Jeremy Bentham: Ética y Teoría Política

Ética

Toda la obra de Bentham está presidida por el llamado principio de utilidad o, como prefirió llamarlo más tarde, principio de felicidad del mayor número o principio de la mayor felicidad. La utilidad se define como “la tendencia a producir un beneficio, ventaja, placer, bien o felicidad o a prevenir un daño, dolor”. Toda la actividad humana se halla regida por el principio de utilidad.

La naturaleza ha puesto a la humanidad bajo el gobierno de dos señores soberanos:

  • El dolor
  • El placer

Es a ellos solos a los que les corresponde señalar lo que debemos hacer, así como determinar lo que haremos. A ambos lados de su trono están adheridos la norma del bien y del mal moral y la cadena de causas y efectos. Los conceptos morales, como deber o bondad, solo cobran sentido en relación con el principio de utilidad. Cualquier intento de probarlo es imposible e inútil, pues habría que presuponerlo en cualquier prueba.

La alternativa al principio de utilidad que Bentham contempla y rechaza es el principio de simpatía y antipatía. Rechaza a quienes pretenden basarse en ese principio porque incurrirían o bien en una actitud despótica hacia el resto de la humanidad o bien en una actitud anarquista, ya que habría tantas normas de moralidad como individuos humanos.

Quizás la clave se encuentre en que, a diferencia del pensamiento anterior a él, Bentham cambia de perspectiva. Mientras que antes estas cuestiones se habían contemplado desde un punto de vista moral o moral y jurídico, para él la perspectiva jurídica y política son dominantes y determinantes. Desde esta perspectiva, lo que interesa sobre todo son las consecuencias o efectos de las acciones, partiendo de la aspiración común y general a la felicidad como objetivo prioritario de la inmensa mayoría de la gente.

Bentham completa el principio utilitarista con un conjunto de criterios para calcular el máximo de utilidad posible (es decir, el máximo de placer y el mínimo de dolor). Estos criterios son los siguientes:

  • La intensidad
  • La duración
  • La certeza de que se produzca/conserve
  • La proximidad/lejanía
  • La fecundidad
  • La pureza
  • La extensión

La posibilidad de la realización de estos cálculos depende de la homogeneidad de placeres y dolores, es decir, de la posibilidad de tratarlos como meras cantidades o magnitudes, prescindiendo de su cualificación o dignidad. Pero esta operación consistente en combinar los diferentes criterios resulta problemática, ya que muy difícilmente pueden ser considerados homogéneos entre sí.

Teoría Política

La aplicación del utilitarismo a la teoría política tiene como consecuencia la eliminación del contrato social. Se trata de una ficción, entendida como algo que solo podría sostenerse por su intención o por sus funciones. Estas serían dos:

  • Explicar o fundamentar el origen del poder político, con las respectivas obligaciones de gobernantes y gobernados.
  • Explicar o concretar los límites de estas obligaciones.

La teoría del contrato social se apoya en el supuesto de que es más fácil determinar cuándo se ha quebrantado un pacto que decidir la cuestión de si los gobernantes han actuado tan en contra de la felicidad del pueblo que sería preferible no seguir obedeciéndoles. Pero si se considera que el objetivo del pacto es gobernar en beneficio del pueblo, la conclusión es que la cuestión es en ambos casos la misma, y, por consiguiente, se puede acudir directamente al principio de utilidad, evitando así un rodeo inútil.

Otra consecuencia de la aplicación del principio de utilidad es que no se puede hablar de obligación más que cuando se puede forzar a su cumplimiento mediante la aplicación de un castigo o sanción. Solo tengo una obligación si, en el caso de incumplirla, puedo ser sometido a un castigo. No hay obligación política con relación a los supremos gobernantes, porque si pueden ser sometidos a un castigo, entonces no son los gobernantes supremos. Esto no significa que Bentham sea partidario de una obediencia absoluta e incondicionada a los gobernantes. Solo significa que estas limitaciones no pueden consistir en los deberes o derechos exigibles en el orden jurídico o político. Bentham fue especialmente crítico con la teoría de los derechos humanos, a la que calificó de anarquista. Este sería un sistema basado en la desconfianza.