El Educador Social en la Educación de Adultos: Perfil, Funciones y Características

El Educador Social en la Educación de Adultos

Perfil, Funciones y Características

Orígenes e Imagen Social de la Educación de Adultos

Los orígenes de la educación de adultos en España se sitúan en el contexto de analfabetismo de principios del siglo XX. La educación de adultos se convirtió en el principal instrumento del Estado para solventar este problema, seleccionando para la tarea alfabetizadora a maestros que ejercían su docencia con niños y adolescentes. Esta realidad fortaleció la concepción compensadora de la educación de adultos y tuvo dos repercusiones importantes:

  • Se generalizó la creencia de que los principios pedagógicos de la infancia y adolescencia eran válidos para adultos.
  • Se extendió la idea de que el desarrollo profesional del educador de adultos era innecesario, bastando con dominar el contenido a enseñar.

Con la modernización de la sociedad, la educación de adultos se amplía a todas las prácticas educativas para personas que cumplen con los cánones sociales de la adultez. Desde instituciones públicas y privadas, se ofertan diversas actividades formativas para adultos en ámbitos como:

  • Educación laboral
  • Educación para la salud
  • Educación para el tiempo libre y el ocio
  • Educación en las nuevas tecnologías
  • Educación para la tercera edad
  • Educación ambiental

Existe un colectivo que considera la educación de adultos como una función social que contribuye a la construcción democrática de la sociedad, impulsando la igualdad, la diversidad cultural, la justicia social y la defensa de los derechos humanos. Desde este compromiso, se reivindica una formación que ayude a los educadores de adultos a construir su propia identidad profesional.

Características de los Educadores de Personas Adultas

La Educación de Adultos cumple una importante función social, no solo compensadora de déficits, sino que contribuye a la construcción democrática de la sociedad (Rumbo, 2010). Begoña Rumbo, en su trabajo Profesionalización de la educación de personas adultas (2010), menciona la necesidad de una formación que ayude a los educadores de adultos a construir su propia identidad profesional. Los educadores de adultos no son consumidores de formación, sino sujetos activos que buscan soluciones a los problemas educativos. Deben ser capaces de aprender a aprender, conocer las necesidades de los destinatarios, seleccionar los contenidos relevantes e investigar sobre la propia práctica docente (Rumbo, 2010).

Marta Fernández y Jesús Valverde, en Perfil actitudinal del Educador de adultos, presentan actitudes importantes para el educador de adultos:

  • Político socioeconómico: Liderazgo, predisposición al saber, considerar las realidades sociales, neutralidad.
  • Ético-moral: Percibir las carencias y necesidades de la población adulta, respeto y solidaridad.
  • Relación interpersonal: Diálogo y comunicación, empatía.
  • Modos de pensamiento: Pensamiento flexible, creativo y crítico.
  • Práctica educativa: Activa, dinámica, orientada a la búsqueda de soluciones.

Barrio y Fernández (2010) consideran que el profesorado debe ser un modelo de esperanza, positividad y alegría, destacando el sentido del humor como una característica importante que ayuda a comprender el mundo desde diferentes perspectivas.

Conclusión

Es fundamental conocer la psicología y la situación social de las personas mayores, teniendo en cuenta que la vejez a menudo se asocia con la pérdida de roles. La Teoría del Ciclo Vital contempla la vejez como una etapa heterogénea, remarcando aspectos positivos como el potencial de aprendizaje, la sabiduría y la satisfacción con la vida (García, 2011).

Es importante que los educadores de adultos reciban formación para comprender el contexto de los alumnos, cuya etapa de padres, trabajadores y con rutinas diarias ha cambiado. Además de la formación, son cruciales la vocación, empatía, escucha activa, proactividad, innovación y comprensión.

El sentido del humor puede enriquecer la experiencia de aprendizaje, socialización y compartir momentos de calidad. Un compromiso serio con la formación de educadores de adultos requiere reconocimiento social e institucional. La formación debe asesorar al profesorado, fomentando la reflexión crítica mediante técnicas como la investigación-acción y las biografías. Estimular la construcción de redes formativas interinstitucionales que permitan una formación colaborativa es fundamental. La diversidad de perfiles del profesorado, más que una limitación, puede ser una fuente de enriquecimiento. La formación universitaria debe proporcionar herramientas para la reflexión sobre la práctica docente. Una estrategia formativa podría ser la creación de equipos multiprofesionales que introduzcan a los educadores en procesos reflexivos sobre su práctica.