La resucitada emilia pardo bazan resumen
Emilia Pardo Bazán nació el 16 de septiembre de 1851 en La Coruña, ciudad que será su Marineda literaria. Fue hija única en una familia aristócrata. Su padre, José Pardo Bazán, que había sido un firme defensor del carlismo, terminó siendo diputado en Cortes por el partido progresista. Se educó en Madrid, aunque su cultura fue autodidacta. Se la podría considerar como una niña precoz, pues su interes por la lectura comenzó a los 4 años; a los 9 escribió sus primeros versos y a los 15 su primer cuento.
Emilia asegura que figuraron entre sus primeras lecturas infantiles, la Biblia, el Quijote o La Iliada y que disfrutaba y se regocijaba desde muy pequeña con los dramas románticos de Zorrilla.
Algunos autores contemporáneos se mofaron de Emilia y decían que pecaba de pedantería. Sin embargo, lo que estos escritores consideran pedantería es en Emilia la más absoluta llaneza y naturalidad ante la pura verdad. Su extraordinaria seguridad en sí misma estaba basada tanto en su gran y temprana formación, como en la aprobación de sus padres, que veían con muy buenos ojos el interés de la niña por el conocimiento. Su madre la enseñó a leer y a escribir y su padre siempre le brindó un apoyo.
Sinceramente católica, Doña Emilia se casó muy joven, entonces era una adolescente, pues tan sólo contaba 16 años, mantuvo, no obstante su matrimonio, un espíritu libre que había sido muy bien forjado desde la infancia, y también la ambición por el conocimiento, aspirando a la fama literaria con la misma naturalidad que lo hacían los escritores varones, algunos de los cuales reaccionaron con sorna y reticencia a su persona y su obra, por el hecho de ser mujer.
El matrimonio duró 14 años y dio como fruto tres hijos. La separación se produjo de mutuo acuerdo y de forma discreta, aunque sus romances fueron muy aireados, particularmente el que mantuvo con Benito Pérez Galdós.
En 1876 nace su primer hijo y consigue ganar el premio de los Juegos Florales de Orense por un estudio sobre su paisano, el benedictino Padre Feijoo, este premio fue decisivo pues logró imponerse a Concepción Arenal. A partir de este premio, su firma se hará asidua en muchas publicaciones periódicas nacionales.
En 1873 la familia Pardo Bazán abandona temporalmente España. El viaje se prolonga por varios países de Europa, lo que despierta en Emilia la inquietud por los idiomas, con el deseo de leer a los grandes autores de cada país en su lengua original. Su inquietud intelectual va en aumento y, al regresar a España, entra en contacto con el krausismo a través de Francisco Giner de los Ríos, con quien le uniría una gran amistad. El influjo de los krausistas la empuja a la lectura de los místicos y de Kant, y éstos, a su vez, la conducen hasta Descartes, Santo Tomás, Aristóteles y Platón.
Se le negó por tres veces el Ingreso en la Real Academia de la Lengua, pero en 1906 la nombraron presidenta de la Sección de Literatura del Ateneo de Madrid, y fue la primera mujer que ocupó este cargo. En 1910 fue consejera de Instrucción Pública y en 1916 catedrática de Lenguas neolatinas de la Universidad de Madrid. La Academia Gallega de la Lengua la nombró presidenta a perpetuidad y Alfonso XIII la otorgó en 1908 el título de condesa. Fue a partir de ese momento cuando comenzó a firmar como Condesa de Pardo Bazán.
Fue una mujer segura de sí misma, independiente en el más amplio sentido de la palabra, que viajó por Europa con un afán de adelantada y con la intención de transmitir hacia España todo lo que su curiosidad y su afán por conocer lograba descubrir. Se interesó por las corrientes literarias que aireaban Europa, posando en todo ello su aguda observación para convertirlo en artículo o en obra literaria.
La mayoría de sus escritos están destinados a la prensa. Pero no sólo los artículos, los cuentos, las cartas y los debates se sustanciaban en los periódicos. Algunas de sus novelas se iniciaron por capítulos en la prensa, como Pascual López en La Revista de España, o La Quimera en La Lectura.
En 1880, se atreve a iniciar una aventura editorial, la fundación La Revista de Galicia, con un carácter tan personal que será su directora y principal reportera,aunque esconderá sus artículos bajo un seudónimo.
Doña Emilia, que anhelaba ser testigo de la historia, viaja por Europa para contar lo que sucede allende nuestras fronteras. Las impresiones de sus viajes las reflejó en títulos como “Por Francia y Alemania” 1889, “Al pie de la Torre Eiffel, o en “Por la Europa católica de 1902”. Gustaba del periodismo de corresponsalía, y en 1887 fue Enviada especial a Roma por el periódico El Imparcial durante un par de meses, consiguiendo una entrevista con el Papa. También acudió como Enviada a Paris en 1900, con motivo de la Exposición Universal para hacer la crónica del acto inaugural y de cada uno de sus “Cuarenta días en la exposición”.
Fue colaboradora asidua y corresponsal extranjera del periódico La Nación de Buenos Aires, apareciendo su firma durante muchos años en la sección ‘Crónica de España’ junto a las de Rubén Darío, Unamuno…
La crónica es un género que mantuvo siempre vivo. Como buena periodista de calle, caza el dato al vuelo, pinta la estampa o apunta la reflexión en el momento.
Su inmensa producción literaria le dio una gran popularidad, pero también fue blanco de cotilleos y de críticas que ella resistió como una fuerza de la naturaleza que era.
Doña Emilia tuvo que defenderse de la acusación de naturalista, pues siempre lo rechazó, ella prefería el realismo porque parecía una teoría más ancha, completa y perfecta. Emilia se declaraba ‘ecléctica’. Utilizaba los ingredientes y recursos de las distintas corrientes activas en su época. Se puede observar que en sus primeras obras progresa hacia el Naturalismo, pero, seguidamente, las notas románticas que adopta van deslizando elementos que participan en el modernismo.
El conocimiento de las obras de sus contemporáneos la anima a escribir su primera novela, Pascual López. Autobiografía de un estudiante de medicina, poco antes de aceptar la dirección de la Revista de Galicia, en 1880.
En 1881 publica Un viaje de novios, novela para la que utilizó las experiencias de un viaje a Francia. Así como la serie de artículos que publica entre 1882 y 1883 bajo el título de La cuestión palpitante, la del naturalismo, corriente literaria que dio a conocer en España.
En esta línea naturalista se inscribe la tercera novela de doña Emilia, La Tribuna (1883), así como las posteriores de Los pazos de Ulloa (1886), La madre naturaleza (1887) y La piedra angular (1891). Conjuga la observacion realista con ciertos elementos romanticos en El cisne de Vilamorta
En 1891 emprende una nueva aventura periodística con Nuevo Teatro Crítico, revista fundada y escrita completamente por ella, y en 1892 funda y comienza a dirigir la Biblioteca de la Mujer.
Desde tiempo atrás doña Emilia venía colaborando en numerosas revistas y periódicos, con crónicas de viajes, artículos, ensayos y numerosísimos cuentos que agruparía en varias colecciones: Cuentos de Marineda, Cuentos de amor, Cuentos sacroprofanos, En tranvía (Cuentos dramáticos), Cuentos de Navidad y Reyes,Cuentos de la patria, Cuentos antiguos… Y también en la prensa, en La Lectura, empieza a salir en 1903 su novela La Quimera, que dos años después vería la luz como libro. Confirmando su criterio de que la novela debe reflejar el momento en que es escrita, pueden apreciarse en La Quimera ciertos ecos modernistas y simbolistas.
En 1908 publica La sirena negra cuyo tema central es el de la muerte, que ha escrito en el Ateneo de Madrid, donde ha sido nombrada Presidenta de la Sección de Literatura en 1906.
Viajera infatigable, continúa además consignando sus impresiones en artículos de prensa y en libros. En 1900 van apareciendo en El Imparcial sus artículos sobre la Exposición universal de París, que cuajarán en el libro Cuarenta días en la Exposición; en 1902 se edita Por la Europa católica, fruto de un viaje por los Países Bajos.
Murió en Madrid en 1921 a consecuencia de la diabetes cuando tenía 70 años.
Cabe destacar la figura de Emilia Pardo Bazán en el feminismo de la época ya que introduce de lleno en los problemas de la mujer de su tiempo a la que considera «reclusa moral, encerrada en un corazón que no se le permite expresar».
La autora gallega introduce, tanto en sus libros como en los debates en los que participa, diferentes cuestiones de género nunca abordadas con anterioridad entre los intelectuales españoles. Por ejemplo, la imagen débil y dependiente de la mujer que traslada la literatura en sus personajes femeninos, la situación de las mujeres obreras, la educación de la mujer, el «destino» de la maternidad o el sistema de clases feudal de las aldeas gallegas