Los arabes antes de mahoma

Mahoma


En la Arabia del siglo VII, poblada por entre cinco y seis millones de habitantes en una superficie de tres millones de Km2, el 90% desértica, vivía en la franja costera del mar Rojo y en las altas mesetas del centro, una población árabe de sedentarios y nómadas organizados en tribus y clanes. Esta población era mayoritariamente politeísta e iletrada, aunque con algunos islotes importantes de tribus judías florecientes, algunas tribus cristianas yemeníes, monjes y comerciantes cristianos, y también algunos piadosos hanifis.
Mahoma pertenecía, por su nacimiento, a la tribu de los quraysíes y al clan de los hachemíes, instalados desde varias generaciones en La Meca, centro comercial y próspera ciudad del Hiyaz, lugar de peregrinaje de los árabes, que iban a adorar allí, a numerosas divinidades tribales y a reverenciar la Piedra Negra, descendida del Cielo y empotrada en el ángulo oriental del Cubo sagrado. Mahoma, que nació en La Meca hacia el año 570, se quedó huérfano a edad muy temprana. Criado por su abuelo y más tarde por su tío paterno, durante la infancia y la juventud vivió en la pobreza. Llegado el momento de casarse, permaneció soltero, al parecer a causa de severidad avariciosa de su tío, que nunca se preocupó de proporcionarle la dote necesaria para un matrimonio adecuado. Trabajando como acompañante de caravanas a Siria o a Yemen para una rica viuda, Jadiya, se ganó la confianza y el corazón de ésta. Cuando se casaron, él tenía 25 años y ella 15 más. Pese a su edad, Jadiya le dio siete hijos, de los que sólo sobrevivieron cuatro chicas, entre ellas Fátima, la futura mujer de Alí, primo de Mahoma y uno de los primeros fieles, que se convirtió en el cuarto califa. Durante quince años (595-610) llevó una vida activa, familiar y relativamente próspera, aunque ensombrecida por la pérdida de sus hijos, fallecidos a edad muy temprana. Esta vida también estivo interrumpida por algunos retiros en una caverna próxima a La Meca, donde practicaba el ascetismo y la búsqueda de una religión de verdad. Parece ser que fue en esa caverna donde tuvo, hacia 612, su primera revelación y donde el ángel Gabriel le ordenó enseñar-advertir a sus hermanos. Un tanto asustado por lo que le sucedía, Mahoma encontró confinza y aliento en su mujer, Jadiya, que se convirtió así en la primera creyente.
Siguieron otras revelaciones que inyectaron en Mahoma la Palabra de Dios y la urgencia de su misión entre los mecanos. Entre los discípulos que se adhirieron al Profeta figura en primer lugar Abu Bakr, un rico comerciante de La Meca que se convirtió en su amigo y consejero, aunque también en cierto modo en el socio capitalista de la naciente comunidad de creyentes. También será su suegro, cuando Mahoma se case en segundas nupcias con Aisha, la hija de Abu Bakr. A la muerte de Mahoma, este último será elegido primer califa. Pero la oligarquía mercantil y politeísta de los mecanos, respondía a la predicación del Profeta con sarcasmos y burlas, e incluso se mostraba tan amenazadora en su oposición que un pequeño grupo de fieles tuvo que expatriarse a Abisinia, país monoteísta donde los creyentes podían encontrar refugio. En el año 620 Mahoma perdió a su mujer, Jadiya, cosa que le afectó profundamente, pues ella no sólo había sido la única esposa que tuvo durante la vida de ésta, sino que además siempre lo había animado y apoyado.

Tal vez fue a causa de esta pérdida y de la hostilidad de los mecanos en general, así como de la urgencia que sentía, de cerciorarse interiormente de la veracidad de su misión, por lo que Mahoma tuvo una experiencia mística de gran intensidad: el Viaje Nocturno. En el transcurso de éste, fue trasportado de La Meca a Jerusalén, de la mezquita sagrada a la mezquita lejanísima, y después elevado desde la roca sagrada del antiguo santuario jerosolimitano hasta el Séptimo Cielo, donde se encontró solo en presencia de Dios. Mahoma ante la creciente hostilidad de los mecanos, no tuvo más remedio que huir hacia el norte, a Yatrib, donde se refugió y se instaló con más de un centenar de fieles y donde fundó la primera comunidad de creyentes, lo que más tarde se convertiría en la Umma, la Gran Comunidad de los Creyentes. En Yatrib, llamada a partir de entonces Medina, Mahoma intentó ganarse a los judíos para su causa. Sin embargo, ante su desprecio, descartó definitivamente una alianza que se revelaba imposible y reequilibró la continuidad profética, en la que era imperativo que se inscribiera, mediante tres retoques: 1:
La plegaria se orienta en lo sucesivo hacia La Meca, lugar del santuario abrahámico, en vez de hacia Jerusalén, lugar de los santuarios judío y cristiano.

2:

La conexión de su profecía sobre la Unidad de Dios se establece directamente con Abraham, el verdadero creyente excelente.

3:

Pese a inscribirse en la continuidad de la Revelación profética, de la misma fuente que el Corán, le asigna a éste un final y una perfección que ya no posee la Revelación, que los judíos y los cristianos han tergiversado, deformado, corregido. Al mismo tiempo que ejercía de jefe teocrático de la Comunidad, Mahoma se convirtió en el líder político encargado de velar por el bienestar de los suyos. Ello significaba organizar razzias y pillajes, necesarios para adquirir víveres que aquellos nómadas guerreros sólo podían obtener convirtiéndose en los protectores oficiales de campesinos o comerciantes. Así, cuando en 624, en el transcurso de la batalla de Badr, los medineses (los creyentes) lograron una victoria decisiva sobre los mecanos, fue como si Dios se hubiera pronunciado en su favor. El poder de Mahoma aumentaba ya que había conseguido apartar a las tribus judías que le molestaban, saqueando y expulsando a unas, y exterminando a los hombres de la tercera, cuyas mujeres y niños fueron vendidos como esclavos, a modo de castigo por traición. En el año 629 Mahoma empezó a preparar su regreso a su ciudad natal, La Meca, que fue evacuada durante tres días a fin de permitir que el Profeta y sus compañeros llevaran a cabo la peregrinación. Al año siguiente, a la cabeza de un número creciente de conversos, entró en La Meca sin derramamiento de sangre y al grito de Dios es el más grande, y destruyo todos los ídolos que mancillaban la Kaaba. A partir de ese momento, la extensión del islam se aceleró a un ritmo cada vez más rápido. Asimismo, se estableció la forma de sumisión exigida a las Gentes del Libro, quienes mediante el pago de un impuesto y el hecho de ser discriminados, conservaban la libre disposición de sus bienes y su libertad de creencia y de práctica religiosas. En 632 Mahoma realizó, la gran peregrinación a La Meca. Poco después, de regreso a Medina, en la cabaña y los brazos de Aisha, una fiebre maligna se lo llevó. Así se apagó aquel que, podía dar fe, de lo que Dios le había dictado.

Las Cinco obligaciones rituales


Puesto que todo viene de Dios y todo vuelve a Dios, no resulta difícil comprender que las cinco obligaciones rituales constituyan para todo musulmán los claros deberes fundamentales de su libre sumisión a Dios.

1 La Shahada o profesión de fe

No hay más divinidad que Dios, y Mahoma es su Profeta. Esta formulación resume la esencia de su mensaje-advertencia sobre la transcendencia y la unicidad de Dios, así como sobre la verdad de la Palabra de Dios que, infundida en el espíritu del Profeta, sale por su boca. Esta profesión de fe, el musulmán la recita varias veces al día, bien con esta fórmula o bien con otras equivalentes o fragmentadas: No hay más divinidad que Dios; atestiguo que Mahoma es el enviado de Dios. Esta profesión de fe le afirma como creyente aun cuando falte a sus obligaciones, pues Dios es misericordioso con quien cree en él.

2 La plegaria ritual (salat):

si bien según el Corán la plegaria ritual debía realizarse tres veces al día, la Tradición convirtió esta obligación en quíntuple. Las cinco plegarias tienen lugar hacia la aurora, hacia mediodía, a las cuatro de la tarde, al ponerse el sol y a cualquier hora de la noche. El conjunto de gestos, postrernaciones y palabra pronunciadas se encuentra rigurosamente establecido y pine de relieve la sumisión del creyente al alabar y adorar a Dios. A fin de ponerse en estado de pureza legal, el fiel realiza antes de la plegaria unas abluciones de agua. A continuación se orienta hacia La Meca y, para delimitar una porción de espacio que le sitúa fuera de la vanidad del mundo, utiliza una alfombra de oración y se descalza. La plegaria ritual del viernes a mediodía debe llevarse a cabo obligatoriamente en la mezquita. En el transcurso de esta reunión colectiva, el imam que dirige la plegaria comunitaria o un predicador profesional pronuncia un sermón. La primera sura del Corán, al fatiha, es la oración por excelencia.

3 El ayuno (sawm) del ramadán:

durante un mes, todo musulmán en general desde la edad de la pubertad, está obligado a ayunar, es decir, a abstenerse de comer y beber, desde que sale el sol hasta que se pone. También le está prohibido fumar y aspirar perfumes, así como entregarse a placeres carnales. La elección del ramadán como período de ayuno se debe, a que fue en ese mes cuando el Profeta tuvo sus primeras revelaciones. El 27 ramadán es la Noche del Destino, que conmemora la revelación-descenso del Corán. En el transcurso de ese mes se recuerdan otros acontecimientos fundadores: el 17, la batalla de Badr, el 20 la toma de La Meca. Mortificándose y apartándose de sus apetitos habituales, el hombre se vuelve más disponible a la Palabra de Dios. Tras la puesta del sol, todo lo prohibido por el ayuno vuelve a estar permitido. Se toma una comida en cuanto se pone el sol y otra, más ligera, un poco antes del alba. El ayuno suele respetarse más como obligación penosa que como pausa espiritual. Sin duda ello explica que las noches del ramadán se conviertan en fiestas en las que se organiza un gran jolgorio, como para recuperarse de las tensiones y las privaciones del día. Al final del ramadán se celebra la segunda de las dos grandes fiestas del islam: la fiesta de la ruptura, llamada también fiesta menos. No se trabaja durante unos días y es tradicional hacer donaciones a los pobres y regalos a los niños.

4 La limosna legal:

el significado fundamental de esta obligación es que, haciendo donaciones, el hombre se purifica de un apego indebido a los bienes de este mundo. A ello se suma que, mediante esta donación obligatoria, el creyente expresa la solidaridad social que le une a los desfavorecidos, al tiempo que satisface las necesidades de la Comunidad. Además de la limosna legal, convertida en una especie de impuesto que la administración fiscal recauda junto a otros impuestos, existe también la limosna voluntaria de origen tradicionalista.

5 La peregrinación:

la peregrinación a La Meca tiene lugar una vez al año, del 7 al 13 del mes de dhul-hijja (12 mes lunar) es obligatorio para todos los que no están dispensados de ella (pobres, mujeres sin parientes, etc), que en el transcurso de su vida deben llevarla a cabo una sola vez (quienes disponen de medios y así lo desean pueden realizarla más veces). Todos los peregrinos llevan la misma prenda de vestir ritual, consistente en dos piezas de tela blanca sin costura. Todos se purifican y se sacralizan antes de penetrar en el territorio sagrado de la Meca. Éste es, el programa: La pequeña peregrinación y omra, tiene lugar en el recinto sagrado de La Meca e incluye ritos preislámicos. El hayi o peregrinación propiamente dicha, de la Meca a Arafat (unos 40 km, ida y vuelta). Durante el camino de regreso tienen lugar las eventuales visitas a otros lugares santos: Media (la tumba del profeta), Jerusalén. Esta reunión religiosa de centenares de miles de personas, vestidas igual y de blanco, participando en las mismas plegarias y en los mismos ritos, constituye no sólo una formidable demostración de unidad y de comunidad por encima de las diferencias de sexo, edad, posición social y etnia, sino además una impresionante reserva de energía espiritual.

6 El yihad (guerra santa):

pese a que el yihad no forme parte de las cinco obligaciones rituales, deberes fundamentales o pilares de fe, ello no impide que figure como deber de defensa y de difusión del islam, según la orden coránica. De la idea de combate total se pasó con gran rapidez a la de difusión, a la expansión por motivos que evidentemente no en todos los casos eran, sólo religiosos. La cuestión es que el islam cuenta hasta tres: los verdaderos creyentes, los infieles y los politeístas. La situación que resulta de ello es creyentes e infieles coexisten; creyentes y politeístas luchan entre si. Teniendo en cuenta la regla coránica que dice Ninguna coacción en religión, no se puede forzar a los infieles a la conversión. Sin embargo, si no se convierten, es normal que paguen impuestos para beneficiarse de la protección del Islam.
En cuanto a los politeístas, antes de combatirlos totalmente, había que invitarlos a convertirse al Islam, en cuyo caso formaban parte de la Comunidad. En cado de negativa, o bien eran exterminados y desposeídos de sus bienes, o bien, al verse vencidos se resignaban a adoptar el islam. Según un hadiz del Profeta, el pequeño yihad dirigido contra los enemigos del exterior es de menor importancia que el gran yihad que el creyente libra en si mismo contra lo que le desvía de la sumisión a la Palabra de Dios.