Teoria de la iluminacion de san agustin de hipona resumen
En resumen, el Estado justo será aquel en el que cada clase social y cada parte del alma cumplan su función correspondiente (principio de especialización funcional). Esto supone que para Platón la Justicia es una cualidad no sólo de los Estados sino también de los individuos y la razón de ello se encuentra en que el ser humano no es pensado como individuo aislado, sino como un ser comunitario.**Para Platón este modelo de sociedad propuesto ¿era o no realizable? Esta cuestión no tiene una única respuesta para los comentaristas. Algunos textos de Platón indican que se trata de un mero ideal cuya finalidad es servir de orientación para aquellos que quieren gobernarse a sí mismos. Atendiendo a su biografía cabe responder que lo consideraba realizable cuando escribió la República, pero no más tarde.*********El objetivo principal de su obra es el de alcanzar el conocimiento de la Verdad que, para él, no puede ser otra que la verdad cristiana. La verdad cristiana afirma que Dios sale al encuentro del hombre por amor, en la persona de Cristo, llamándole a un modo de vivir en el que el ser humano encuentra la plenitud y la felicidad.**Para lograr alcanzar la Verdad el hombre ha de buscarla en su interior, en un proceso de autotrascendimiento que le lleva más allá de si mismo y hacia Dios mediante el conocer y el actuar. Ese proceso supone una teología que entiende a Dios como realidad inmutable y verdad absoluta, una antropología que define al hombre como alma racional capaz de elegir entre el bien y el mal y una filosofía de la Historia que la entiende como el escenario en el que la lucha entre el bien y el mal tiene lugar, orientada hacia un fin último: la salvación **la actitud del ser humano ante el bien o el mal es una cuestión de elección, antes que de conocimiento. La naturaleza humana, dañada por el pecado, puede desear por naturaleza el mal. En esta situación, sólo la ayuda divina (la gracia) y su elección pueden dirigirle hacia el bien y la felicidad.**Patrística designa a un conjunto de autores cristianos que, durante los primeros siglos del cristianismo, tratan de pensar su fe mediante argumentos filosóficos por diversas razones: 1) la expansión del cristianismo da lugar a interpretaciones de las verdades religiosas que serán consideradas heréticas y que han de ser refutadas; 2) la hostilidad del paganismo ante un cristianismo que se iba expandiendo obligó a los cristianos a tomar una actitud defensiva y polémica. **El objetivo de San Agustín es alcanzar la comprensión de la verdad cristiana y a este fin colaboran fe y razón conjuntamente, sin que trace límites entre ambas y sin distinguir entre lo aceptado por la fe y lo argumentado por la razón. Razón y fe colaboran del siguiente modo: 1) la razón ayuda al hombre a alcanzar la fe; 2) posteriormente la fe orienta e ilumina a la razón; 3) por último la razón contribuye a esclarecer los contenidos de la fe. Esta colaboración queda resumida en la siguiente frase: “Comprende para creer, cree para comprender”.** La relación que establece Agustín entre razón y fe obedece a varias causas. En primer lugar parte de la convicción de que la verdad es única y el ser humano ha de alcanzarla por todos los medios posibles. En segundo lugar, la filosofía platónica y neoplatónica que constituyen la base de su pensamiento consideran que el entendimiento humano puede conocer la realidad divina. En tercer lugar, los polemistas anticristianos no hacían diferencias entre cuestiones de razón y de fe cuando atacaban al cristianismo por lo que los primeros pensadores cristianos tampoco hacían esa diferencia.**Para Agustín el hombre debe perseguir la Verdad mediante un proceso de interiorización, buscándola dentro de sí mismo “porque en el hombre interior habita la Verdad”. Este es el punto de partida de un camino ascendente que va a llevar al hombre más allá de sí mismo, es decir, autotrascendiéndose hasta llegar a Dios. Veamos cuales son sus pasos.**El inicio del camino hacia la Verdad no se halla en el exterior, en el conocimiento sensible, sino en la experiencia que el hombre posee de su vida interior. El mundo exterior no puede ser el fundamento de la Verdad porque es limitado y cambiante. Todo lo que nuestros sentidos conocen cambia sin cesar a lo largo del tiempo. ¿Puede esto conducirnos a dudar de toda verdad? El propio Agustín pasó por la experiencia de dudar de casi todo debido a la influencia del escepticismo de Cicerón, pero lo superará con el siguiente argumento: el pensamiento que duda no puede negar la verdad de que duda y la existencia de quien duda. “El que no existe no puede engañarse, y por eso, si me engaño, existo”.Por tanto, el punto de partida para la búsqueda de la verdad se encuentra en la experiencia de la vida interior del hombre. La interiorización consiste en un proceso por el cual el ser humano se vuelve hacia sí mismo en vez de centrar su atención en el mundo exterior. Ahora bien, la interiorización es el comienzo de un proceso ascendente que llevará al ser humano más allá de si mismo, autotrascendiéndose hasta alcanzar a Dios. Los pasos de ese proceso consisten en primer lugar en constatar que nuestra propia naturaleza es mutable y que, a pesar de ello, encuentra verdades inmutables en sí, superiores a la propia naturaleza del alma. Estas son las ideas que el ser humano encuentra en sí y que, sin embargo, son superiores a él. Siguiendo a Platón, Agustín afirma que entre ellas se encuentran las ideas de orden lógico o metafísico (verdad, falsedad, semejanza, unidad), de orden matemático (números y figuras) y de orden ético y estético (bondad, belleza, etc).En segundo lugar San agustín afirmará que las ideas no pueden tener su origen en la naturaleza humana, que es finita y mutable. Situará el fundamento y el lugar de las ideas en la mente divina, en Dios como realidad inmutable y verdad absoluta. Este es el segundo paso en el proceso de autotrascendimiento, que lleva al hombre hasta la verdad absoluta, más allá de si mismo.**Ahora bien ¿cómo puede el hombre conocer las ideas sin ser su causa? Agustín expone cómo se realiza dicho conocimiento mediante su teoría de la iluminación. Al igual que el ojo puede ver un objeto gracias a la luz, el alma del hombre conoce las verdades inmutables por iluminación divina. Esta teoría proviene de Platón. Para Platón, la idea del Bien es el Sol del mundo inteligible. Como el Sol, al iluminar las cosas, las hace visibles, el Bien ilumina las ideas haciéndolas inteligibles. Pues bien, para Agustín (a partir de la interpretación neoplatónica) la función iluminadora viene a corresponder a Dios.**EL ser humano , según Agustín, se caracteriza por una actitud de búsqueda constante que lo lleva a autotrascenderse, es decir, a buscar más allá de sí mismo. Ese impulso de su autotrascendimiento no sólo tiene lugar en el ámbito del conocimiento, sino también en el de la voluntad. El ser humano desea el bien y la felicidad, pero los bienes de este mundo son todos limitados y por tanto no sirven para satisfacer su ansia de bien y felicidad absoluta. El hombre no puede encontrar en sí mismo el bien que lo haga feliz. Así, se ve obligado a autotrascenderse y a buscar el bien que le pueda proporcionar la felicidad absoluta más allá de sí. Ese bien es Dios. La felicidad suprema se hallará en el amor de Dios, en la posesión de Dios prometida a los cristianos como premio a la tensión y a los esfuerzos desplegados en su vida.**El proceso por el cual el ser humano, buscando la Verdad, examina su vida interior hasta autotrascenderse en Dios, supone una concepción de Dios y el hombre cuyos rasgos principales son los siguientes.**Agustín no va a formular argumentos a favor de la existencia de Dios tomados de la realidad exterior. La auténtica prueba agustiniana es la que parte de las ideas, de sus caracteres de inmutabilidad y necesidad, de “aquella verdad que no puedes llamar ni tuya ni mía ni de hombre alguno, puesto que está presente en todos y a todos se ofrece por igual” (Del libre albedrío, II, 12,33). La naturaleza inmutable de las ideas contrasta con la mutabilidad de la naturaleza humana y remite a una verdad inmutable, la de Dios. **En tanto que Dios es causa de las verdades necesarias, inmutables y eternas que existen en el alma, entonces es la verdad suprema, inmutable y eterna; el ser supremo y perfectísimo, sin composición alguna, es decir, uno y simple.**Para Agustín en el ser humano existen dos sustancias distintas, el alma y el cuerpo. No es cuerpo, ni conjunto de ambos, sino “alma racional que se sirve de un cuerpo mortal terrestre”. En el alma distingue dos aspectos: la razón inferior y la superior. La razón inferior tiene como objeto la ciencia, es decir, el conocimiento de las realidades sensibles. La razón superior tiene como objeto la sabiduría, esto es, el conocimiento de las realidades inteligibles que nos elevan hacia Dios.** Con estas ideas, San Agustín sigue a Platón, pero se separa de él al negar la preexistencia y la reencarnación de las almas. La doctrina cristiana de la transmisión de la culpa le llevó a defender el traducianismo, según el cual las almas de los hijos provienen de las de los padres, aunque no llegó a estar convencido de esta teoría. Acabó inclinándose por la creación del alma de cada ser humano, de forma inmediata por Dios.** Un elemento central de la antropología cristiana es la afirmación de la libertad individual como posibilidad de elección entre el bien y el mal. El pensamiento griego identifica el mal moral con la ignorancia: el que obra mal no lo hace porque elija libremente realizar una conducta reprobable, sino porque su ignorancia le conduce a creer que tal conducta es la mejor. Sin embargo para el cristianismo el hombre sí puede apartarse del auténtico objeto de su felicidad y es responsable de tal alejamiento que, por tanto, es resultado de su propia decisión libre.**La experiencia cristiana de la libertad es una experiencia dramática, ya que la libertad se halla amenazada por la corrupción de la naturaleza, que inclina al ser humano hacia el mal, y por la fuerza de la gracia, que lo empuja hacia el bien. Ante ese conflicto, el pelagianismo había minimizado la inclinación del hombre hacia el mal, negando la necesidad de la gracia. San Agustín se opuso enérgicamente a esta doctrina, sin por ello negar la libertad radical del hombre.**Estrechamente relacionada con el tema de la libertad está la cuestión del origen y la naturaleza del mal. La existencia del mal en el mundo (mal físico o mal moral) preocupó profundamente a San Agustín. ¿No es Dios, en último término, el responsable de la existencia del mal? En su juventud se adhirió al maniqueísmo, para el cual existen dos principios, uno del bien y otro del mal. Posteriormente lo abandonó, tomando la explicación de Plotino, según la cual el mal no es una realidad positiva, sino una privación o carencia de bien. Al no ser algo positivo, no puede ser atribuido a Dios o a otro principio. **La dramática elección para el hombre entre el bien y el mal no tiene, para Agustín, sólo un carácter personal e individual, sino, ante todo, social e histórico. La lucha entre el bien y el mal se realiza en el transcurso histórico de la humanidad. Esta es la perspectiva bajo la que enfoca el estudio de la historia y que ejemplifica bajo el símbolo de “las dos ciudades”.**Puesto que la auténtica felicidad del hombre se encuentra en el amor de Dios y la maldad en alejarse de él para encontrar la felicidad en los bienes del mundo, cabe considerar dos grandes grupos de seres humanos: el de los que se aman a sí mismos “hasta el desprecio de Dios” y el de los que aman a Dios “hasta el desprecio de sí mismos”. Los primeros constituyen la “ciudad terrena”; los segundos, “la ciudad de Dios”.**Se han dado dos interpretaciones de esta teoría histórica. La primera identifica la ciudad terrenal con el Estado y la ciudad de Dios con la Iglesia. La segunda, más fiel al pensamiento de Agustín, considera que ambas ciudades se hallan mezcladas en cualquier sociedad a lo largo de la historia, y que su separación solo se realizará al final de los tiempos, en el que llega a su término el drama de la salvación.**Con esta teoría Agustín intenta relativizar todo poder temporal así como la función del Estado. Admite el papel del Estado mientras se mantenga en el ámbito de la organización de la convivencia, la paz y el bienestar temporal, pero observa que todo poder temporal tiende a absolutizarse a sí mismo, tratando de eliminar cualquier otro absoluto que entre en competencia con él. El Estado se convierte en objeto de culto religioso. Agustín llama la atención sobre ese peligro, despejando el camino por el que los seres humanos puedan dirigirse al Dios verdadero.