma posible los componentes de esa conciencia social; también se ocupa de estudiar cómo ésta es adquirida: se ocupa básicamente del proceso de socialización, del proceso a través del cual el hombre se convierte en miembro funcionante de su sociedad (…) cómo interactúa el hombre con los demás, de qué manera funciona como receptor y emisor de estímulos tanto a nivel de grupo, a nivel de organización o a nivel de sociedad: el problema de la interacción. (Salazar, 1980 pp13 y 22-23)

Y en palabras de otro latinoamericano, pero apegado a la visión norteamericana:

…la psicología social es el estudio científico de las manifestaciones de comportamiento de carácter situacional suscitadas por la interacción de una persona con otras personas o por la mera expectativa de tal interacción, así como de los estados internos que se infieren lógicamente de estas manifestaciones. (Rodríguez, p16).

Atendamos ahora otra aproximación en cierta concordancia:

Los psicólogos, como psicólogos, están principalmente preocupados con el análisis en términos del comportamiento individual; los sociólogos, como sociólogos, están interesados primordialmente en el análisis en términos del sistema social. A los antropólogos les conciernen los sistemas culturales. Los psicólogos sociales, sin embargo, aunque consideran como sus datos básicos el comportamiento y características de los individuos, tratan de entender el comportamiento individual en términos de las variables de los tres sistemas. (Secord y Backman, 1976 p3)

Desde la reciente e impetuosa avalancha de la literatura psicosocial española, tenemos que:

Moya et al

Veamos las sugerentes propuestas de Díaz-Loving, quien plantea que hay tres psicologías sociales: la psicológica, la sociológica y la cultural:

En el caso de la psicología social, las teorías y la investigación giran en torno a tres temas fundamentales: a) los productos y procesos relacionados con la creación y el establecimiento –dentro de cada grupo sociocultural- de un ambiente hecho por el hombre. Este ambiente consta de dos elementos básicos: la construcción subjetiva de opiniones, conocimientos actitudes, atribuciones, normas, tradiciones y valores, y las creaciones concretas y objetivas, como dietas, formas de transporte y comunicación, viviendas, monumentos, etc.; b) la forma idiosincrásica en que el hombre procesa la información mediante la percepción, la decodificación, la interpretación, el almacenamiento, la combinación y la recuperación de estímulos verbales, físicos y contextuales. El proceso abarca la heurística para discernir infinidad de estímulos aplicando técnicas de procesamiento de información (…) el estudio de las formas y fuentes de la influencia social, en que las culturas subjetiva y objetiva se transmiten y se aprenden a través de los procesos de socialización, endoaculturación y aculturación (Díaz-Loving en Kimble et al, 2002 p 469).

Esta aproximación se asienta en los férreos cimientos de la teoría que R. Díaz-Guerrero, el principal artífice de la psicología en México, denominó “Bio-psico-socio-cultural”, quien lo desEmbocó posteriormente en el modelo de la “Etnopsicología”, construido a lo largo de más de 4 décadas de investigación psicosocial metodológicamente rigurosa.

Desde su punto de vista, lo ordinariamente reconocido como simplemente psicología social es en realidad psicología “social psicológica”.

En conclusión: la definición más rudimentaria y superficial sobre el objeto de estudio de la psicología social es que lo constituye el psiquismo colectivo, gregario, multitudinario, de chusma, manada o muchedumbre. O plantear que estudia el comportamiento de colectivos o procesos grupales.

Pero las cosas son mucho menos simples y superficiales. Hablar de “psicología social”, parecería preferible como psicología cultural, cuya finalidad consiste en explicar cómo las personas introyectan y expresan los elementos culturales del que forman parte. Dicho de otro modo: la psicología cultural tiene por objeto de estudio la impregnación y expresión de las dimensiones culturales en la estructura cognitivo/emocional, sea de individuos o de colectivos.

Haciendo a un lado la inconcebible polisemia del concepto “lo social”, hay cabida para una propuesta de precisión: del análisis de la sociedad no se sigue la caracterización conceptual de lo social, sino lo societal.

Así, cabría admitir, reiterando, que las especies de organicidad colectiva sí son societales; pero no son sociales.

Y desde esta visión claro que hay aspectos de semejanza entre la societalidad animal y la humana; pero esto no alcanza para acreditar una homologación, ni mucho menos igualdad entre ser especies sociales.

Por ende no es lo mismo hablar de psicología social que de psicología societal. Desde la “psicología societal” no cabría hablar del influjo de la cultura entre los integrantes de muchedumbres, conglomerados, colonias, grupos, sociedades o países; pero en contraste, desde la psicología propiamente social, tratar la influencia de la cultura en la existencia de los sujetos es conceptual, teóricamente hablando, su espinazo teórico.

Finalmente y desde un ángulo distinto, no es lo mismo “psicología de grupos o colectiva” que psicología social. Por ello bien cabe insistir en que psicología social es lo mismo que decir: psicología cultural.

Pero aún más: ¿por qué hablar de elementos o variables psicosociales o psicoculturales?

Una respuesta primera es: porque debemos diferenciarlos de los psiconaturales, que constituyen el funcionamiento fisiológico, anatómico y endócrino del psiquismo; son lo psicofísico, lo neurocerebral, el sustrato neural del funcionamiento vegetativo. Lo conforman el sistema límbico, los receptores sensoriales y los neuromediadores bioquímicos. De acuerdo al modelo del Cerebro Trino (MacLean, 1990), son la base de los ámbitos cerebrales de las dinámicas psicosociales; es decir, el neocórtex. Así, lo psiconatural recae principalmente en el complejo R y el sistema límbico.

Podemos además aducir aquí las propuestas de Bunge para quien lo psiconatural es identificable con ese psiquismo en cuya función y génesis interviene escasamente el aprendizaje; es el psiquismo orgánico «preprogramado» genéticamente, la actividad neural no plástica:

Parte de la actividad del cerebro no es mental, habiendo sistemas neurales que no son capaces de encargarse de funciones (actividades, procesos mentales) (…) Los únicos sistemas neurales capaces de aprender son los no comprometidos; el aprendizaje es una función del córtex asociativo, porción del córtex que no es ni sensorial ni motora. Además enunciaremos la hipótesis de que los sistemas neurales no comprometidos (o plásticos) son el o de lo mental (Bunge, 1999 p92).

Pero cabe reiterar: tanto lo psicosocial, como lo psiconatural son dimensiones internas de las personas, y son conceptualizables o teorizables e investigables, desde la psicología, en formas singularizadas como: sensorialidad, afectividad, perceptualidad, atribuciones, valores, creencias, constancias perceptuales, simbolizaciones, juicios o actitudes, entre muchas más.

De acuerdo a un esquema de la vida integral (Gómez, 2006) los seres humanos conjuntamos tres grandes dimensiones: la orgánica, la convivencial y la mental; los ámbitos psicosociales pertenecen predominantemente a la tercera, y los psiconaturales predominantemente a la primera.

Desde luego que no es menor la complejidad de los aspectos psiconaturales, respecto a los psicosociales (que podemos también denominar psicoculturales); pero suespecificidad obliga a premisas y estrategias investigativas y teóricas distintas. Lo psiconatural exige mucho más de un conocimiento de las ciencias físico-químico-biológicas, mientras que lo psicosocial requiere de una mayor familiaridad con las ciencias sociales o humanas.

Curiosamente, en la breve historia de la psicología (si contamos desde la implantación por Wundt del primer laboratorio de investigación psicológica en 1879), primero se investigaron procesos psiconaturales; de ello proviene la afamada ley de Weber y Fechner sobre la especificidad sensorial.

Sin duda estas apreciaciones despiertan justificados enarcamientos suspicaces de cejas. Pero acerquémonos a un ejemplo para ilustrar su necesaria comprensión. Es común decir que las “emociones” son un asunto más cultural que orgánico (más “biológico”) que cultural. Pero veamos el punto de vista de un reconocido especialista en neurociencias

(…) tenemos emociones primero y sentimientos después porque la evolución dio primero las emociones y después los sentimientos. Las emociones están constituidas a base de reacciones simples que promueven sin dificultad la supervivencia del

organismo, y de este modo pudieron persistir fácilmente en la evolución (…) Todos los organismos vivos, desde la humilde ameba hasta el ser humano, nacen con dispositivos diseñados para resolver automáticamente, sin que se requiera el razonamiento adecuado, los problemas básicos de la vida. Dichos problemas son: encontrar fuentes de energía; mantener un equilibrio químico del interior compatible con el proceso vital; conservar la estructura del organismo mediante la reparación del desgaste natural; y detener los agentes externos de enfermedad y daño físico. La palabra homeostasis es el término apropiado para el conjunto de regulaciones y el estado resultante de vida regulada (Damasio, 2010).

En términos análogos: las emociones son un asunto psiconatural, mientras que los sentimientos son tema psicosocial.

Finalmente, cabe la  reiteración: aquello que emplaza la psicología social como su objeto de estudio, son los aspectos psicosociales, es decir, cómo en las dimensiones cognitivo/afectivas son introyectadas y se expresan los elementos de la cultura, los componentes de lo social, en individuos y en colectivos.

GÓMEZ, PÉREZ, G. (2006) Reflexiones en Torno al Concepto “Salud”. Rev. de Psicología; procesos psicológicos y sociales. Vol. 2 No. 1. Fac. de Psicología, Universidad Veracruzana, Xalapa: México.

GÓMEZ, PÉREZ, G. (2015) Lo Psicosocial y el Trabajo; reflexiones abreviadas. Efectos Psicosociales de la Crisis Laboral y la Precarización del Trabajo. UAM-Xochimilco: México, pp 49-62.