El juicio ordinario
LA CADENA DE VALOR
La cadena de valor es, básicamente, una forma de análisis de algo cuyo funcionamiento queremos mejorar recurriendo para ello a la deconstrucción de las partes constitutivas de «eso» que nos interesa radiografi ar y analizando los pros y contras que encontremos, las fortalezas y debilidades de cada parte constitutiva analizada.
El diseño de esta cadena de valor está concebido de tal forma que cualquier práctica que opere con el Patrimonio Cultural puede ser contextualizada dentro de un proceso.
7.1 Identificación
El inventario general del patrimonio es mucho más ambicioso que la pura identificación y localización topográfi ca de los elementos que integran el patrimonio edificado
. Es, o debe de ser, ante todo un instrumento de conocimiento realizado desde la independencia de criterios científicos interdisciplinares. Para abordarlo con cierta garantía de éxito es necesario construir previamente una metodología, un lenguaje y un código de criterios de interpretación y valoración comunes. En el País Vasco ésta es sólo una de las primeras carencias y ni siquiera se ha planteado nunca solventarla, aun cuando probablemente no faltan profesionales cualifi cados para realizarlo.
Pero no queremos profundizar en este punto que será objeto de análisis, con seguridad, en la próxima ponencia.
7.2 Documentación y registro
El complejo respecto a los historiadores-documentalistas que se nos inoculó en los 80 ha acabado produciendo un tipo de arqueología que no siempre siente necesidad de explicitar escrupulosamente sus procedimientos de trabajo, sus sistemas de registro y los argumentos precisos en los que se basa para afi rmar esto o lo otro. El problema es, evidentemente, serio y preocupante aunque, obviamente, parece preocuparnos más a unos que a otros.
7.3 Valoración y significación
La naturaleza compleja de los bienes patrimoniales obliga a aproximarse a los mismos desde una perspectiva que debe conjugar sus valores tangibles con los simbólicos, sus dimensiones materiales con las sociales, las funciones prácticas con las cognitivas, y la perspectiva explicativa En tanto bien científi co, como signo de una acción pretérita a interpretar En tanto bien social, como elemento a gestionar y proteger , la práctica valorativa se introduce al considerar a la entidad en el contexto presente, esto es, al considerarla un bien que debe ser gestionado en la ac tualidad.
Es esta actuación en dos niveles la que permite la posterior integración del elemento patrimonial en una narrativa susceptible de ser transmitida al entorno social, lo que tendrá lugar en la fase de difusión y socialización.
7.4 Intervención y conservación
Cualquier intervención debe estar estrictamente relacionada con su entorno, territorio y paisaje . Debe evitarse la tentación de la reconstrucción que sólo puede ser «excepcionalmente aceptada a condición de que ésta se base en una documentación precisa e indiscutible» . Es preferible, por el contrario, «potenciar el uso de modernas tecnologías, bancos de datos, sistemas de información y presentaciones virtuales» .
Pero si la reconstrucción está en tela de juicio, no menos lo está la liberación de lo que algunos llaman eufemísticamente «excrecencias». La Carta de Cracovia exige, en este sentido, máximo respeto «con aquellas partes que no tienen un signifi cado específi co hoy, pero podrían tenerlo en el futuro» .
7.5 Difusión y socialización
Obviamente
, la catalogación, protección y recuperación del patrimonio son tan solo fases previas u objetivos instrumentales para garantizar a la sociedad –del presente y del futuro– el disfrute material e intelectual de estos bienes en la plenitud de su valor.
7.6 Impacto socioeconómico y cultural
La reflexión sobre el conjunto de decisiones más o menos explícitas a través de las que se define el patrimonio cultural de una sociedad, puede ser un buen paradigma de lo que tanto a nivel individual como colectivo se considera válido mantener y preservar en un tiempo caracterizado por el consumo rápido, la moda pasajera y la exaltación de lo novedoso. Hoy se estima que el 37% de los viajes mundiales tienen motivaciones culturales, y entre ellos el cupo de los que están expresamente orientados a las visitas de historia y patrimonio ha pasado de representar el 30% al 50% en la última década. Pese a ello, persisten ciertos teóricos críticos en denunciar el turismo cultural como una forma más de la sociedad de consumo . Sin embargo, estas posiciones parecen interpretar que cualquier forma de consumo cultural es igual de perniciosa, por lo que cualquier maniobra para proceder a una puesta en valor y a una socialización real del Patrimonio Cultural es una forma de mercantilización pura y dura, sin matices.