Deconstrucción y Hermenéutica: Injerto Textual, Interpretación y Lector Implícito
Teoría del Texto como Injerto: Derrida y su Deconstruccionismo
El concepto de injerto proviene de la Deconstrucción. Derrida sostiene que el ‘injerto’ no constituye una unidad delimitable y coherente, como postulaba la tradición platónica, cuyo logocentrismo contraviene a favor del trazo, de la escritura.
La teoría se debe al filósofo Derrida, quien sostiene que el ‘injerto’ no constituye una unidad delimitable y coherente, como postulaba la tradición platónica, cuyo logocentrismo contraviene a favor del trazo, de la escritura.
Nos hallamos en la estela de la ‘escuela de la sospecha’ de Nietzsche, en Sobre verdad y mentira en sentido extramoral, obra dedicada al lenguaje, deconstruye la vieja oposición de lenguaje literal/figurado con su teoría del carácter retórico de todo lenguaje. Así, la interpretación literaria no se rige (como el estructuralismo) por un método, sino que es una teoría que va más allá de la intención del autor o del texto y, tensando la relación retórica/lógica, busca una estrategia de lectura lúdica con el lenguaje, donde se aplaza sin fin el significado. Ese aplazamiento se debe al mecanismo de la «différance». Este término conlleva, por un lado, un efecto de diferenciación con «différence» (ambos términos se distinguen en una vocal, aunque supongan el mismo hecho de lectura en francés). Por otro lado, conecta con el verbo latino «differre», que significa esparcir, diseminar (alude a la diseminación semántica de todo signo) y, por último, se relaciona con el significado del verbo «diferir” (aplazar, posponer).
Así pues, el texto, en calidad de injerto, no puede ser aprehendido como una globalidad, ya que la escritura circula en un movimiento incesante de remisión que convierte la totalidad en parte de una totalidad mayor que nunca está presente, por lo que el análisis deconstructivo nunca aborda la totalidad de una obra.
Tanto en la intertextualidad como en la teoría deconstructiva del injerto se intenta superar al formalismo estático, proponiendo una nueva interpretación. Derrida diferencia oralidad y escritura. No existe escritura desde la nada, siempre remite a algo anterior. Esto significaba lanzar un dardo contra el estructuralismo, que había potenciado la lengua.
Ahora bien, la «intertextualidad» habita el espacio de la escritura, no de la metaescritura, y desarrolla un conjunto de elementos susceptibles de ser analizados y definidos.
La ‘intertextualidad’ sostiene que la absorción de otras textualidades se resuelve en una nueva unidad de sentido. El «injerto», en cambio, no está delimitado ni en el texto ni en el metatexto, ni en la escritura, ni en la metaescritura, ya que la teoría de la deconstrucción no diferencia entre lenguaje objeto y metalenguaje, que nunca puede abarcar el lenguaje literario porque la «huella» remite a otra «huella».
Así, surge un nuevo concepto tanto de escritura como también de lectura: antes estaba ligado y derivado del habla, ahora se entiende el sistema lingüístico no sólo como un lugar donde hay «diferencias» sino anterior a lo que se denomina «signo». O sea, antes de una Semiología, hay una Gramatología, como resume Asensi. En definitiva, el «injerto» no puede descomponerse en unidades mínimas como en el formalismo, sino que lo que denominamos unidad mínima del «injerto» sería otro «injerto».
Esta controvertida teoría, cuyos autores han de dejar Francia y terminan en Estados Unidos, donde sobresale la Escuela de Yale, ejercerá un relevante influjo en los Estudios Culturales: en las Teorías feministas (las de americanos como K. Millet o las del Feminismo de la diferencia francés con L. Irigaray, H. Cixous y J. Kristeva) e incluso en el Postcolonialismo, que se fundamenta tanto en el estructuralismo del Barthes de Mitologías como en la teoría literaria marxista de Gran Bretaña. Es entonces “cuando la Deconstrucción se transforma en un discurso político”.
Hermenéutica de la Reconstrucción o Positiva
Ricoeur la llama «positiva» porque sostiene que sí que se puede interpretar un texto mediante la reconstrucción del sentido.
Es la que defienden los teóricos del Formalismo, estructuralismo, New Criticism, Estilística, Teoría del Texto… Su finalidad es reconstruir el texto o cualquier objeto que requiera la tarea de la comprensión, a través de un método científico en el que, una vez separados objeto y sujeto, se intenta fundamentar la validez de la interpretación. Bajo estos planteamientos se llega a asimilar la totalidad del texto y se llega a su significado original. Este objetivo ofrece dos vías de acceso diferentes. La primera es la hermenéutica del autor, que tiene su origen en Schleiermacher y Dilthey y que sostiene que el fundamento del significado textual reside en el propio autor, pero al ser este inaccesible en la mayoría de los casos, hemos de tener en cuenta solo lo que dice el texto, ya que en él se plasma la voluntad del autor. Los criterios de lectura para obtener un buen análisis interpretativo residen en los principios de «legitimidad», «correspondencia» y «propiedad genérica», que se fundamentan en el concepto de «coherencia», y que dependen del contexto particular.
En resumen, el texto a interpretar siempre es como un mosaico cuyas teselas, bien encajadas, nos permiten acceder mediante una adecuada descodificación a la verdadera intención del autor.
La segunda concepción de hermenéutica es la hermenéutica del texto, y tiene como principal representante a Greimas. La tarea interpretativa se centra ahora solamente en el texto. Según esta línea, el texto constituye un micro-universo semántico cerrado sobre él mismo, donde se produce un entrelazamiento de isotopías semánticas sintácticas y fono prosódicas que determinan la coherencia textual.
En ambos casos, la tarea del lector es descifrar el auténtico sentido de la obra. Para ello, realiza un análisis en el que utiliza el método como criterio de validez científica para alcanzar la objetividad. Sin embargo, la interpretación del texto no tiene ese carácter científico y termina por sobrepasar los límites del texto. Esta propiedad permite la subjetividad, la «intuición» de un crítico que haya tenido una formación.
Pero, a veces, el lector no se plantea como objetivo buscar el verdadero sentido de la obra, sino que su lectura consiste en un diálogo con el texto en el que incorpora aspectos de su propia subjetividad. Esto supone una nueva idea de interpretación.
Hermenéutica de la Integración o Negativa
Esta hermenéutica parte de una perspectiva fenomenológica e integra al lector y al texto. El origen de esta hermenéutica se sitúa en Hegel y Heidegger. Este último, inserta la hermenéutica fenomenológica de Husserl e inicia una ontología de la comprensión: se abandona la cuestión del método y se intenta comprender el ser no como un modo de conocimiento sino como un modo de ser en una determinada situación. Para esta hermenéutica no interesa ni la verdad, ni el hecho de tener que elegir entre interpretaciones rivales.
Se llama “negativa” porque niega que se pueda fijar un sentido. No hay dos interpretaciones rivales, ambas serían válidas.
El discípulo de Heidegger, Gadamer, aplica los presupuestos de su maestro a la teoría literaria. Según este, la obra no posee unas significaciones ya fijadas, sino que estas dependen de la situación histórica del lector. Se abre un diálogo entre el autor y el texto a través de un mecanismo pregunta-respuesta en el que el texto es la respuesta a una pregunta que el lector se formula, pero el texto también le presenta interrogantes al lector. Esta interacción se ha denominado círculo hermenéutico. Por tanto, en este modelo se pasa del afán por descubrir el significado del texto al diálogo entre texto y lector, en el que, pese a la distancia histórica, podamos percibir aspectos aplicables a nuestro momento. En esta segunda línea interpretativa la distancia temporal es un requisito para la comprensión.
Los principios de Gadamer fueron asimilados por Jauss, quien habla del «horizonte de expectativas” (conjunto de ideas previas que una obra tiene en el momento de su publicación y por las cuales es valorada). La distancia que existe entre las expectativas del lector y su realización en el texto se denomina «distancia estética» y constituye un factor determinante del valor literario: este es mayor cuanto mayor «cambio de horizonte» logre la obra.
¿Existe algún punto de conexión entre los diferentes sentidos históricos de una obra a lo largo de los siglos? La respuesta está en la obra de W. Iser quien defiende que la estructura de un texto apela a un determinado lector. Iser habla en este sentido de «lector implícito», el cual cumple dos funciones: guiar el proceso de lectura y ordenar el repertorio.
En resumen, una obra puede suscitar distintas interpretaciones, pero no admite cualquier lectura. Por lo tanto, la hermenéutica de la integración presta atención a la interpretación de cada lector o interprete, pero estas interpretaciones siempre aparecen reguladas por el texto. En esta hermenéutica se incluyen la Deconstrucción, los estudios culturales del poscolonialismo y las teorías feministas.