Construcción Social en el Aula: Expectativas Docentes y el Efecto Pigmalión

El Efecto Pigmalión y el Teorema de Thomas en el Contexto Escolar

El Teorema de Thomas y la profecía autocumplida de Merton deben, sin duda, aplicarse en las aulas escolares. Esta fue una investigación desarrollada en una escuela elemental norteamericana:

El 20 % de los alumnos de una escuela elemental fueron presentados a sus maestros como brillantes. Los nombres de estos niños habían sido extraídos al azar. Ocho meses más tarde, el cociente intelectual de estos niños había aumentado de una manera significativamente superior que el del resto de sus compañeros no destacados a la atención de sus maestros.

Origen y Significado del Efecto Pigmalión

La obra anterior se titula Pigmalión en la escuela. Pigmalión, como es sabido, fue un rey mítico y escultor de Chipre que, según la leyenda, se enamoró de una estatua que él había hecho. Bernard Shaw estrenó en Londres una obra de teatro y dos años después la publicó: Pygmalion era la versión actualizada de la vieja leyenda griega. Ahora, un profesor de fonética descubre a una vulgar florista, una muchacha de dieciocho o veinte años y, por una apuesta, se compromete a enseñarla a hablar inglés correctamente y a comportarse como una duquesa. El profesor lo consigue, y al cabo de seis meses la florista se convirtió en una señorita. Los problemas surgen cuando el displicente profesor sigue tratándola como florista.

El Poder de las Expectativas: La Profecía Autocumplida

Un afamado lingüista considera que Pygmalion es un tratado de sociolingüística, pero se trata de algo más. A veces no explicamos lo suficiente a nuestros alumnos el concepto de expectativas.

Según la profecía mertoniana, que procede directamente del célebre Teorema de Thomas, las definiciones de la situación condicionan y aún obligan a los individuos a cumplir lo que se define, lo que se espera de ellos.

Albert Camus dice: “Se ayuda más a un ser dándole una imagen favorable de sí mismo que enfrentándolo sin cesar con sus defectos. Normalmente, todo ser se esfuerza por parecerse a su mejor imagen.”

Fuera del mundo humano, no encontramos nada de esto, nada de expectativas recíprocas. En el hombre, la identidad depende mucho del ambiente, favorable o adverso.

La Confianza y la Fe como Pilares Educativos

Perspectiva de Hartmann

En el texto Ética de Hartmann, en un capítulo sobre la confianza y la fe, dice que el valor propiamente moral de la vida solo empieza en una esfera de confianza mutua. Y tras esto dice que la fuerza moral que emana del creyente es una importantísima fuerza educadora, y agrega que esto puede decirse solo dentro de ciertos límites, y presupone en la otra persona ciertas condiciones morales fundamentales. Para concluir que la fe puede transfigurar al hombre, para bien o para mal; la fe puede mover montañas.

Consecuencias de las Expectativas Negativas

Conviene considerar las consecuencias negativas que pueden seguirse de ciertos comentarios que algunos maestros hacen frívolamente en presencia de los chicos. Al parecer, los muchachos más proclives a tenerse por rebeldes son aquellos que creen que los demás piensan así de ellos. Lo que otros sociólogos llaman desviación secundaria es la conducta desviante que se origina como respuesta al proceso global de clasificar y asignar un rol desviante a un joven.

La Necesidad de una Atmósfera de Confianza (Bollnow)

Por otro lado, hay que decir que Bollnow en sus obras insiste en la necesidad de una atmósfera de confianza como condición de posibilidad, sin la cual, la vida humana es decididamente imposible. Sin embargo, debemos hacer hincapié en la producción de esa atmósfera pedagógica, ya que la fe del educador fortalece en el niño las buenas cualidades que presupone en él, hasta cierto punto, reclama mediante su fe.

La Fe en el Potencial Infantil

Claro está que para depositar esa fe hay que tenerla. La fe en los niños es condición necesaria. Las aptitudes y talentos de los niños no se desarrollan espontáneamente, sino que se cultivan, se construyen y se fabrican.

La Construcción Social de la Identidad en la Escuela

A partir de la escolarización de todos durante la infancia y adolescencia, el individuo adquiere configuración e identidad en las aulas. En la escuela se encuentra con unas jerarquías de excelencia que se le imponen: hay unos niveles que es preciso alcanzar. La presión escolar es tan poderosa que obliga a los estudiantes a esforzarse por alcanzar un cierto nivel de excelencia. El niño debe aprender a leer y escribir enseguida. Y así, el estudiante va siendo habituado, va incorporando capital cultural en su ser psicofísico. El estudiante va adquiriendo refinamiento a medida que avanza en sus estudios.

El Currículum Oculto y la Socialización

Al enfrentarse Perrenoud a la cuestión de si existe un currículo verdaderamente oculto: en la escuela se aprende a vivir en sociedad, a ser un buen ciudadano, un trabajador serio. Al pasar entre 10 y 20 años de sus vidas en la escuela, los hombres se convierten en actores de la sociedad.

Se diría que la escuela es un mundo de voluntad y representación, un mundo en que los pequeños se presionan y se instruyen.

La Influencia de los Pares

Se ha dicho de muchas maneras que los instructores son los otros niños; así Russell, hablando del valor físico. Cuando se discuten los factores que condicionan la excelencia, pocas veces se hace constar la decisiva importancia del ambiente escolar; no ya de maestros, sino de los demás niños.

Los autores del famoso informe Coleman se percataron de que los compañeros influyen aún más que los profesores. La educación significa o debe significar cambio, transformación, en algo superior.

La Excelencia Escolar como Realidad Construida

La excelencia escolar es una realidad fabricada. Construir o fabricar, no hay gran diferencia. Se trata, por lo pronto, de mostrar que la excelencia se fabrica en las aulas. Naturalmente, la escuela no ha inventado esas jerarquías de excelencia, pero es el lugar idóneo para transmitirlas.

La evidencia social de que en todas las situaciones de enseñanza colectiva las jerarquías de excelencia son omnipresentes. Es, en definitiva, la física social, que sigue funcionando vivísima en el interior de los muros escolares.

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