Factores de las Relaciones Internacionales
LOS FACTORES DE LAS RELACIONES INTERNACIONALES
DANIEL COLARD
Para que se pueda entender a la sociedad internacional es necesario tomar en cuenta a los factores que tienen una importante influencia en su funcionamiento y de esta manera podemos analizar su estructura y los actores que participan en esta. Los principales factores que influyen en el funcionamiento de la sociedad internacional son:
- Geográficos
- Demográficos
- Económicos
- Técnicos
- Ideológicos
- Legales
I. El factor geográfico
La geografía juega un factor importante puesto que involucra todos los aspectos de los recursos naturales.
a. Influencia del clima:
Ya han sido varios pensadores los que han supuesto el hecho de cómo el clima influye en la organización y el funcionamiento de un Estado. Uno de los principales exponentes de la influencia del clima en la sociedad política es Montesquieu, exponiendo la actividad constante de las personas de climas fríos y la pereza en personas de regiones cálidas. Igualmente, Michelet y Taine en el siglo XIX insisten en la influencia del clima.
b. Geopolítica:
Ratzel y sus discípulos crearon una ciencia que tenía como fin estudiar la relación de la geografía y la política, es así como surge la geopolítica; la cual pretende explicar la política internacional de los Estados a través del determinismo de los factores naturales, lo cual se conoce como fatalismo geográfico. “Los grandes pueblos con aquellos que tienen sentido de su espacio”. (Lage) del país, (Raum) del Espacio y (Grenze) de sus fronteras. El espacio juega un importante papel en las R.R.I.I. ya que condiciona el poder de los Estados.
c. Recursos Naturales:
Estos también son un factor de vital importancia en el poder de un Estado. Esto es completamente desigual puesto que entre cada país las diferencias con muy grandes, no solo en la cantidad sino en el tipo de recursos que posee cada uno. Es importante resaltar como el mundo subdesarrollado coincide con aproximadamente con las regiones ecuatoriales tropicales o subtropicales. El subdesarrollo se extiende a las regiones mediterráneas del norte de África y Europa que son precisamente los márgenes del mundo subtropical. Sin embargo, los países no están condicionados totalmente de sus recursos, ya que los avances e invenciones tecnológicas cambian sus factores. No bastara con que un país tenga recursos sino de sus capacidades tecnológicas para obtenerlos. Por tanto, el determinismo geográfico es relativo.
II. El factor demográfico.
El capital humano juega un papel importante en la política nacional y en la política mundial a nivel militar y económico. La situación demográfica mundial se define por dos principales características: Por un lado la población en el planeta esta distribuida de manera muy desigual y por el otro la población crece muy rápido en los países de tercer mundo mientras que se estanca en los países industrializados.
a) Evolución de la población:
Pongamos como perspectiva inicial que la población mundial en 1980 era de 4.350 millones de habitantes y que se estimaba que finales de siglo esta cantidad se duplicaría.
b) Tasa de crecimiento:
Por lo que se observa la tasa de natalidad decae de manera drástica en países desarrollados. En el pasado Asia, África y América Latina combinaron alta fecundidad con alta mortalidad. No obstante, los avances en la medicina rompieron este parámetro. Si la tasa de natalidad se mantiene a un nivel tradicionalmente alto, la tasa de mortalidad estaría disminuyendo de manera considerable. Estos números pueden tornarse en un nivel de poder y riqueza si está en armonía con su espacio y los recursos naturales. Podemos tener como conclusión que en cuanto más se desarrolla un país, más disminuye su tasa de natalidad.
c) Teoría de la presión demográfica:
Estas son muy antiguas y se remontan a la antigüedad grecolatina. Con Platón y Aristóteles encontramos ya la idea de que el crecimiento de la población provoca perturbaciones económicas (hambrunas, escasez) y disturbios sociales y políticos (revoluciones). Muchos autores han mencionado a las guerras por su “función reguladora”. Estas son tesis defendida por la polemología cuyo principal exponente es Gaston Bouthoul el cual creo el primer instituto de polemología en Francia (1945). Tenemos también a Malthus, el cual acuña el término “Pesimismo demográfico”, la denuncia en su “Ensayo sobre el principio de la población” los peligros de la sobrepoblación para el orden social. Menciona que la solución radica en limitar los nacimientos por medio de la abstinencia, el celibato y el matrimonio tardío, de ahí surge la expresión de “política malthusiana”.
La presión demográfica agrava las desigualdades de desarrollo entre naciones ricas y pobres. En septiembre de 1973, con motivo de la cuarta cumbre de los países no alineados en Argel, los jefes de Estado llamaron la atención sobre el siguiente hecho dramático: el mundo en desarrollo, que es el 70% de los seres humanos, subsiste con apenas el 30% del ingreso. La riqueza se concentra por tanto en manos de una minoría privilegiada del 30%.
La Conferencia Mundial de Población de las Naciones Unidas celebrada en Bucarest en agosto de 1974 lo confirmó. Cada gobierno sigue siendo soberano para determinar su política nacional en la materia: si se trata de una cuestión de natalidad, control de la natalidad, emigración o inmigración. Finalmente, hagamos tres observaciones. Primero, los factores humanos tienen una influencia definida en las relaciones internacionales. En segundo lugar, existe una estrecha relación entre el nivel de desarrollo y la situación demográfica de un estado. En tercer lugar, la superpoblación del mundo parece no ser un problema. La Tierra en su conjunto no está superpoblada, pero algunos países sí lo están.
d) Vínculo entre la demografía, la economía y la paz:
El mundo desarrollado tardó al menos un siglo en restringir su tasa de natalidad. Muchos demógrafos se basan en este ejemplo para plantear visiones optimistas y mostrarse favorables a la natalidad del laissez-faire. Piensan que el Tercer Mundo seguirá el mismo camino. La explosión demográfica del Tercer Mundo constituye a largo plazo una “agresión involuntaria” contra la humanidad entera.
III. El factor económico:
Nadie discute la idea de que la economía en el sentido amplio del término juega un papel en la vida internacional. La historia ofrece muchos ejemplos de conflictos motivados por rivalidades económicas: lucha por el control de las materias primas, lucha por la conquista de salidas comerciales, lucha por el dominio de los mercados. Hay la existencia de las armas alimentarias y armas monetarias que son parte de la guerra económica.
El poder de un Estado depende de factores geográficos, demográficos y económicos en particular. En cuanto a la importancia de este último, se presentan tres tesis. Algunos argumentan que las relaciones políticas internacionales son radicalmente autónomas de las relaciones económicas. Esta tendencia, mayoritaria en el siglo XIX con los liberales puros y duros, es claramente minoritaria en la actualidad. Por el contrario, para los marxistas ortodoxos, existe una subordinación absoluta de los primeros a los segundos. El factor económico condiciona la evolución de todas las relaciones sociales. El de la sociedad internacional está controlado por el estado de las relaciones de producción. Finalmente, los realistas, que no reivindican ni el liberalismo ni el marxismo, piensan con razón que los factores se combinan y que se retroaccionan entre sí. Las sociedades humanas son organismos complejos cuyos diversos elementos se influyen mutuamente.
En todos los casos en que los temas económicos (y financieros) aparecen en primer plano en las rivalidades entre Estados, conflictos de políticas económicas, competencias comerciales, guerras aduaneras, embargo, boicot, es necesario tener en cuenta la presión de los intereses privados y los intereses nacionales. El deseo por obtener materias primas genera presión política y a veces conflictos armados.
El control de las principales vías de comunicación (canales interoceánicos, ríos internacionales, rutas marítimas) suele estar vinculado a preocupaciones estratégicas y a los imperativos de la “política del poder”. Las presiones o represalias económicas también tienen fines políticos.
IV. El factor tecnológico y científico:
El progreso técnico afecta en todas sus formas (política, militar, cultural y económica) el juego de las relaciones internacionales. Acentúa la interdependencia de los elementos constitutivos del sistema y favorece la unificación del campo de acción de todos los actores. Pero, al mismo tiempo, acentúa los contrastes y las diferencias de poder entre los actores e introduce nuevas fuentes de tensión y nuevos factores de dominación.
a) Progreso tecnológico:
Los avances tecnológicos propician una mejor comunicación alrededor del mundo, por lo cual también se dan en las relaciones diplomáticas Hoy, las noticias viajan casi instantáneamente de un extremo al otro del mundo, y los diplomáticos no siempre son los mejor informados. Los jefes de Estado y de Gobierno se han acostumbrado a telefonear, telegrafiar y viajar personalmente para tratar ellos mismos los asuntos más delicados. El cabeza a cabeza ya no sorprende. Y la diplomacia de las cumbres ha entrado en las costumbres.
En el campo militar, la revolución tecnológica también está trastornando todos los datos de la estrategia clásica. Pues ahora las estrategias militares se pueden planear incluso desde la distancia.
Por tanto, es imposible mantener la información dentro de una frontera, ya que la información viaja de punta a punta en cuestión de segundos, lo que a largo plazo no se puede descartar una estandarización cultural, lo cual amenaza la personalidad de las culturas de cada nación.
b) Alteración de la relación del hombre con su entorno:
La revolución científica y técnica ha tenido efectos tanto positivos como negativos. Liberó al individuo de una serie de limitaciones en su trabajo y en su vida diaria. Las naciones están actualmente en una disputa por los recursos en los fondos oceánicos.
El uso intensivo de la tecnología también constituye una grave amenaza para el ecosistema: degradación del medio ambiente, alteración de los principales equilibrios biológicos, contaminación del aire y del agua, de la fauna y la flora. La radiación atómica, como los sonidos y las imágenes, no se preocupa por las fronteras.
Hay aún más preocupante. El progreso técnico agrava las desigualdades de poder y desarrollo entre los Estados. Y por lo tanto la tensión entre los países industrializados del hemisferio norte y los países subdesarrollados del hemisferio sur, lo cual a futuro estas diferencias podrían ocasionar un “imperialismo tecnológico”.
V. El factor ideológico y cultural:
Las ideologías las podemos describir como el conjunto de representaciones, sistemas coherentes de ideas y creencias basadas en un código de valores que pretenden proporcionar una explicación inteligible de los acontecimientos. Las ideologías pueden influir en el comportamiento de los actores internacionales.
a) Influencia de las ideologías:
Para algunos autores, los actores de la sociedad internacional se mueven únicamente por la defensa de sus propios intereses, para otros, las motivaciones de su comportamiento también pueden explicarse por creencias, mitos, utopías, en resumen, ideologías. Los defensores del materialismo dialéctico consideran, por su parte, que las ideas no son más que un producto de la realidad, de lo que existe, es decir de la materia. Son parte de la superestructura, no de la infraestructura. Conocemos la frase de Marx: “No es la conciencia la que determina la vida, sino la vida la que determina la conciencia”
A veces, gobernantes realistas, cínicos o maquiavélicos, como se quiera, no dudan en proclamar su desprecio por todos los sistemas de pensamiento. Los regímenes pasan, los pueblos no pasan, dijo de Gaulle: “El estandarte de la ideología realmente solo cubre ambiciones. Y creo que ha sido así desde que nació el mundo”.
Tampoco deben olvidarse los valores culturales y espirituales, como nos recuerdan los acontecimientos recientes en Oriente Medio: la revolución iraní, la guerra entre Irak y Irán, el ascenso del islam, las rivalidades entre los musulmanes chiitas y los sunitas. Todos los pueblos antes colonizados hoy aspiran a redescubrir su identidad cultural.
b) Debates ideológicos:
Las ideologías internacionales son numerosas. Marcel Merle los agrupa en dos categorías principales. En la primera ordena las ideologías globales que pueden incidir en las relaciones internacionales (capitalismo, liberalismo, socialismo, fascismo, etc.); en la segunda identifica las propias de las relaciones entre Estados: nacionalismo, ideologías expansionistas, ideologías internacionalistas, tendencias de neutralismo, corrientes de pacifismo. Por su parte, P.F. Gonidec distingue entre “ideologías funcionales” e “ideologías disfuncionales”. Los primeros hablando con base en la paz y los segundos haciendo lo contrario.
Entre todas estas corrientes de pensamiento, uno no puede dejar de enfatizar el mantenimiento, incluso el renacimiento, en la sociedad internacional contemporánea, del sentimiento nacional. La ideología nacionalista inspira la política exterior de las superpotencias, la de China, la de los nuevos estados resultantes de la descolonización.
Como conclusión tenemos “si la ideología es el precio que los hombres deben pagar para poder forjar su destino en medio del conflicto y la incertidumbre, sucede, escribe, que ese precio es excesivo cuando la ideología lo invade todo y lo corrompe”.
VI. El factor legal
El derecho internacional juega un cierto papel en las relaciones entre los Estados, aunque es difícil sancionar su violación porque siguen siendo soberanos. Volveremos más tarde. Los sujetos de la sociedad internacional (Estados, OI, a veces individuos) suelen estar vinculados por tratados políticos, económicos o militares. Estos se han multiplicado desde 1945 bajo la presión de la interdependencia de intereses.
El carácter, personalidad o ecuación personal de los gobernantes constituye también un factor en las relaciones internacionales. Es cierto que los políticos son, ante todo, los que toman las decisiones y, por lo tanto, los actores del juego internacional, pero actúan en nombre y por cuenta del Estado.
a) Variedad, singularidad y complejidad de los estadistas:
Cada líder político es un caso singular y particular. La toma de decisiones por parte de los líderes estatales se explica en parte por la personalidad de los hombres en el poder. las sociedades humanas no están del todo sujetas al análisis científico. En las ciencias sociales, de las que forma parte la sociología de las relaciones internacionales, existe un “misterio del hombre” que los investigadores nunca podrán dilucidar del todo. Esto supone que las conclusiones obtenidas sean siempre relativas.
b) Las principales tipologías de personalidad de los políticos:
Los intentos de clasificar los personajes tropiezan con numerosas dificultades ligadas a la propia ambigüedad de la naturaleza humana. El individuo no es sólo un “ser biológico”, sino también un ser “pensante” que razona, piensa y vive en sociedad. En la personalidad del estadista, ¿cuáles son los elementos que dependen de la biología, la psicología y la sociología? ¿Qué es propiamente del ser individual y del ser social?
Más interesantes son las tipologías desarrolladas por los psicólogos que distinguen notablemente dos tipos esenciales: los “introvertidos” y los “extrovertidos”. Los primeros, según W. Ostwal, son “clásicos”, los segundos “románticos”. Los especialistas en caracterología creen que todo hombre es emocional o no emocional, activo o no activo, primario o secundario según viva en el presente o viva en el pasado y el futuro.
c) La clasificación de los temperamentos establecida por P. Renouvin y JB Duroselle:
Estos dos eminentes historiadores de las relaciones internacionales querían saber en qué medida la personalidad del estadista explica los hechos históricos. Distinguen entonces de manera puramente empírica una serie de temperamentos políticos.
Primero está el “doctrinario” y el “oportunista”. Doctrinarios son aquellos que se han fijado un sistema coherente de pensamiento y que se esfuerzan en la medida de lo posible por armonizar sus decisiones con este sistema. Los oportunistas o empiristas se contentan con ajustar su conducta política a las circunstancias. Básicamente pertenecen a la primera categoría: Hitler y Lenin que escribieron de antemano lo que harían cuando hubieran conquistado el poder. Por el contrario, Llyod George, Briand, Laval se clasifican entre los oportunistas porque no tienen en cuenta dogmas e ideologías. Bismarck, de Gaulle y Kissinger ofrecen otros modelos. Luego está el “luchador” y el “conciliador” por ejemplo el primero sería Clemenceau (incluso Bismarck y Wilson). Un buen ejemplo del segundo, Briand, hoy podríamos citar a Edgar Faure.
Un tercer tipo de temperamento opone al “idealista” no al realista, sino al “cínico”. El idealista, para P. Renouvin y J.B. Duroselle, es alguien que justifica su actitud en nombre de los valores universales, y lo hace con sinceridad. El cínico es alguien que dice ser “egoísmo sagrado” o “razón de estado”. El primero quiere asimilar los verdaderos intereses de su país a los intereses de toda la humanidad. El segundo persiste en defender exclusivamente los de su país. Todos los matices son posibles entre estos dos extremos.
Los “rígidos” y los “imaginativos” constituyen una cuarta categoría. No debemos confundir, escriben nuestros dos historiadores, el rígido y el doctrinario. El segundo fija objetivos generales, pero su flexibilidad en la ejecución puede ser infinita (el caso de Hitler). Finalmente, existe una última antinomia: el “jugador” y el “cauteloso”.
Algunos estadistas tienen gusto por el riesgo, otros reclaman cautela. Algunos toman sus decisiones rápidamente, otros prefieren esperar. Entre los jugadores se clasifican Laffitte, Casimir Perrier, Napoleón I, Bismarck, Hitler; entre los cautos o los expectantes se citan Louis Phillippe, Neville Chamberlain, el mariscal Pétain. Bajo la Quinta República, De Gaulle se opone a Pompidou y Giscard D’Estaing.
La tipología “dicotómica” de Renouvin y Duroselle tiene un triple mérito: es al mismo tiempo simple, clara y práctica. Tiene también la inmensa ventaja de coincidir en gran medida con los grandes personajes históricos, es decir, con las realidades humanas. El interés que hay por conocer la personalidad de los estadistas en el poder es evidente. Las instrucciones dadas a los embajadores y los trabajos escritos por diplomáticos sobre el “arte de la diplomacia” lo confirman. El “carácter” de los gobernantes que también son actores y tomadores de decisiones políticas es de hecho un factor en las relaciones internacionales.
Primero está el “doctrinario” y el “oportunista”. Doctrinarios son aquellos que se han fijado un sistema coherente de pensamiento y que se esfuerzan en la medida de lo posible por armonizar sus decisiones con este sistema. Los oportunistas o empiristas se contentan con ajustar su conducta política a las circunstancias. Básicamente pertenecen a la primera categoría: Hitler y Lenin que escribieron de antemano lo que harían cuando hubieran conquistado el poder. Por el contrario, Llyod George, Briand, Laval se clasifican entre los oportunistas porque no tienen en cuenta dogmas e ideologías. Bismarck, de Gaulle y Kissinger ofrecen otros modelos. Luego está el “luchador” y el “conciliador” por ejemplo el primero sería Clemenceau (incluso Bismarck y Wilson). Un buen ejemplo del segundo, Briand, hoy podríamos citar a Edgar Faure.
Un tercer tipo de temperamento opone al “idealista” no al realista, sino al “cínico”. El idealista, para P. Renouvin y J.B. Duroselle, es alguien que justifica su actitud en nombre de los valores universales, y lo hace con sinceridad. El cínico es alguien que dice ser “egoísmo sagrado” o “razón de estado”. El primero quiere asimilar los verdaderos intereses de su país a los intereses de toda la humanidad. El segundo persiste en defender exclusivamente los de su país. Todos los matices son posibles entre estos dos extremos.
Los “rígidos” y los “imaginativos” constituyen una cuarta categoría. No debemos confundir, escriben nuestros dos historiadores, el rígido y el doctrinario. El segundo fija objetivos generales, pero su flexibilidad en la ejecución puede ser infinita (el caso de Hitler). Finalmente, existe una última antinomia: el “jugador” y el “cauteloso”. Algunos estadistas tienen gusto por el riesgo, otros reclaman cautela. Algunos toman sus decisiones rápidamente, otros prefieren esperar. Entre los jugadores se clasifican Laffitte, Casimir Perrier, Napoleón I, Bismarck, Hitler; entre los cautos o los expectantes se citan Louis Phillippe, Neville Chamberlain, el mariscal Pétain. Bajo la Quinta República, De Gaulle se opone a Pompidou y Giscard D’Estaing.
La tipología “dicotómica” de Renouvin y Duroselle tiene un triple mérito: es al mismo tiempo simple, clara y práctica. Tiene también la inmensa ventaja de coincidir en gran medida con los grandes personajes históricos, es decir, con las realidades humanas. El interés que hay por conocer la personalidad de los estadistas en el poder es evidente. Las instrucciones dadas a los embajadores y los trabajos escritos por diplomáticos sobre el “arte de la diplomacia” lo confirman. El “carácter” de los gobernantes que también son actores y tomadores de decisiones políticas es de hecho un factor en las relaciones internacionales.