Industrialización por sustitución de importaciones argentina
1. La etapa agroexportadora
Esteperíodo,quetranscurrede1880a1930,«épocadorada»,en la que argentinos ricos viajan a Europa deslumbrando con sus riquezas y construyen mansiones, en sus estancias o lugares de origen y, en especial, en Buenos Aires, no era una «época dorada» para todos a pedido del ministro Joaquín V. González, una parte de la población vivía todavía a principios del nuevo siglo, en campos o ciudades, en la pobreza,etapa, que comienza en los años 80 , la Argentina disponía de recursos naturales, pero debía traer del exterior los capitales y la mano de obra necesarios para instalar el sistema de transportes, el ferroviario, y la infraestructura portuaria y urbana, modernizar la agricultura y la ganadería,centralizando el poder en Buenos Aires, lo que refleja predominio de la ciudad sobre el resto del país culmina con la constitución de la capital de la República en 1880, último episodio de las guerras civiles. El modelo se sustentaba en un esquema socioeconómico en donde el bien abundante, la tierra, estaba en pocas manos, como consecuencia de un proceso de apropiación de la misma o de sus frutos que venía de la época de la colonia ( primeras «campañas al desierto» para apropiarse de tierras ocupadas por los indígenas), y continúa con la ley rivadaviana de Enfiteusis (o alquiler de grandes extensiones de tierras públicas a unos pocos individuos), las nuevas campañas al desierto y la venta en forma ventajosa de esas tierras alquiladas. Este proceso culmina con la campaña del general Roca, eliminando la presencia del indígena y poniendo a disposición de terratenientes millones de hectáreas explotables. La expedición de Roca fue un genocidio de los pocos indígenas que quedaban en la Patagonia, el Chaco y otras zonas del interior del país. En cuanto a los capitales externos, si bien ayudan a montar el aparato agroexportador, llegaron sincontroly,enlamayorpartedeloscasos,garantizadose surendimientoporelestadoEl país se transforma, en exportador de productos agrícolas e importador de manufacturas y bienes de capital, en el marco de un escenario internacional que facilita ese proceso. Hacia 1880 existe una división internacional de trabajo hegemonizada por la potencia industrial de la época y la más importante proveedora de capitales y manufacturas: Gran Bretaña. Pero se trata de una situación peculiar.En1873seproduceunacrisisanivelmundial,dandoninicio alperíodo denominado Gran Depresión, que va a durar hasta 1896y afecta el poder hegemónico británico. La Argentina juega un rol importante en ese esquema, porque Gran Bretaña está perdiendo mercados en el mundo,por la competencia de países emergentes para la época, como Alemania y Estados Unidos, que protegen sus industrias y expanden su comercio internacional. Y esta pérdida de niveles competitivos, pérdida incluso del gran mercado que constituía la ex colonia estadounidense, va a ser suplida por otras colonias de poblamientoen los que Gran Bretaña vuelve a interesarse, como Australia, Nueva Zelandia y Canadá. Pero, también, por dos países del Sur del continente americano, Argentina y Uruguay, ellos contribuyen a proporcionar los alimentos y las materias primas que el Reino Unido necesita para alimentar a su población. Lo que los va a ayudar a transformar, a su vez, a medida que llegan las oleadas de inmigrantes, en nuevos mercados para los bienes de capital y las manufacturas británicas. En el sistema político interno, se produce la unidad nacional bajo la dirección de gobiernos oligárquicos. Por un lado, esos gobiernos guardan las formas constitucionales, aunque excluyen a los sectores opositores del posible ejercicio del poder y eligen a sus sucesores. Por otro, abren las puertas a los nuevos inmigrantes pero no les facilitan su conversión en ciudadanos. En lo económico, los elementos claves lo constituyen la concentración de la propiedad de la tierra,elendeudamientoexternoyunaideologíarectora:elliberalismoeconómico.EnpalabrasdeJuan Bautista Alberdi, la Constitución argentina «más que la libertad política» ha tendido a procurar «la libertad económica», este no fue un período de progreso o crecimiento continuo la expansión económica y productiva resultó evidente, pero con crisis en su transcurso debidoal endeudamiento externo. Empezando por la de 1873, en la cual el Presidente Avellaneda llegó a decir que los argentinos ahorrarían sobre su sed y su hambre para pagar sus compromisos externos. Y en el mismo período de expansión de los 80, otra crisis financiera , en 1885, y cinco años más tarde la crisis de1890, que produjo un sacudón en la City londinense por la casi quiebra de la casa Baring, agente financiera del gobierno argentino. Esta crisis fue acompañada por una revolución política, que no triunfó pero dio lugar al nacimiento del primer partido político nacional, la Unión Cívica Radical. Por último, se asistiría a una nueva crisis financiera antes del comienzo de la primera guerra mundial. Raúl Prebisch señalaba con respecto a las crisis financieras algo que hoy nos parece común: la dependenciadeloscicloseconómicosdeloscentroscapitalistasmundialesy,,deGran Bretaña. Decía que cuando la metrópoli necesitaba exportar capitales, porque bajaba la rentabilidad de sus empresas, esos capitales venían en abundancia, atraídos por las facilidades que daban los gobiernos argentinos, iniciando un ciclo de endeudamiento externo. Pero, cuando por razones internas de su propia economía les era preciso hacer regresar esos capitales, el Banco de de Inglaterra subía las tasas de interés para atraerlos, dejando un nivel de deuda que no podía pagarse. El endeudamiento externo era así una característica clave del modelo agroexportador. Hubounadécada,lade1890,cuandodebióabonarselosustancialdeladeudaqueveníadelproceso anterior, en la que no ingresaron nuevos capitales y se detuvieron las corrientes inmigratorias. Las dos grandes oleadas de inmigración llegaron en momentos de expansión: los años 80 y los primeros años del siglo XX.Frente al dominio del latifundio en nuestro país, acompañado por un sistema de arrendamientos precarios, en Australia, donde la posesión de los terrenos era de la Corona, cuando se realizaba la adjudicación se exigía una explotación productiva y mejoras en su utilización a principios del siglo XX, bajo la conducción de gobiernos laboristas, se llevó una política tributaria tendiente a combatir la concentración de la tierra en pocas manos. En lo que hace a la comparación con Canadá, predominaba allí la explotación de medianas extensiones personificada en la figura de los farmers, quienes en vastos territorios habían obtenido tierras en forma gratuita y que al ser propietarios se les facilitaba el acceso al crédito, haciendo posible la adquisición de maquinarias y el mejoramiento de los campos.Argentina no logró generar una clase media rural (salvo en ciertas zonas colonizadas de Santa Fe y Entre Ríos, donde encuentra su origen la Federación Agraria Argentina y el Partido Demócrata Progresista) que ampliase el mercado interno y estimule el desarrollo regional, al ser el sector agropecuario la principal actividad económica que motorizaba al país, una gran concentración de poder en manos de los grandes estancieros, que, por lo general, no volcaron sus ganancias a las nacientes actividades industriales, o directamente las obstaculizaron, promoviendo la más amplia apertura comercial a fin de colocar sus productos en el exterior. En este sentido, existía una gran diferencia con lo que ocurría en otros países, como Canadá, donde hacia 1890 se desarrollaba una política industrialista de «compre nacional» planteada por el primer ministro conservador MacDonald. O como Australia, donde las preferencias otorgadas a firmas locales en licitaciones del gobierno, particularmente en torno al abastecimiento de materiales para los ferrocarriles y las comunicaciones en general, simbolizada por el lemaSe australiano, compra australiano, denotaban una actitud proteccionista que incentivó áreascomo la metalurgia y la producción de maquinarias agrícolas. La situación argentina dio lugar a la conformación de una matriz cultural que transmitió, al resto de la sociedad y, a los sectores medios. La poderosa elite que gobernaba el país tenía como principales características una cultura fuertemente rentística (sus principales ingresos provenían de la renta de la tierra); una conducta en el poder antidemocrática, basada en la marginación de gran parte de la ciudadanía, la corrupción y el fraude electoral; y una visióndelmundodependiente(sellegóapensaralaArgentinacomounaespeciede«coloniainformal» del Reino Unido)en primer lugar, la cultura de lo rentístico. La elite tradicional, que poseía la mayor parte de las tierras explotables del país vivíade una sustancial renta agraria, como los grandes señores ingleses del siglo XVIII que criticaba David Ricardo en sus Principios de Economía. Esa elite tenía, pautas de consumo extravagantes y no necesitaba o no le interesaba invertir en capitales de riesgo que, vinieron casi en su totalidad del exterior para crear la infraestructura del aparato agroexportador. Pero una de las funciones principales del endeudamiento externo en distintas épocas fue también contribuir a financiar el gasto de ciertos sectores privilegiados de la sociedad y la fuga de capitales, generando un modelo que podríamos llamar de «capitalismo ausente», en tanto reproduce de alguna manera aquel viejo modelo del «terrateniente ausente», que vivía mayormente en Buenos Aires y no tenía conductas productivas sino rentísticas o suntuarias, hasta que agotaba, la riqueza original, vendiendo incluso las tierras que poseía. En las últimas décadas ha ocurrido,algo parecido a nivel del país. En segundo lugar, se generó también una cultura antidemocrática. Los primeros gobiernos de «unidad nacional» que salieron de la llamada generación del 80, en las últimas décadas del siglo XIX, no respetaron los principios constitucionales. Era una democracia ficticia o «ficta», como se decía en su época. Con presidentes «electores» que escogían a su sucesor. La elite se identificaba con la clase política y los rasgos principales del manejo político eran el paternalismo, el clientelismo, la corrupción y el fraude electoral, la intervención de los militares y los golpes de estado, bajo el pretexto de derrocar «democracias corruptas», formaron parte de la misma ideología elitista. Esas conductas han perdurado, desafortunadamente, en los distintos períodos democráticos, penetrando en el comportamiento de los partidos políticos mayoritarios, aún cuando se expresen de otro modo. En tercer lugar, persistió desde aquella época una cultura de subestimación del interés nacional o, de vivir dependiendo de factores externos o sometiéndose a condiciones externas, sin ningún beneficio compensatorio. Un caso notable fue el primer empréstito otorgado por la compañía inglesa Baring Brothers, en 1824, cuyos fondos no fueron destinados a sus propósitos iniciales y se volatilizaron en pocas manos, aunque terminaron de pagarse casi un siglo después. Otro caso fue el del primer tratado de comercio y navegación, que establecía una libertad de comercio que favorecía sólo a intereses británicos, los únicos en condiciones de aprovecharla. Esa era en aquella época la trampa de la libertad de comercio. Esta cultura de la dependencia se acentúa a partir de las últimas décadas del siglo XIX y las primeras del siglo XX cuando la Argentina se inserta en el mundo a través de una relación fuertemente dependiente de la potencia hegemónica de aquel entonces, Gran Bretaña. Todavía en 1933, ante la firma de un nuevo tratado comercial argentino-británico, el Pacto Roca-Runciman, el vicepresidente de entonces, Julio A. Roca, decía que la Argentina «desde un punto de vista económico debía considerarse una parte integrante del imperio británico». Concepción que se procura justificar teóricamente en la década de 1990, en el plano de la política exterior, a través del llamado «realismo periférico», que proponía la subordinación a otra potencia hegemónica, Estados Unidos, y alcanzó su máxima expresión en las propuestas de dolarización y de manejo de la economía por expertos «externos». A partir de los años de la primera guerra mundial dos fenómenos marcaron una diferencia con respecto al proceso anterior. Desde el punto de vista político, debido a la llegada al gobierno en 1916, gracias a la ley Saénz Peña, de 1912, que garantiza el voto secreto y obligatorio e instaura un sistema democrático, de la Unión Cívica Radical, liderada por Hipólito Irigoyen, que incluye sectores sociales provenientes de una ascendente clase media, Desde el punto de vista económico, por el comienzo de una relación más profunda con Estados Unidos, tanto en el comercio exterior como a través del flujo de capitales provenientes del país del norte. Se desarrolla así un triángulo comercial y financiero anglo-argentino-norteamericano de profundas consecuencias internas y externas en los años futuros. Durante la misma guerra se advierte también un limitado desarrollo industrial, motivado por las restricciones externas, que tiene sus límites con la finalización del conflicto y la normalización de los mercados mundiales, aunque en los años 20 comienzan a llegar del exterior inversiones directas en algunas ramas fabriles.
2. El proceso de industrialización
La etapa de la industrialización sustitutiva, puede subdividirse en tres períodos diferenciados: 1. La industrialización «espontánea» (1930-1945). 2. El proyecto industrializador peronista (1946-1955). 3. La industrialización «desarrollista» (1955-1976).otra crisis, de origen externo, que se inicia en EEUU en 1929 constituye el comienzo de un período de depresión económica mundial que duraría casi una década, impacta en la Argentina. Fue la crisis más profunda que padeció el capitalismo en su historia. Este proceso se caracterizó por deflación en un sentido amplio, dado que generó restricciones monetarias y financieras, bajas de precios y salarios, y retroceso de las actividades económicas. Fenómenos que se manifestaron a través de reacciones en cadena, puesto que la caída de la producción industrial indujo a una contracción de los mercados internacionales y a una disminución de la demanda de materias primas, cuyos precios bajaron acentuadamente. Los países productores de bienes primarios redujeron las compras de maquinarias y manufacturas, al tiempo que entraron en bancarrota o devaluaron sus monedas, ya que las deudas asumidas con anterioridad no podían ser canceladas, los países industriales debieron soportar la caída de los precios de sus productos, aunque protegieron sus mercados con barreras arancelarias o de otro tipo. No pudieron evitar el cierre de bancos y empresas, una creciente desocupación y situaciones extremas de hambre y pobreza de gran parte de sus poblaciones ello llevó a la quiebra del sistema multilateral de comercio y pagos, incluyendo el patrón cambio oro, y dio lugar a un retorno a los sistemas de preferencia imperial y a los convenios bilaterales. La Argentina, que tenía una economía abierta al mundo, sufrió ese impacto con una caída de sus exportaciones y un déficit en su balanza comercial, al no poder prescindir de la importaciones de bienes industriales y de muchos bienes de consumo masivo. El proceso de sustitución de importaciones, que proyectó al sector industrial por sobre el agropecuario e inició una nueva etapa en la historia económica argentina, fue así en gran parte producto de la necesidad y no de la voluntad política: había que hacer frente a la crisis económica mundial que afectaba al país. En los comienzos de la década de 1930, retorna al poder, mediante un golpe de estado cívico-militar, la elite oligárquica que había gobernado hasta 1916, los gobiernos conservadores ponen en práctica una intervención creciente del estado en la economía (control de cambios, juntas reguladoras, proteccionismo, diversas medidas fiscales y financieras), que tienden a paliar la situación pero a salvaguardar sus propios intereses, vinculados al sector agropecuario, el país logra margen de autonomía económica aunque se mantienen los servicios de la deuda externa y se intenta conservar a toda costa, a través del Pacto Roca-Runciman, el mercado británico para la colocación de las carnes enfriadas, el negocio principal de los terratenientes de la pampa húmeda, ahora en el poder político. Hasta esa época la industria había crecido al compás del resto de la economía, pero subordinada al esquema agroexportador, a partir de los años 30, se convertirá en uno de los sectores impulsores del crecimiento económico, facilitado por una importante transformación en la estructura de la producción, que aceleró el proceso de sustitución de importaciones. Los rubros más dinámicos fueron las actividades relacionadas con insumos locales (especialmente los textiles) y la metalurgia liviana. Este núcleo incluye los sectores de «sustitución fácil de importaciones», compuestas por bienes de consumo, que reducían el peso del déficit comercial con el exterior, contribuían a canalizar una porción de la renta agraria a través de inversiones industriales y ofrecían una salida a la producción agropecuaria, que hacía posible disminuir la dependencia de las fluctuaciones de los mercados externos. Laexpansióndelaindustriatextilsatisfacíalacrecientedemandadelmercadointerno,permitiendo,el empleo como materia prima de lana y algodón producidos localmente, cuyos mercados internacionales se encontraban afectados por la crisis. El conjunto de ramas vinculadas al sector de automotores se convirtió también en un factor de crecimiento. Si bien la industria automotriz delaépocaerapocomásqueuntallerdeensambladodepartesimportadas,estimulabaeldesarrollode la producción de caucho para neumáticos, la industria de la construcción relacionada con las carreteras. Otro sector es el de maquinarias y artefactos eléctricos, como la producción de electrodomésticos, cables y lámparas, las ramas de mayor crecimiento producían bienes de consumo finales, con mayor intensidad en la utilización de mano de obra que en bienes de capital. Las maquinarias y los insumos intermedios utilizados eran, en una alta proporción, importados. De esta forma, comenzó a perfilarse en esta época una característica que se acentuaría en las décadas siguientes: el crecimiento de la producción impulsaba un incremento de las importaciones, hecho que en el futuro enfrentaría al país a serios problemas en la balanza de pagos, las ramas tradicionales vinculadas al modelo agroexportador, como los productos agrícolas y ganaderos, crecieron mucho más lentamente, perdiendo participación relativa en el PBI y, en 1944, el PBI industrial superó por primera vez al PBI agropecuario. Los cambios en la composición de la estructura social, como consecuencia de la ampliación de la masa de trabajadores industriales y urbanos que trae este proceso de industrialización (a lo que contribuyeron las migraciones internas del campo a las ciudades), y el vacío político resultante de gobiernos apartados de los derechos y aspiraciones de la ciudadanía (fraudulentos y represivos) dieron lugar a la aparición de un fenómeno político nuevo, el peronismo, que estimulará el desarrollo industrial sobre la base de la participación social de los nuevos sectores sociales y de la ampliación del mercado interno y tendrá conductas de una mayor autonomía en el marco internacional. La industrialización promovida por el peronismo se diferenció de la controlada por la oligarquía. En contraste con el carácter excluyente de esta última, el primer gobierno peronista amplió el mercado interno en función de tres elementos que existían antes de la llegada al poder del peronismo y que contribuyeron a hacerla viable en ese momento. En primer lugar, la creciente dicotomía entre la expansión del mercado interno y el nivel de consumo de las masas. En segundo término, la ausencia de leyes laborales que garantizasen mejores condiciones de vida y de trabajo. Finalmente, el grado importante de intervención del estado en la economía con la consiguiente ampliación del aparato burocrático, acrecentó su papel no sólo político, sino también social. Factores que Perón percibió, y constituyeron la base de su accionar político, y a los que agregó la «sindicalización por arriba» del movimiento obrero. Mientras que el primer partido popular, el radicalismo, surge levantando las banderas de la democratización del sistema político argentino, el peronismo nace planteando la necesidad de montar mecanismos de justicia social que no existían, algunos de los cuales habían sido propuestos por dirigentes socialistas y de otros partidos en épocas anteriores, sin poderse aprobar o implementar por el poder que tenían las fuerzas conservadoras en el Congreso y el Poder Ejecutivo Nacional, mejora en la distribución de los ingresos, llegando los asalariados a tener una participación del 50% del ingreso nacional; la entrada en vigencia de una serie de leyes sociales –jubilaciones y pensiones, aguinaldos, vacaciones pagas, convenios colectivos de trabajo–; el otorgamiento de beneficios diversos para los sectores de más bajos ingresos -construcción de viviendas populares, hoteles sindicales, etc.; la transferencia de ingresos, mediante una política crediticia y me- canismos institucionales de manejo del comercio exterior, del sector agrario al industrial; y un proceso de nacionalización de las empresas de servicios públicos, sobre todo en los primeros años de gobierno, pese que Perón fue reelegido por una amplia mayoría de votos al termino de su primer mandato y se produjeron cambios en la política económica que permitieron superar la crisis, en septiembre de 1955, en el marco de un enfrentamiento creciente con la Iglesia Católica y sectores opositores, el presidente se vio desplazado del poder por un golpe de estado cívico-militar. Este hecho inauguró una etapa de inestabilidad política en la Argentina que llevó finalmente a la dictadura militar de 1976. Es preciso destacar este punto, porque en todo el período que va de mediados de los años 40 hasta mediados de los 70, el país creció económicamente y la distribución del ingreso no empeoró en demasía a pesar del diferente carácter de los distintos gobiernos que fueron pasando, civiles y militares. Pero hubo una fuerte inestabilidad del sistema político, que comenzó con la proscripción del peronismo. Esto condujo, por un lado, a la radicalización de vastos sectores populares, influenciados también por la revolución cubana y movimientos contestatarios en otros países, y llevó, por otro, a un endurecimiento de lo que llamamos el «partido de derecha», que se expresaba a través de las fuerzas armadas. El gobierno desarrollista de Frondizi tuvo cerca de 30 planteos o intentos de golpes de estado antes de ser derrocado y, luego, el radical Illia, que presidía un gobierno débil por las proscripciones políticas, cayó de la misma manera en 1966. El peronismo volvió con el apoyo popular después de que los militares dejaron el poder en 1973, pero entró pronto en profundas contradicciones internas (en la que participaron grupos armados de izquierda y sectores paramilitares de derecha), que se agudizaron con la muerte de Perón y dificultaron una nueva salida política. En este período de industrialización, no se vuelve a caer en el fuerte endeudamiento externo de la etapa agroexprotadora pero sí en repetidas crisis de la balanza de pagos, los conocidos ciclos de stop-go, como consecuencia de los requerimientos del propio proceso de industrialización que se contrapone con una estructura dependiente de las exportaciones agropecuarias. Los ciclos económicos estaban ligados al mismo tiempo al mercado interno y a los mercados ex- ternos. En la etapa de auge, ante el aumento de la producción industrial vinculada al consumo local, se incrementaban las importaciones, para comprar bienes de capital e insumos básicos, y se reducían las exportaciones, por la mayor demanda interna originada en la suba del salario real y de los niveles de ingresos. Pero el déficit en la balanza comercial y la disminución de las divisas llevaban a una devaluación que provocaba un aumento del precio de los productos agrarios exportables y de lo insu- mos importados. Todo esto se traducía en crisis del sector externo, procesos inflacionarios y políticas monetarias restrictivas. Basado en el desarrollo del mercado interno y en las industrias livianas ese proceso de industria- lización fue cambiando en los años 50 y pasando a otra etapa, con la creación de industrias básicas, el énfasis en la necesidad de capitales externos y la necesidad de que el aumento de los salarios esté ligado al incremento de la productividad. En su etapa final se agrega también un tímido intento de exportación de manufacturas. Elgranproblemaenesteperíodonofueprincipalmenteeconómicosinopolítico,enparticularporel hecho de que el partido mayoritario, el peronismo, estaba proscrito y de que los militares intervinieron permanentemente en la vida pública desde el punto de vista económico, un proceso de crecimiento importante, que entre 1945 y 1963 padeció diversas crisis en la balanza de pagos y brotes inflacionarios, pero que luego, entre 1964 y 1974, tuvo un período de ascenso ininterrumpido, superando esos problemas cíclicos, con una tasa promedio del cerca de 5% anual. Sin embargo, desde el punto de vista político lo que se observa es una grave y seria inestabilidad que termina con el golpe de estado de 1976, lo que de ninguna manera reflejaba el agotamiento del proceso de industrialización.