Cambio Social y Educación: Teorías y Factores Clave en la Transformación Social

Cambio Social y Educación

La sociedad no se define, pues, únicamente como acción social de la pluralidad de personas. Tampoco se reduce a una forma u otra de organización social, sino siempre a la realidad histórica. Desde siempre, el cambio se ha inscrito en la trama de la realidad social y constituye un aspecto primordial de la misma. Toda su obra está enfocada a mostrar cómo el estado propio de la sociedad se cambia, modificándose, producto del conflicto de intereses entre distintos grupos sociales. No es posible dar cuenta de todas y cada una de las aportaciones; por ello, limitaremos el tema a presentar algunas precisiones conceptuales en torno a algunos términos que se utilizan con frecuencia como sinónimos y dar un breve apunte acerca de las principales teorías del cambio social y los principales factores que intervienen.

1. Evolución Social, Cambio Social e Interacción Cotidiana

Definimos la evolución social como un conjunto de transformaciones que conoce la sociedad durante un largo periodo de tiempo, durante un periodo que rebasa la vida de una generación e, incluso, de varias generaciones.

El cambio social consiste más bien en transformaciones observables y verificables dentro de un periodo de tiempo más breve, que puede ser observado a lo largo de una vida.

Sin embargo, como se ha señalado, todas las personas tienen experiencias de cambios y modificaciones casi a diario. Parsons distinguía entre cambio de equilibrio y cambio de estructura. Que en una fábrica introduzcan un nuevo modelo productivo y reorganicen la empresa para atender a nuevas necesidades y demandas sería un cambio de equilibrio, pero no implicaría un cambio de estructura. No es cambio social cualquier acontecimiento como unas elecciones o una huelga, la sustitución de personas en una fábrica, hechos individuales importantes como contraer matrimonio o perder a un familiar, o los intercambios comerciales que se producen cada día. Todos ellos constituyen cambios de equilibrio.

El cambio social es un fenómeno colectivo que afecta a los modos de vida, al universo mental. Son cambios de estructura, debe producirse una modificación de la organización social en su totalidad o en algunos de sus componentes. Se puede definir como toda transformación observable en el tiempo, que afecta, de una manera no efímera o provisional, a la estructura o funcionamiento de la organización social dada de que se trate.

En sociología es muy importante distinguir entre acción social histórica e interacción cotidiana. Sobre la acción social podemos distinguir, -distinción de razón ya que en la práctica se dan indisolublemente unidas-, la interacción cotidiana y la acción social histórica. En la sociedad se dan muchas y continuas interacciones, todas ellas distintas y específicas, llenas de significaciones propias para las personas que la realizan; sin embargo, se mantienen fijas las estructuras de papeles y de posiciones jerarquizadas, las normas de acción asumidas, el funcionamiento de las instituciones, etc. La sociedad permanece. Se da la interacción rutinaria a la vez que la acción social histórica. La interacción rutinaria tiene lugar entre actores sociales en la vida diaria de la colectividad, en tanto que la acción social en sentido histórico se entiende como acción configuradora de las formas de organización social que caracterizan a una sociedad en un momento dado. Ambas acciones están interrelacionadas, pero no deben confundirse.

La acción social en sentido histórico da lugar a «estructuras contextuales» que son estructuras de relaciones sociales relativamente duraderas que constituyen el marco en que se desarrolla la interacción y que, por tanto, en algún sentido, son previas a la interacción misma. El comportamiento social no es nunca el mero reflejo de las estructuras contextuales en que se produce. Estas estructuras contextuales no deben entenderse como entidades metafísicas independientes de la acción social concreta e histórica. Lo que los actores sociales hacen es trabajar sobre realizaciones, trabajar sobre materiales existentes y previos para producir otros nuevos y diferentes. Lo que significa, por un lado, que la acción de los actores sociales está siempre condicionada por las estructuras sociales heredadas, pero, por otro, el resultado de su acción depende también de cómo perciben el horizonte social que se les brinda y de la definición que hacen de la situación en cada momento concreto.

Una cosa es que se vayan produciendo cambios en las situaciones personales de los actores sociales mientras que lo estructural, lo normalizado, permanece y, otra, que se produzca un cambio en la estructura general de las posiciones o en las normas de desempeño de papeles o en las funciones que realizan las instituciones. Solo en este último caso hablamos de cambio social. Pero no podemos olvidar los cambios que se producen cotidianamente en las estructuras de interacción porque son los que ayudan a configurar las tendencias evolutivas de las que hablamos más arriba.

2. Teorías y Factores del Cambio Social

Seguramente uno de los capítulos más apasionantes de la sociología sea aquel que se ocupa de las teorías del cambio social. De hecho, la posición que se adopte en torno al cambio social define el tipo de sociología que se practica. Cuestiones relativas a modernización, desarrollo social, revolución social, conflicto social, han ocupado cientos de miles de páginas a lo largo de la historia de la disciplina.

Las teorías del cambio social han buscado siempre identificar qué factor o factores son los que actúan a favor de las transformaciones sociales. Se han señalado a lo largo de los desarrollos teóricos distintos factores: el medio físico, el desarrollo de la tecnología, la demografía, la raza, las estructuras de producción económica, el estado de desarrollo de los conocimientos, las creencias religiosas, etc. Se admite hoy que hay varios factores que operan simultáneamente, con distinto peso: factor demográfico, tecnología, infraestructura económica, valores e ideología y los propios conflictos y el modo de resolverlos.

2.1. El Factor Demográfico

En definitiva, encontramos en este texto de Durkheim, como factor principal de civilización, la interacción social, es decir, la mutua influencia de las personas en las relaciones humanas.

Establece una doble relación causal. La segunda, la división del trabajo y la densidad moral constituyen, a su vez, los factores principales del progreso de la civilización, es decir, del desarrollo económico, social y cultural (ley de la gravitación del mundo social).

¿Qué puede decir de la teoría, de esta ley? Basta observar cómo países densamente poblados no han tenido un fuerte desarrollo económico, y resulta muy aventurado afirmar que lo hayan tenido social y culturalmente. El aumento demográfico puede ser clave para el desarrollo, pero también una traba. El análisis debe tener alguna complejidad mayor.

2.2. El Factor Tecnológico

Son muchos los autores que han visto en la técnica y la tecnología el factor clave causal de los cambios sociales. Suele atribuirse a la llamada revolución tecnológica los grandes cambios que la sociedad moderna ha conocido en dos siglos a esta parte.

Desde estas teorías se han elaborado clasificaciones o tipologías sociales que dan cuenta de los cambios históricos que se fueron produciendo. Así pues, la noción de factor técnico no se puede entender de un modo restringido, sino de manera global, como el conjunto de los modos de producción.

2.3. El Factor Económico

Sin duda, una de las teorías más influyentes y conocidas acerca del cambio social es la concepción marxista de la historia, el materialismo histórico, del que nos ocupamos en el tema 1º.

Lo que se evidencia es que la variable económica es esencial para el análisis del cambio social, especialmente en las sociedades capitalistas, pero no es el único factor, ni tiene la misma preponderancia en todas las sociedades.

2.4. El Factor Cultural

Las ideas y valores culturales tienen un impacto social en la medida en que activan y orientan la motivación de los actores sociales. Las ideas ejercen, pues, su influencia sobre el cambio social en la medida en que se convierten en valores capaces de suscitar una considerable motivación, o también en la medida en que se integran en el sistema ideológico propuesto como explicación y como proyecto al conjunto de la colectividad.

Max Weber es sin duda el autor que ha centrado en este factor el análisis del cambio social.

Desde esta óptica, el espíritu capitalista no es nuevo, ni remoto.

Este hecho obliga a analizar las fuentes de la racionalidad, que constituyen lo que Weber dio en llamar “el espíritu del capitalismo”, teniendo en cuenta la necesidad de que hubiese seres humanos animados por un espíritu, por una visión del mundo y por los valores favorables a unas conductas económicas racionales y prácticas. No es posible presentar aquí todo el desarrollo de esta tesis; por ello, nos limitaremos a proporcionar las ideas fundamentales:

  • Ciertos valores, valores religiosos y morales, pueden ser factores de cambio social y económico.
  • El factor cultural no ejerce la acción exclusiva, sino que opera conjuntamente con otros factores.

2.5. Los Conflictos como Factor de Cambio Social

El valor y la importancia del conflicto ya fue puesto de relieve por Marx y Engels. Para ellos, en toda sociedad el conflicto forma parte de su naturaleza y siempre está presente; el estado propio de una sociedad es el cambio, es el principal motor de la historia. Este conflicto se manifiesta como conflicto de intereses y supone la oposición de dos grupos y solo de dos grupos. Los cambios tienen su origen bien en fuerzas exógenas, que operan desde fuera, como el clima, el medio físico y otros factores, bien en fuerzas endógenas nacidas del propio sistema social, fuerzas resultantes del funcionamiento y de la estructura misma del sistema. De las primeras nos hemos ocupado en los apartados anteriores; la teoría del conflicto como motor del cambio se ocupa de las segundas.

En opinión de Dahrendorf, la principal fuente estructural de conflictos sociales no es la desigual distribución de la propiedad, de los medios de producción, sino más bien la desigual distribución de la autoridad entre las personas y los grupos. Dado que se trata de buscar las fuentes estructurales de los conflictos, solo cabe buscarlas en la autoridad, no en el poder.

La autoridad existe en toda colectividad humana. En toda colectividad hay, pues, siempre personas o grupos que ejercen mayor o menor autoridad, y personas y grupos sujetos a esa autoridad. Ciertas personas o grupos imponen dominación, ciertas personas o grupos la sufren.

La autoridad, como la riqueza, está desigualmente distribuida. Llama a esto “distribución dicotómica de la autoridad”, fenómeno esencial de su teoría.

La distribución dicotómica de la autoridad entraña una importante consecuencia: se produce necesariamente un conflicto de intereses entre quienes detentan la autoridad y quienes están sujetos a la misma.

Ahora bien, cuando se habla de grupos se debe distinguir entre grupo propiamente dicho y cuasigrupo. Los cuasigrupos son categorías sociales más que auténticos grupos, por ejemplo, los consumidores, los comerciantes, los estudiantes. Son estos grupos los auténticos agentes activos en los conflictos de intereses. El grupo de intereses sirve para cristalizar las razones de los conflictos, explicitarlas y polarizar la acción de las personas y de los subgrupos. En torno a ellos se constituyen los grupos de intereses activos capaces de precisar sus objetivos, elaborar la política de acción y practicar la estrategia (sin duda recuerda con otro lenguaje al concepto de conciencia de clase marxista).

A partir de ahí, Dahrendorf analiza los fenómenos de superposición de intereses, la intensidad y violencia de los conflictos, las posibilidades de cambio racial y cambio súbito, etc., de los que no podemos dar cuenta.

Es evidente que los conflictos y las contradicciones constituyen un factor de cambio social, pero de un orden diferente al resto de factores discutidos. Los demás factores de cambio están situados, en cierto modo, más allá de la acción de los actores sociales, son como imperativos que dominan a las colectividades y a la acción social. Los conflictos, en cambio, nacen directamente de la acción social, forman parte de la acción social.

Puede decirse asimismo que los restantes factores de cambio son también con alta frecuencia fuente de conflictos. Provocando conflictos es como suelen ejercer su influencia dinámica sobre la organización social. Las condiciones demográficas, los cambios tecnológicos producen contradicciones en la estructura de la sociedad y entrañan, por tanto, tensiones y conflictos.

El conflicto, como tampoco los otros factores, no es la única explicación del cambio social, pero constituye, sin embargo, una de las vías necesarias por las que atraviesa la sociedad para adaptarse incesantemente a nuevas situaciones y sobrevivir en el curso mismo de su propia evolución. El cambio se ha adueñado de nuestras vidas y los conflictos no dejan de producirse y aumentar.

3. La Escuela como Agente de Cambio y Control Social

No ha sido posible entrar en este curso en el análisis de las relaciones economía y educación. En esta última legislatura se ha hablado de la necesidad de un pacto educativo, pacto que no se llegó a alcanzar, pero que manifiesta la existencia de un problema y de un conflicto. En esa historia reciente, los políticos de distintos países y los medios de comunicación de todo el mundo se han dedicado a presentar a la escuela, a los sistemas educativos, como palancas del cambio social y a responsabilizar a la escuela de los atrasos económicos o de las situaciones de anomia.

Sin duda, los cambios sociales suelen preceder a las reformas educativas, pero estas suelen ser necesarias en el contexto de cambio para evitar disfunciones o conflictos. Seguramente existe una relación entre cambios estructurales de papeles y posiciones sociales y los cambios educativos, con influjos mutuos que es necesario contrastar empíricamente. José Manuel Esteve mostró cómo la escuela, de forma silenciosa, contribuye al cambio social y sufre también los efectos de ese cambio. No se puede transformar la sociedad solo desde la escuela, pero hay que contar también con ella. La escuela contribuye a la estabilidad social tanto en períodos de inmovilidad estructural como en los de cambio, pero si el sistema educativo no es funcional con respecto a otros sistemas básicos puede ser un factor de inestabilidad. La escuela puede ser un factor de mantenimiento de la estructura o de innovación estructural, y seguramente ambas cosas a la vez.

Cuestiones como la igualdad de hombres y mujeres, la inclusión social de grupos étnicos diferenciados y otros muchos aspectos, han sido posibles gracias al papel jugado por la escuela.

Análisis Sociológico de la Cultura: Cultura y Sistemas Educativos

El ser humano puede ser concebido de muy diversas maneras y así ha ocurrido a lo largo de la historia. Se le ha definido como bípedo, implume, animal racional, animal que habla, etc. Todas estas concepciones tratan de captar el hecho de su singularidad, pero quizás la forma en que mejor lo conceptualice sea al definirlo como un animal que produce cultura. El lenguaje permite registrar, analizar, acumular y transmitir conocimientos y experiencias a otras generaciones; esta totalidad simbólica es lo que denominamos cultura.

La palabra cultura es un término polisémico, complejo y resbaladizo que, si bien nace dentro del campo de las ciencias sociales, ha rebasado ampliamente su límite. Puede utilizarse como el desarrollo intelectual o espiritual de un individuo, el estado evolutivo de una sociedad, en tipo de actividades particulares de la actividad humana o para designar los logros o resultados de esa actividad. Puede ser considerada como la dimensión constitutiva de la humanidad como tal o como las innumerables variaciones y formas del modo de ser de los distintos grupos humanos.

No es difícil encontrar textos procedentes del ámbito filosófico y de las ciencias sociales en los que se puede apreciar un uso del concepto ambiguo, contradictorio y bajo formas que se excluyen entre sí. En esos casos refieren a su forma originaria como cultivo (cultura) de las facultades específicamente humanas, cultura como excelencia, como aquello que se obtiene y se posee fruto de un esfuerzo personal, y que da como resultado el «hombre culto». También se usa para señalar un campo específico de la acción humana que genera unas prácticas diferenciadas, específicas y profesionalizadas y, muy frecuentemente, lo más general y envolvente que procede de la antropología cultural, como todo aquello que el hombre posee como herencia no estrictamente genética. Estos y otros usos que puedan señalarse, obligan a intentar un ejercicio de precisión conceptual.

1. Definición de Cultura

Con el fin de permitir un acercamiento más didáctico, que facilite la apropiación de los conceptos básicos, que más tarde sirvan como herramientas para la lectura de textos más complejos y polémicos, se partirá de una definición de cultura que, criticable como todas, ayude, sin embargo, a desentrañar los elementos característicos y esenciales que aparecen en las muchas definiciones que se han dado del término.

G. Roxer definió la cultura como “conjunto de maneras de pensar, sentir y obrar, más o menos formalizadas, que aprendidas y compartidas por una pluralidad de personas, sirven, de un modo objetivo y simbólico a la vez, para constituir a esas personas en una colectividad particular y distinta”. El análisis de los elementos que componen esta definición permitirá identificar las características que se buscan.

2. Características de la Cultura

Siguiendo a Durkheim, la cultura son “maneras de pensar, sentir y obrar”. Es la realidad vivida por las personas, es acción.

Estas formas de obrar, sentir, etc., pueden estar más o menos formalizadas. A menor formalización, mayor capacidad de ser interpretadas, adaptadas o modificadas por los sujetos.

Son compartidas por una pluralidad de personas. Son modos ideales o normales de obrar para un grupo de personas. Son, pues, sociales y específicas. Siempre refiere a un grupo y este tiene siempre un carácter propio.

Tiene un doble aspecto objetivo y subjetivo a la vez. La cultura permite constituir y objetivar una colectividad particular, distinguirla de otras. Los vínculos que experimentan los miembros de esa colectividad particular los experimentan como reales. Esta significación simbólica de las conductas traza fronteras y delimita entre los que pertenecen o no, entre los naturales y los foráneos, entre “nosotros y ellos”.

Tiene un carácter grupal y, por tanto, no puede ser identificada en exclusiva con logros o cualidades de personas concretas. Es, también, genérica y universal en tanto que todos tenemos cultura y no puede reducirse a ciertas prácticas más o menos refinadas o elevadas.

No consiste en un amasijo aleatorio de elementos dispersos, sino en un conjunto dinámico, dotado de cierta coherencia interna, cuya forma de organización importa tanto como su contenido. Ahora bien, no es ninguna esencia absolutamente integrada, sino que es un proceso y red compleja de elementos que satisfacen los requisitos adaptativos de la especie humana, expresan la creatividad mediante el manejo de símbolos y reflejan las experiencias transmitidas de generación en generación.

Por último, la cultura, toda cultura, cumple dos funciones importantes a la vez: sociológicamente, tiene como función esencial reunir a una pluralidad de personas en una colectividad específica; psíquicamente, moldea las personalidades.

Por tanto, se debe concluir que existe pluralidad de culturas, lo que lleva a afirmar un cierto relativismo para evitar el etnocentrismo en los análisis culturales. Este peligro siempre acecha al profesional de la educación, lo que obliga a mantener una vigilancia atenta y eficaz.

3. Principales Componentes de la Cultura

Si bien es cierto que no se ha encontrado todavía una definición de cultura que satisfaga a todas las investigaciones y propuestas teóricas, que sea aceptada como científicamente válida, como sistemática y rigurosa, más allá de ser una forma de vida constitutiva de una sociedad, sí existe un acuerdo en torno a qué elementos esenciales la componen: símbolos, lenguaje, normas, valores y cultura material. A continuación se tratará de precisar el sentido de estos cinco conceptos.

3.1. Símbolos

De forma muy sencilla, se puede definir símbolo como cualquier cosa que contiene un significado especial reconocido por aquellas personas que comparten una cultura. La cruz como símbolo de los cristianos, el puño en alto como símbolo de una ideología, etc. Los seres no solo perciben el medio que les rodea, sino que lo construimos como una realidad significativa; el medio ambiente lo transformamos en mundo, en la realidad que le da sentido y a la que le da sentido. Los significados de los símbolos varían dentro de una misma sociedad y cambian con el paso del tiempo.

Los símbolos son fuentes extrínsecas de información en virtud de la cual puede estructurarse la vida humana. Del mismo modo que los procesos orgánicos se rigen por códigos genéticos, los procesos sociales se basan en los programas simbólicos o culturales.

Los símbolos tienen un carácter sociohistórico: son creados, convencionales, públicos, compartidos y aprendidos.

La función de los símbolos es suministrar esquemas conceptuales o mecanismos interpretativos para la interacción social, para la comprensión del mundo y la actuación en él, y para la comprensión que tienen de sí mismos los seres sociales. Sin estos esquemas, la vida humana sería un caos, ya que el ser humano es por naturaleza un ser defectivo, incompleto, y se completa mediante la cultura.

Geertz insistió en que se debía ver la cultura como “programa”, -expresándolo con muy diversas metáforas, una de ellas como la relación que se da entre una receta y el pastel que resulta- de manera que el sistema de símbolos es la fuente de información que, hasta cierto punto, prescribe, da forma, dirección, particularidad y sentido a un continuo flujo de actividad. En tanto que “modelos para” permiten estructurar procesos sociales o psicológicos y en tanto que “modelos de” otros procesos, puesto que pueden ser representados o abstraídos.

3.2. Lenguaje

Seguramente es el componente más importante de la cultura. Saussure, Sapir y otros investigadores han mostrado cómo la articulación lingüística es culturalmente variable y arbitraria, que utiliza distintos sonidos, alfabetos e ideogramas y que sus reglas o convenciones de escritura son diferentes.

Es el medio fundamental de reproducción cultural; a través de ella se transmite la cultura de una generación a otra. El pensamiento y el lenguaje guardan unas relaciones complejas muy importantes que determinan la singularidad de esta especie, para lo bueno y para lo malo.

Cada lenguaje configura la realidad de un modo peculiar, ofrece una visión en parte modificada. El análisis de los procesos de transformación de una lengua proporciona una radiografía de la historia de un pueblo, de la transformación de una cultura.

3.3. Valores

Un valor es la manera de ser u obrar que una persona o una colectividad juzga ideal y que hace deseable o estimables a los seres o conductas a los que se atribuye valor.

Los valores pueden caracterizarse con varias notas:

  • No son objetos concretos o acontecimientos, deben situarse en el plano o orden ideal. Objetos, acciones, etc., pueden representarlo, recordarlo o incorporarse en ellos.
  • Como idealidades, indican la cualidad de ser u obrar superior. Esta característica llevó a afirmar a Durkheim que “los valores poseen la misma objetividad que las cosas”.
  • Varían a través de las diferentes culturas.
  • Los valores son normativos y, con frecuencia, declaran acerca de lo que debería existir en términos éticos y morales. Actúan como principios generales que subyacen a las creencias. Los valores son patrones abstractos; las creencias son asuntos determinados que los sujetos consideran ciertos o falsos. Por ello, los valores tienen fuerza para orientar las conductas y explican su relativa estabilidad, pero también su ambigüedad, lo que permite que puedan convivir valores contradictorios en una misma sociedad, en una misma comunidad.
  • Los valores presentan una estructura jerarquizada propia en cada cultura.
  • Los valores no son estáticos, se configuran en procesos históricos largos y complejos, dando lugar a pérdidas de coherencia y a conflictos. La incoherencia de los valores refleja la diversidad cultural de una sociedad y el proceso de cambio por el cual nuevas tendencias suplantan a viejas tradiciones.

3.4. Normas

Toda cultura prescribe modos de comportamiento a la vez que proscribe otros. En función del grado de prescripción o coerción que establecen, se pueden clasificar en: leyes, mores o costumbres, usos y modas.

  • Ley: presenta un constreñimiento incondicional y supone el desarrollo de un poder especial, el estado. Provienen de distintas fuentes: la propia aplicación del derecho, del poder legislativo, etc., pero tienen siempre a su base una sociedad con una cultura y el modo de vida que propone. La costumbre basta para regular la forma de vida.
  • Costumbre o mores: precisamente es ese grado de sanción lo que la caracteriza.
  • Usos (folkways, usos populares): con este término se designan las costumbres de una sociedad como consecuencia de la rutina y de la interacción ocasional. Tanto costumbres como usos están sometidos a variación, pero los últimos presentan un alto grado de variabilidad.
  • Moda: se entiende por moda la serie de variaciones, socialmente aprobadas, sobre una determinada costumbre. Tales variaciones se producen en una sucesión más o menos regular –el ciclo de la moda, como a veces se le ha llamado– y esta afecta en particular a aquellos aspectos del factor cultural que el grupo considera como relativamente indiferentes con respecto a los valores básicos. Ahora bien, mediante sus constantes modificaciones sobre un mismo tipo, la moda puede llegar a socavar el factor consuetudinario y preparar el camino a otro nuevo.

3.5. Cultura Material

Por cultura material se entiende todo los artefactos (utensilios, objetos decorativos, etc.) que muestran un modo de ser y vivir. Estos elementos materiales han dado lugar a establecer la distinción entre cultura popular y cultura elevada o refinada, lo que abre el análisis al campo de los estudios culturales y la distinción entre cultura/culturas de las que se hablará en el punto siguiente.

4. De la Concepción Antropológica a la Sociológica de la Cultura

A lo largo de lo que se lleva del tema, en distintos momentos, se ha hecho mención a la idea de cultura y la idea de culturas. En realidad se ha realizado un planteamiento que buscaba presentar un conjunto de conceptos fundamentales y básicos que permitieran abordar más tarde algunas precisiones teóricas sobre qué se entiende por cultura en sociología. Sus orígenes son en parte distintos, pero también en parte iguales y guardan entre sí complejas relaciones de complementariedad, exclusión y semejanza.

4.1. El Concepto de Cultura Humanista o la Cultura como Proceso o Civilización

Puede rastrearse su origen en el mundo griego. La cultura así entendida se define por oposición a civilización, definida esta como las formas puramente externas y superficiales, de buenas maneras, que muestra la aristocracia alemana.

Esta nueva concepción será defendida como estrategia de ascenso social por la naciente burguesía e intelectualidad alemana (1979: 57-86). La cultura aquí vendrá a designar, fundamentalmente, cultura literaria que se opone a la civilización utilitaria e industrializada.

Se trata de una concepción vinculada a los intelectuales románticos, que se oponen a las clases medias inglesas hegemónicas en la época, en defensa de “un arte puro”, de actividades creativas puras, que no se mezclan, no se contaminan con las reglas del mercado. Williams nos muestra, en definitiva, cómo surge un campo nuevo de la acción humana, como campo específico y diferenciado de prácticas sociales. Tanto el análisis de Elias como el de Williams y otros que podrían señalarse, dan cuenta a la vez de dos hechos:

  • El emerger de una concepción cultural nueva y diferenciada, que denominamos humanística; y
  • Cómo esa respuesta adquiere siempre perfiles específicos y notas propias en función de los contextos de los que nace.

¿Qué notas pueden señalarse como definitorias de la cultura humanística?

Se trata de un valor añadido a la persona que se adquiere con esfuerzo. De ahí la idea primigenia de cultivo, de hacer brotar y florecer. Sus resultados son válidos siempre, de ahí su carácter canónico y carismático.

No todas las obras y productos culturales son igualmente válidos. En la medida en que sus resultados son válidos, universales, intemporales, en la medida en que realizan un canon, en la medida en que expresan el carisma, la inspiración, el genio.

La cultura así entendida cumple amplias funciones sociales e individuales. Integra al individuo en grupos particulares y diferenciados, es una cultura que jerarquiza y estratifica. Por ello, sirve de base para la distinción, como prueba de nobleza, como criterio de legitimación, como forma de capital (Bourdieu). Es, pues, restrictiva, reducida, diferenciadora; fuera de ella habrá otras cosas (cultura de masas, pseudocultura), pero no serán cultura.

4.2. El Concepto Antropológico de Cultura o la Cultura como Totalidad

Si la noción de cultura humanística sufre un lento proceso de elaboración a lo largo de varios siglos, el concepto que adopta la antropología aparece definido con perfiles muy claros desde sus inicios, a finales del siglo XIX, sin que ello signifique que no se haya modificado y haya evolucionado hasta nuestros días. El primero en defender la idea de cultura, frente a la de civilización, parte del supuesto de que ninguna forma cultural es superior a ninguna otra, es decir, la igual dignidad de todas las culturas («el mero pensamiento de una cultura europea superior es un insulto descarado contra la majestuosidad de la naturaleza»).

En esta definición se contienen elementos esenciales de la concepción antropológica: entender la cultura como el modo diferenciado de vida de cada pueblo o grupo social. En este sentido, se deja de hablar de cultura para pasar a hablar de culturas en plural, todas ellas iguales en dignidad. Frente a la cultura universal, eterna, que presenta el ideal de hombre, de humanidad, la concepción antropológica destruye esa unidad, relativiza todos los productos, establece equivalentes funcionales, eleva a categoría lo local, lo cotidiano, y considera a la cultura como el elemento constitutivo por excelencia de toda sociedad. Investigadores como Albion Smay, Park, Burgess y, sobre todo, Ogburn recibieron su influencia.

Desde el planteamiento de Tylor hasta el momento actual se han dado infinidad de definiciones y se han producido múltiples evoluciones en sentidos muy diversos. Tres elementos parecen conservarse siempre: el carácter constitutivo de la cultura (el ser de la sociedad), la concepción de la misma como sistema de significantes y el relativismo cultural o equivalencia cultural de todas las culturas.

En una caracterización más detallada, derivada en parte de las tres ya señaladas, la cultura en sentido antropológico es simbólica, constituye un bagaje que se recibe por aprendizaje social, no como herencia genética, sino como la forma específicamente humana de adaptación. De aquí derivan dos consecuencias de cierta trascendencia epistemológica: por un lado, privilegian el análisis de lo cotidiano, dando preeminencia a metodologías cualitativas; por otro, tienden a resaltar la visión armónica y no conflictual de las sociedades.

4.3. La Concepción Sociológica de la Cultura

Las dos formas de entender la cultura que acabamos de exponer y que algunos han denominado como cultura en sentido restringido y en sentido amplio (y ciertamente, deberá darse cumplida cuenta de la existencia de una cultura como campo, específico y especializado de la acción humana, pero a la vez mostrar cómo estas formas culturales están impregnadas de elementos etnocéntricos y clasistas que tratan siempre de ocultar su origen social y pasar por universales elementos, normas, valoraciones, etc., que son propias de concretos grupos sociales, que las pautas de construcción del gusto son procesos sociales controlados y mediatizados por luchas de poder, enfrentamiento de intereses económicos y reglas de dominación).

La antropología nos enseña que la cultura es constitutiva de toda sociedad y, con ello, amplía enormemente el campo del análisis. Pero algunas restricciones y limitaciones deben fijarse, para que no caigamos, como señala J. La antropología, quizás al haberse centrado en el análisis de las formas culturales más simples y primitivas, presenta una tendencia exagerada a poner el acento en la cultura común, en la homogeneidad, en la visión articulada y compacta, olvidando que las fronteras no son tan precisas, que en un mundo como el actual, sometido a procesos de globalización e intercomunicación tan potentes, esa visión radicalmente romántica no es posible. ¿Qué se podría hacer ante determinadas prácticas sociales, como la de los masáis siempre dispuestos a tomar bajo su cuidado todo el ganado que encuentran a su paso, porque sus creencias se lo ordenan? ¿Qué decir de las prácticas de ablación y de un sinfín de prácticas que atacan a los niños, a las mujeres, a los ancianos, a los diferentes por cualquier razón?

Aunque se acepta la igual dignidad de todos los hombres y culturas, preciso será poner algún límite al relativismo y comenzar a pensar en términos de relacionismo cultural, que establece la validez limitada de las culturas y propone criterios múltiples de decisión y no los puramente internos a cada cultura (García del Dujo; Vera; Peña: 1999).

La sociología de la cultura deberá abordar el estudio de los procesos sociales que subyacen bajo cualquier forma simbólico-cultural, atendiendo a los procesos de valoración y legitimación, a su distribución, organización y articulación interna. Como señala A. Bourdieu, construye con ellos una coherente respuesta a las preguntas acerca de qué es la cultura y cómo analizarla desde un punto de vista sociológico.

La cultura, desde una perspectiva sociológica, presenta un doble plano para su análisis. En un segundo plano, esta práctica (sistema significante manifiesto en términos de Williams) forma parte de un sistema significante más amplio (sistema significante latente) que constituye la condición de todo sistema social y con el que en la práctica comparte necesariamente su material (por ejemplo, cualquier necesidad, vestido, casa, alimentación, en un momento dado la respuesta puede ser solo cubrir la necesidad, pero en su acción práctica se puede manifestar como forma de distinción, de estilo de vida, de rango (un palacio, una joya, un hábito de consumo) hasta llegar a constituirse como práctica diferenciada y relativamente autónoma, llegando incluso a perder su conexión con la necesidad originaria). Este planteamiento nos remitirá a cuatro tipos de análisis:

  • El sistema social como sistema significante;
  • El sistema cultural como sistema significante manifiesto;
  • Los sistemas político, económico y reproductivo como sistemas;
  • El análisis de la internalización de los distintos sistemas.

Desde esta perspectiva, «la cultura, como información adquirida por aprendizaje social, es a la vez genérica (constitutiva, universal, afirmadora de la común dignidad humana) y grupal (plástica y diversa según su nicho étnico, afirmadora de la relatividad y la tolerancia); personal (o genial, orientada a metas, a la innovación y la creatividad, evaluadora, afirmadora de la excelencia) y estructural (campo autónomo que comporta formalización de tareas y procesos y especialización -de funciones, afirmadora de la competencia funcional)» (Ariño, 1997, 61).

Entendida la cultura de este modo, las relaciones cultura-sociedad se tornan enormemente complejas, puesto que no se dejan de ningún modo reducir la primera a la otra. Como señala Ariño (1997, 76) «la mayoría de los actuales sociólogos de la cultura y de los teóricos de la sociología parecen estar de acuerdo en tres afirmaciones básicas: que la cultura es constitutiva de la sociedad, aunque no sea la única dimensión constituyente; que en nuestras sociedades la relación entre cultura y sociedad se establece, ante todo, a través de la lógica de los campos o ámbitos diferenciados de la acción y que la sociología debe ocuparse, sobre todo, del análisis de las formas de organización y distribución del capital informacional en los contextos de producción, circulación y apropiación».

5. Cultura y Sistema Educativo

Si queremos analizar cómo funcionan los sistemas educativos, la escuela, y ver cómo la práctica se dará de bruces de forma inevitable con la “cultura”. Cualquier debate sobre la escuela acaba remitiendo a la idea de cultura en la que se sustenta. Como se ha visto, la cultura es un concepto complejo, polisémico y nunca cerrado, que hace difícil perfilar las relaciones con el otro polo, la educación, la escuela, los sistemas educativos.

El estudio de estas relaciones ofrece, históricamente, distintas posiciones y de ellas se trata a continuación, aunque de modo sintético y en un primer acercamiento. Esta cultura supone ser la representación de la cultura, también única y que tiende por su naturaleza a eliminar, a orillar, a expulsar todo aquello que no se ajuste al modelo.

5.1. La Posición Heredada

A semejanza con lo que ocurrió en la ciencia, se puede decir que existe una posición de partida, canónica, de lo que la escuela debe realizar y en teoría cumple: es la institución especializada y encargada de transmitir la cultura de la sociedad. Presupone, siguiendo las tesis más clásicas de la antropología y la sociología, que se da una coherencia entre la cultura de una determinada sociedad y la cultura que transmite el sistema educativo. La cultura pasará a ser un sistema autónomo que provee de las conexiones necesarias entre el sistema social y el sistema de personalidades. La escuela fabrica personalidades adaptadas. La interiorización de valores es producto del proceso de socialización y todo ello se logra mediante la escolarización, especialmente, durante la escolarización básica.

Esta posición, en lo fundamental, sigue viva en la conciencia de la sociedad, aunque se haya cuestionado y se cuestione desde hace ya al menos 50 años. La investigación llevada a cabo durante las últimas décadas ha mostrado cómo las relaciones entre cultura y escuela no están exentas de conflictos importantes. Las cuestiones de la desigualdad cultural (clase, etnia y género, entre otras) han mostrado distintas vertientes del conflicto.

La constante evolución de las sociedades hacia realidades más multiculturales y multietnicas ha puesto de relieve la existencia de una sociedad plural, compuesta por grupos con cultura propia que puede ser compatible con la cultura dominante.

La cuestión de las diferencias culturales y del conflicto cultural sin duda cuestiona la escuela como tradicionalmente ha sido concebida. De todas las alternativas críticas se atenderán a dos corrientes fundamentales en sociología: las teorías de la reproducción y las teorías subjetivistas etnográficas.

5.2. Teorías de la Reproducción

La teoría de la reproducción ofrece una versión crítica de la concepción durkheimiana. El término oculta una serie de discusiones teóricas en las que no se entrará y tan solo se realizará una exposición de la más relevante, la concepción de Pierre Bourdieu.

La influencia de Durkheim se hace patente en la obra de Bourdieu. La escuela tiene como función transmitir la cultura, pero a diferencia de este y del funcionalismo parsoniano, no separa reproducción cultural y reproducción social. Las diferencias no proceden solo de diferencias de capital económico y cultural, sino también del social, por lo que conceptos como sentido del logro, actitud ante la cultura, valores, etc., juegan un papel relevante en el proceso educativo. Cuando explica la expansión del sistema educativo en las sociedades industriales recurre tanto a los funcionalistas, necesidades tecnológicas, como a Weber, competencia de grupos.

Distingue entre espacio social y campo. El espacio social se encuentra jerarquizado debido a una desigual distribución de capitales entre agentes sociales.

El capital simbólico es el que determina el valor de los otros capitales, pues establece su reconocimiento y legitimidad. Los capitales aparecen así como medios y como fines. Esta relación social extraordinariamente común ofrece, por tanto, una ocasión privilegiada de entender la lógica de la dominación ejercida en nombre de un principio simbólico, conocido y admitido tanto por el dominador como por el dominado, un idioma (o una manera de modular), un estilo de vida (o una manera de pensar, de hablar o de comportarse) y, más habitualmente, una característica distintiva, emblema o estigma, cuya mayor eficacia simbólica es la característica corporal absolutamente arbitraria e imprevisible, o sea, el color de la piel” (2000, 12). “La violencia simbólica se instituye por medio de la adhesión que el dominado se siente obligado a conceder al dominador (por consiguiente, a la dominación) cuando no dispone, para imaginarla o para imaginarse a sí mismo, o, mejor dicho, para imaginar la relación que tiene con él, otro instrumento del conocimiento que aquel que comparte con el dominador y que, al no ser más que la forma asimilada de la relación de dominación, hace que esta relación parezca natural” (Bourdieu, 2000, 55).

Las representaciones que tienen los individuos de su realidad son, así decir, las estructuras sociales de nuestra subjetividad, sistemas de disposiciones duraderas. En síntesis, los campos constituyen la exteriorización de la interioridad, y los hábitos como interiorizaciones de lo exterior.

En La miseria del mundo (1999), realiza un estudio de la educación secundaria en el capítulo dedicado a los excluidos del interior. Analiza cómo la escuela excluye a través de todo el proceso educativo y a los que conserva de clases excluidas los relega a las posiciones periféricas y devaluadas del sistema. Tan solo unas breves líneas “…tocan sin saberlo a las contradicciones más fundamentales del mundo social en su estado actual: particularmente visible en el funcionamiento de la institución escolar que sin duda nunca desempeñó un papel tan importante como hoy, y para una parte tan importante de la sociedad, esta contradicción es la de un orden social que tiende cada vez más a dar todo a todo el mundo, en especial en materia de consumo de bienes materiales o simbólicos, e incluso políticos, como si ese fuese el único medio de reservar a algunos la posesión real y legítima de esos bienes exclusivos” (2000, 367). En ese contexto, nos habla de la dualización del sistema de trabajo y de la educación: informática como dominación y como dominada “dormir-formar a los salidos de las escuelas que nadie quiere proponiéndoles la ficción de trabajo y convirtiéndoles en asalariados sin salario, en empresarios sin empresas, en estudiantes prolongados sin esperanza de títulos ni de cualificaciones” (2001, 58). En cambio, plantea, la discontinuidad entre formas culturales que presupone la escuela y aquellas que son propias de las clases dominadas, impide que los estudiantes de estas clases se apropien de la cultura dominante.

5.3. Teorías Subjetivas Etnográficas

Solo se tratará de estas últimas. Algunos sociólogos relevantes son Willis, Giroux o Apple. Por ello, adoptan dos posiciones teóricas fundamentales: la cultura como un nivel de autonomía relativa que permite el juego de interrelación de los actores y la distinción entre prácticas educativas reproductoras y transformadoras.

Willis (1988) pone de relieve la capacidad de los actores sociales para reinterpretar los recursos simbólicos, ideológicos y culturales que reciben con el fin de dar una respuesta a las condiciones sociales en las que se desenvuelve su actividad. A esta circunstancia la conceptualiza como producción cultural, que es el conjunto de prácticas simbólicas y materiales elaboradas colectivamente por los actores que comparten unas condiciones de vida semejante. Cuando los estudiantes de clase obrera rechazan el trabajo intelectual refuerzan la división entre trabajo productivo y el trabajo intelectual, reforzando con ello la estructura de clases (Fernández Enguita, 1988; Bonal, 2004).

Giroux, consciente de las limitaciones de los planteamientos de Willis, ha intentado una profundización y revisión crítica de la teoría de la resistencia para acabar reformulando de modo más riguroso (1986 y 1983).

El problema central que a mi juicio quiere resolver Giroux es distinguir entre aquellas formas de resistencia que transforman la realidad, de las que son puramente reproductoras. Entre resistencia pasiva y resistencia activa. Para que una acción sea considerada como de resistencia a la dominación, es necesario que se dé un contexto que pueda dar contenido a esas prácticas como prácticas contrahegemónicas.

Giroux, al analizar la actividad de los y las docentes, explora la posibilidad de que puedan actuar como agentes contrahegemónicos o transformadores de la realidad social opresora. Parte de algunos de los supuestos planteados por Giroux, como los de resistencia progresiva y regresiva, control técnico de la enseñanza y análisis de la función del estado en la producción cultural (1986 a y b). Por esta razón comenzamos a ver la necesidad de interpretar la escuela como un sistema de producción tanto como de reproducción” (Apple, 1984). Presta atención a los procesos de descalificación, feminizacion y proletarización del profesorado, para acabar defendiendo una política de compromiso elaborada desde la propia cultura profesional, de raza, clase y género como proyecto de acción liberadora y socialista (1986 y 1989).

El discurso educativo tiende a presentar una escuela homogénea, representante fiel de la cultura de la sociedad, que paulatinamente excluye a todos aquellos estudiantes que no cuentan con competencias culturales que presupone el trabajo escolar. Los y las estudiantes de muy diversos grupos comparten capacidades genéricas que les permiten manejar la diversidad de significados.