El Teorema de Thomas y la Profecía Autocumplida: Impacto en la Educación y Desarrollo Infantil
El Teorema de Thomas y su Aplicación en el Entorno Educativo
Muchos profesores creen que el crecimiento de los niños es un proceso evolutivo natural y que la educación se limita a guiar ese proceso. Al dar por sentado que los niños poseen ciertas características innatas, los maestros suelen actuar en consecuencia, ofreciendo una atención diferenciada según el estudiante. De esta manera, los niños, consciente o inconscientemente, responden a las expectativas depositadas en ellos. Al cumplirlas, en mayor o menor medida, y adecuarse al rol asignado, el maestro siente que ha acertado en su percepción inicial.
La Profecía Autocumplida de Merton y el Experimento «Pigmalión en la Escuela»
El teorema de Thomas, junto con la profecía autocumplida de Merton, plantea una cuestión crucial que debe aplicarse en las aulas escolares. Esta fue la base de una investigación realizada en una escuela primaria norteamericana. Siguiendo la profecía mertoniana, se informó a los maestros que el 20% de los alumnos, seleccionados *al azar*, poseían un potencial intelectual superior. El cambio en las expectativas de los maestros respecto a estos niños, considerados «especiales», provocó un cambio real y medible en su rendimiento intelectual.
Este experimento se conoce como «Pigmalión en la escuela», en referencia al rey mitológico y escultor de Chipre que, según la leyenda, se enamoró de una estatua que él mismo había creado. Pigmalión pidió a Afrodita que le concediera una esposa similar a la estatua, y la diosa del amor le dio vida. Pigmalión, finalmente, se casó con su propia obra.
La obra de teatro de Bernard Shaw, *Pigmalión*, estrenada en Londres, presenta una historia similar. Un profesor de fonética, tras una apuesta, se compromete a enseñar a una florista a hablar inglés correctamente y a comportarse como una duquesa. El profesor tiene éxito, pero surgen problemas cuando sigue tratándola como una florista, a pesar de su transformación.
La Identidad como Construcción Social
Según la profecía mertoniana, derivada del teorema de Thomas, las definiciones de las situaciones condicionan e incluso obligan a los individuos a cumplir con las expectativas. Mientras que los animales están sometidos a leyes naturales, en el ser humano la identidad depende en gran medida del ambiente, ya sea favorable o adverso. Desde la perspectiva sociológica, Berger afirma que la identidad no es algo predeterminado, sino que se confiere en actos de reconocimiento social. A diferencia de los seres vivos con una existencia predefinida, el ser humano se construye en un juego continuo, influenciado tanto por factores internos como externos.
Luis Rosales, en un capítulo sobre la felicidad, argumenta que la realidad y los sueños son inseparables.
La Importancia de la Confianza y la Fe en la Educación
Hoy en día, es fundamental reconocer que la identidad se construye y que incluso la inteligencia se adquiere, hasta cierto punto, a través de la interacción con el entorno y con los demás. Nicolai Hartmann, en su obra *Ética*, destaca que el valor moral de la vida comienza en una esfera de confianza mutua. La fuerza moral que emana del creyente es una poderosa fuerza educadora. Sin embargo, Hartmann añade una restricción: «Esto solo puede decirse dentro de ciertos límites y presupone en la otra persona ciertas condiciones morales fundamentales (predisposiciones)». Concluye que la fe puede transformar al hombre, tanto para bien como para mal: «La fe mueve montañas».
Consecuencias de las Expectativas Negativas y la «Desviación Secundaria»
Es crucial considerar las consecuencias negativas de ciertos comentarios que los maestros pueden hacer, incluso sin mala intención, en presencia de los alumnos. Los jóvenes más propensos a ser percibidos como rebeldes son aquellos que creen que los demás los ven de esa manera. Esto se relaciona con lo que otro sociólogo denomina «desviación secundaria»: la conducta desviada que surge como respuesta al proceso de etiquetar y asignar un rol desviado a un joven.
La Atmósfera de Confianza como Condición para el Desarrollo
Otto Friedrich Bollnow, en sus obras, enfatiza la necesidad de una atmósfera de confianza como condición fundamental para la vida humana. Es esencial hacer hincapié en la creación de esta «atmósfera pedagógica», ya que «la fe del educador fortalece en el niño las buenas cualidades que presupone en él; hasta cierto punto, las *reclama* mediante su fe». Por supuesto, para depositar esa fe, es necesario poseerla. La fe en los niños es una condición *sine qua non*. Las aptitudes y talentos de los niños no se desarrollan espontáneamente; se cultivan, se construyen y se *fabrican*.
Ortega y Gasset desconfiaba de la pedagogía mecanizada, que asume que ciertas materias, como la filosofía, no pueden ser enseñadas. Rosenthal y Jacobson sugieren que si en las Escuelas de Magisterio se enseñara la influencia de las expectativas de los maestros en el rendimiento de los alumnos, se podría generar una nueva expectativa: que los niños *pueden* aprender más de lo que se espera de ellos.
El Currículum Oculto y la Construcción de la Identidad en la Escuela
A partir de la escolarización, durante la infancia y la adolescencia, el individuo adquiere una configuración e identidad en las aulas. En la escuela, se encuentra con una jerarquía de excelencia que se le impone: existen niveles que deben alcanzarse. La presión escolar es tan poderosa que obliga a los estudiantes a esforzarse. El niño debe aprender a leer y escribir rápidamente, y así, progresivamente, va incorporando el capital cultural a su ser psicofísico. El estudiante va adquiriendo refinamiento a medida que avanza en sus estudios.
La Escuela como Espacio de Socialización y Represión
Philippe Perrenoud, al abordar la cuestión de si existe un currículum verdaderamente oculto, señala que en la escuela se aprende a vivir en sociedad, a ser un «buen ciudadano» y un «trabajador serio». Los individuos pasan entre 10 y 20 años de sus vidas en la escuela, convirtiéndose en actores de la sociedad. Se podría decir que la escuela es un mundo de voluntad y represión, donde los jóvenes son presionados e instruidos.
Se ha afirmado, de diversas maneras, que los *instructores* son, en gran medida, los otros niños. Bertrand Russell, al hablar del valor físico, y otros autores, al discutir los factores que condicionan la excelencia, rara vez mencionan la importancia decisiva del ambiente escolar, no solo de los maestros, sino también de los compañeros. Los autores del famoso informe Coleman se percataron de que los compañeros influyen *aún más* que los profesores. La educación significa, o *debe* significar, cambio y transformación hacia algo superior.