Lenguaje cotidiano cientifico y literario
EL SABER COTIDIANO
Ágnes Heller
Reproducido con fines docentes de:
Sociología de la vida cotidiana.
Afrontaremos el problema del saber cotidiano desde diversas vertientes. En primer lugar consideraremos el contenido del saber cotidiano, y por tanto, su carácter antropológico.
El contenido del saber cotidiano
Entendemos mediante la expresión «contenido del saber cotidiano» la suma de nuestros conocimientos sobre la realidad que utilizamos de un modo efectivo en la vida cotidiana del modo más heterogéneo (como guía para las acciones, como temas de conversación, etcétera).
El saber cotidiano es, por tanto, una categoría objetiva y al mismo tiempo normativa. Es objetiva en cuanto la suma del saber cotidiano de una época, de un estrato social, de una integración, es relativamente independiente de lo que de tal saber se convierte en patrimonio de un solo sujeto. Es normativa en cuanto que, para que un estrato o integración cumpla su función, es la totalidad de tal estrato o integración la que debe apropiarse de este saber cotidiano. En primer lugar debemos poner de relieve la existencia de un determinado mínimo de saber cotidiano: la suma de los conocimientos que todo sujeto debe interiorizar para poder existir y moverse en su ambiente.
De esta suma de conocimientos quedan eliminadas, por el filtro del saber cotidiano, aquellas nociones que los particulares ya no necesitan a ningún nivel de la división del trabajo. Simultáneamente el saber se enriquece con aquellas nociones necesarias a cualquier estrato social para poder llevar adecuadamente su propia vida. El conocimiento de las nubes está hoy desapareciendo; el saber sobre el tiempo -al menos en las ciudades- se obtiene del boletín meteorológico. En la actualidad este saber -a partir de un cierto nivel- se está haciendo cada vez más general.
La obligatoriedad de los conocimientos cotidianos es también muy relativa. No obstante, los conocimientos obligatorios y los posibles divergen notablemente según el lugar en la división del trabajo.
En cuanto al contenido del saber cotidiano, «saber qué» y «saber cómo» son igualmente importantes y a menudo incluso inseparables el uno del otro. Cuando Marx escribe que los hombres «no lo saben, pero lo hacen», no quiero decir que actúan sin saber “qué” hacen, sino que no poseen un saber adecuado, genérico, para-sí (científico, filosófico) sobre lo que hacen, o dicho en otras palabras, que actúan con un saber cotidiano. Dado que tendremos que volver a tratar del aspecto pragmático del saber cotidiano, nos contentamos por el momento con poner de relieve esta identificación tendencias. Saber que Dios ha creado el mundo, no provoca acciones prácticas de ningún género, pero sin este saber los hombres no pueden moverse adecuadamente en un ambiente cristiano. Considerando el problema desde otro aspecto: el «saber cómo» es totalmente posible cuando el “saber qué” no existe ni siquiera en el plano del saber cotidiano, cuando la noción cotidiana por sí sola dice sobre la cosa, sobre el origen de la acción, más de lo que el particular sabe efectivamente.
¿Quién y qué son los portadores y los trámites de los contenidos del saber cotidiano, es decir, de nuestros conocimientos cotidianos?
Los portadores del saber cotidiano. El saber “transmitido” y el saber “añadido”
Portadores del contenido del saber cotidiano -que puede ser muy distinto según los estratos y las clases- son los mismos hombres, las generaciones “adultas”. El saber cotidiano de las generaciones adultas es el que hará de fundamento del saber cotidiano de las generaciones sucesivas. Mientras que en las primeras el saber cotidiano se deriva casi exclusivamente del saber de las generaciones precedentes, las segundas están caracterizadas por el cambio del saber cotidiano. No obstante, incluso en presencia de tal orientación hacia el futuro, la materia prima del saber cotidiano es llevada y transmitida sobre todo por las generaciones precedentes.
Aunque todos sean portadores y mediadores del saber cotidiano, en toda sociedad existen algunas personas principalmente aplicadas a su transmisión. En muchas formaciones sociales el transmitir tal saber a las nuevas generaciones es tarea de los padres. Un canal institucionalizado (socialmente cada vez más importante) de este saber es la escuela.
Como hemos dicho, las generaciones adultas constituyen el principal vehículo del saber cotidiano. Sin embargo, es evidente que el saber de la generación sucesiva, incluso en las sociedades orientadas hacia el pasado, no es exclusivamente el saber transmitido. La suma del saber disminuirá o se acrecentará según las necesidades sociales de las respectivas generaciones. Nos hemos referido ya a su disminución: tiene lugar cuando un determinado saber se hace superfluo en el uso cotidiano. La primera está constituida por las nuevas experiencias sociales que se derivan de las situaciones sociales nuevas, de las nuevas tareas, y que se depositan bajo la forma de saber cotidiano. La segunda fuente está representada por los conocimientos que de la esfera de las objetivaciones genéricas para-sí descienden a la vida cotidiana, donde son introducidos tal como son o bien en una forma adaptada. Como sabemos, la estructura del pensamiento religioso es afín a la del pensamiento cotidiano, especialmente del pensamiento cotidiano del hombre particular. El saber religioso es la ideología de una objetivación para-sí alienada y como tal debe ser introducido en el pensamiento cotidiano de los hombres particulares. Luego que mi pensamiento religioso ha nacido ya, de nuevo es sólo el pensamiento cotidiano de las generaciones adultas el portador de sus elementos indispensables para el saber cotidiano.
El saber científico cala de un modo análogo en el saber cotidiano. Este proceso -en la forma de saber distinto del religioso- constituye un fenómeno totalmente moderno. Sólo la Atenas del siglo V puede proporcionarnos un ejemplo de sociedad en la que el saber filosófico se convierte en parte integrante del saber cotidiano de una integración social entera, y precisamente a través de la comunicación personal.
Aunque el saber religioso transformado en saber cotidiano sea originariamente introducido también desde fuera, el pensamiento cotidiano está en condiciones de asimilar las cogniciones relativas tal como son (precisamente como consecuencia de la afinidad de los dos tipos de pensamiento); aunque primeramente deben ser “traducidas” al lenguaje de los conceptos cotidianos. Por el contrario, por lo que afecta al saber científico las cosas suceden de otro modo. El saber cotidiano acoge (o puede suceder que acoja) ciertas adquisiciones científicas, pero no el saber científico como tal. Cuando un conocimiento científico cala en el pensamiento cotidiano, el saber cotidiano lo asimila englobándolo en su propia estructura. En primer lugar: las adquisiciones científicas particulares se presentan en el saber cotidiano aisladas (aisladas de su medio homogéneo) e implicadas en el pragmatismo del pensamiento cotidiano. Para el pensamiento y saber cotidianos, por el contrario, el saber científico es algo formado de antemano y es en si un hecho evidente (“¿Cómo lo sabes?” Por el periódicos.)
Examinemos ahora los tres modos de empleo del saber científico. Un empleo tal de los conocimientos científicos, por tanto, no cambia en su esencia la estructura del saber cotidiano.
Pero las informaciones científicas introducidas en el saber cotidiano no sirven solamente como guía del saber práctico. Sin embargo, las informaciones obtenidas a través del interés y la curiosidad hacia el conocimiento del mundo aún no constituyen saber científico. En el saber cotidiano nos comportamos en relación a la aserción según la cual la tierra es redonda exactamente igual como hacia aquella según la cual la tierra estaría apoyada en una tortuga. Pero en este punto ya no nos enfrentamos con el pensamiento cotidiano, sino con el pensamiento científico (lo que no significa necesariamente que el particular se haya convertido en un científico),
La adquisición de informaciones científicas y su englobamiento en el saber cotidiano no son sólo consecuencia de la curiosidad y del interés. El influjo del saber científico-natural no ideológico es, en este sentido, irrelevante (el saber sobre mi enfermedad puede influir en un determinado aspecto -pero en uno solo- sobre mi conducta de vida).
En lo referente al arte las cosas son un poco distintas, porque su tarea principal no es el introducirse en el saber cotidiano, enriquecerlo. Pero cuando consideramos el enriquecimiento del saber cotidiano provocado por el goce artístico, el modo en que este último se inserta en la estructura de tal saber, encontramos hechos análogos (aunque no idénticos) a los de la ciencia y la filosofía.
Hemos visto, por tanto, los cambios en el contenido del saber cotidiano desde dos lados. Por otro, hemos visto cómo inciden en ellos la cala en el saber cotidiano y la mediación de las objetivaciones genéricas para-sí. Examinaremos ahora brevemente cómo los dos tipos de saber derivados de tales fuentes se “encuentran” en el plano del saber cotidiano. Pero cuando el saber no cotidiano plasma (o perfecciona) la conducta de vida, aún no cambiando la estructura del saber cotidiano, cambia sin embargo la actitud hacia la vida cotidiana del hombre que la vive. Los hombres cotidianos sienten y viven (aunque parcialmente) en sus experiencias cotidianas las mismas necesidades sociales, y las expresan también – al nivel de la particularidad o de la genericidad en-sí – en su saber cotidiano. La literatura puede enseñar Fin tipo de conocimiento de los hombres (y también el conocimiento de los hombres constituye una pieza en el mosaico del saber cotidiano) del cual el particular, aun necesitándole, no era capaz. Por el contrario, la experiencia cotidiana puede servir a menudo para controlar las objetivaciones para-sí y para descubrir en ellas aspectos no auténticos. Y no es raro que algunas objetivaciones para-sí resuman simplemente experiencias cotidianas, por lo cual su práctica cotidiana (adecuada) se convierte en parte orgánica del saber cotidiano (por ejemplo, los cantos populares). En numerosos casos la esfera de origen del saber es incierta (proverbios, modos de decir, etcétera). Que en el comunismo la distancia entre las fuentes «superiores» e «inferiores» del saber cotidiano será menor, aun permaneciendo intacta la estructura general del saber cotidiano, se desprende a nuestro parecer del desmantelamiento de la división social del trabajo.
El saber personal
Digamos algunas palabras sobre el saber cotidiano que surge de la necesidad y de la experiencia personales. Todo saber proviene naturalmente de la experiencia de los particulares, pero no todas las experiencias particulares son sociales en la misma medida, igualmente generales, igualmente extensibles e importantes para un determinado estrato o integración. La validez del saber cotidiano tiene, por tanto, límites amplios, va desde la singularidad hasta la generalidad.
El saber con validez puramente personal aparece muy a menudo en la vida cotidiana. Si noto que alguien me engaña, tengo una cognición que puede convertirse en un saber importantísimo en mi vida, pero que de tal forma no podrá nunca tener validez relativamente general (como máximo será oportuno comunicar este saber a las personas que están en contacto con el mismo personaje, aunque no sea en absoluto cierto que los engañe también a ellos). Cuando se tiene consciencia de que se trata de un hecho del particular, el saber personal adquiere gran importancia en la conducta de la vida cotidiana. cuando la propia experiencia es presentada falsamente como saber de validez general; cuando, siguiendo con nuestro ejemplo, partiendo de nuestra experiencia se dice.
El secreto
Junto al saber personal, es también importante en la vida cotidiana el saber particular. El saber puede ser particular de dos modos: por el carácter del saber o en virtud de prescripciones, usos y normas sociales. El primer tipo aparece cuando el saber sólo encuentra de hecho aplicación en un círculo restringido. Un sastre debe saber sobre telas muchas cosas que otros no están obligados a saber; un científico debe conocer si alguien en el mundo se está ocupando de un tema análogo al suyo: no se trata de un saber científico, sino cotidiano (y, en este ámbito, particular), sin distinguirse sustancialmente del saber del negociante que sabe quiénes son sus propios clientes.
Pero en la historia el tipo de saber particular que debe su particularidad a las prescripciones sociales ha tenido una parte relevante: por ejemplo, el secreto. El secreto es la privilegización de algunos contenidos cognoscitivos cotidianos, es la iniciación al conocimiento de algún saber cotidiano que no es transmitido simplemente de generación en generación, sino que, por el contrario, es comunicado a personas elegidas según determinados criterios. A menudo, el saber que nace del pensamiento anticipatorio asume también la forma del saber particular (cuando se refiere a un acontecimiento que se presume que debe verificarse en el futuro). La salvaguardia de la particularidad del saber puede tener tanta importancia hasta el punto de ser tutelada con ceremonias. La comunicación a extraños del saber particular constituye siempre una culpa, prescindiendo del hecho de que la comunicación del saber concreto provoque o no daños prácticos.
En el ámbito del saber cotidiano es extremadamente fascinante el sentirse privilegiados. Igualmente fascinante es darse importancia con algún saber particular. Por principio las objetivaciones genéricas para-sí comunican un saber general y público. Pero lo cual forma parte del saber cotidiano y es totalmente indiferente para la ciencia. “Secreto” significa aquí lo mismo de siempre: un saber particular que só