Personajes principales de la obra doÑa perfecta

En 1876, fecha de la primera publicación de Doña Perfecta, Galdós se encontraba inmerso en la realización de la segunda serie de Episodios Nacionales. Debido a la necesidad que siente en ese momento de retratar la realidad de su época crea esta obra, prototipo y representación simbólica de las características de su tiempo. Para conseguir su propósito elabora un mundo propio, un microcosmos que muestra en él los problemas y tipos característicos de la sociedad de la segunda mitad del siglo XIX en España.

El argumento de la novela se puede resumir en pocas líneas. Pepe Rey, hombre culto y de mentalidad progresista llega a Orbajosa para casarse con su prima Rosario, hija de doña Perfecta, viuda influyente y de prestigio en la ciudad. Sin embargo, don Inocencio, guía espiritual de la viuda, pretende que Rosario se case con Jacinto, el hijo de su sobrina María Remedios. La obra acaba trágicamente con el asesinato de Pepe a manos de un lacayo contratado por doña Perfecta. El final, contado por don Cayetano, linda con el melodrama[1]; en él se muestra el castigo que padecen los culpables de la muerte de Pepe Rey. Rosario termina loca, don Inocencio se marcha a Roma y doña Perfecta intenta expiar sus pecados a través de la religión. Este desenlace retrata claramente la irracionalidad característica de los habitantes de Orbajosa y muestra irónicamente las lamentables consecuencias de la vida aquí retratada.

La oposición que marcará toda la historia es la antítesis entre la vida provinciana, simbolizada por Orbajosa y sus habitantes, y el joven Pepe, que representaría a la capital, Madrid. Esto lleva al choque entre dos concepciones existenciales opuestas que acabarán por enzarzarse necesariamente en una lucha a muerte. Esa mentalidad retrógrada rechaza cualquier idea nueva que pueda provenir de fuera [2]; ideas éstas encarnadas por Pepe Rey, joven que había estudiado en el extranjero y que era portador de una mentalidad racionalista que chocaba diametralmente con las costumbres imperantes en la España interior. Sin embargo, a pesar de ser una novela de tesis, Galdós se encarga de mostrar que, en gran medida, el destino final de Pepe es culpa suya debido a su falta de tacto con los habitantes del lugar, motivo éste que enciende aún más las iras contra él. En vez de aceptar los valores vigentes en esa sociedad, y ser más precavido con sus comentarios, Pepe se muestra despectivo con los lugareños siendo, de esta forma, en parte culpable del trágico desenlace [3]. Su defecto principal es la incapacidad para darse cuenta de la necesidad de ocultar lo que piensa, circunstancia que le conduciría a la hipocresía que tanto detesta, pero que es la única forma de evitar su destrucción. Esa doble moral planea sobre toda la obra mostrándose como algo necesario, imprescindible para la convivencia cuando se tienen tantos intereses y ambiciones que ocultar que chocan con la moral establecida. Este defecto es explotado por don Inocencio, que se encarga de poner a doña Perfecta en contra de Pepe para, de esta forma, conseguir sus propósitos. Sin embargo, la característica central del ingeniero sigue siendo la nobleza; que se hace evidente cuando decide no marcharse de Orbajosa, a pesar de todas las dificultades que encuentra allí, debido a su amor correspondido por Rosarito; pero las circunstancias le obligan a caer en el fingimiento y en el disimulo, como él mismo reconoce al final de la novela [4]. Orbajosa es capaz de arruinarlo moralmente; su muerte física es la consecuencia necesaria de su muerte espiritual.

Doña Perfecta muestra la hipocresía causada por una moralidad que obliga a las personas que la profesan a tener una doble vara de medir, una para la imagen pública que trasmiten y otra para su verdadera forma de enfrentarse a la vida. Este es el vicio que une a casi todos los habitantes de Orbajosa; incluso sus nombres, pensados con gran ironía, nos muestran ese fingimiento, ya que doña Perfecta está lejos de ser “perfecta” y don Inocencio no es, precisamente, muy “inocente” [5]. Incluso Rosario, que en principio debía ser una víctima más de las conspiraciones que se mueven a su alrededor, acaba sucumbiendo a la falsedad de tener que fingir unos sentimientos hacia su madre que en realidad no tiene.

Galdós en esta novela crea un universo capaz de simbolizar toda una situación histórica y social de gran complejidad que el novelista conocía perfectamente. Cada uno de los personajes tiene una función concreta que consigue pintar el cuadro general de lo que se nos quiere contar. Doña Perfecta es el máximo exponente de esa vida provinciana cargada de defectos y de roles sociales anacrónicos; representa esa moral católica y tradicionalista tan alejada de las ideas liberales de Pepe Rey. A don Inocencio, perteneciente a una clase eclesiástica que conserva aún parte de su poder, lejos de ser un modelo de virtud religiosa, al igual que su sobrina, únicamente le mueve el interés, la búsqueda de la posición social y del dinero que posee doña Perfecta. Rosario, por otro lado, tiene la función de hacer venir a su primo a Orbajosa y de retenerlo allí pero, sobre todo, de convertirse en el motivo del enfrentamiento entre el joven y los demás protagonistas de la historia. El personaje de Pepe Rey es quizás el más interesante de la novela, ya que padece un cambio moral que no sufren los demás. Al principio se muestra íntegro con su manera de ser pero, viendo los inconvenientes que esto le acarrea, se ve arrastrado a la hipocresía que tanto detesta.

Esta obra conserva hoy toda su vigencia, a pesar de que fue concebida como el retrato de una época determinada, porque el conflicto entre unos valores nuevos y otros antiguos siempre está presente en una sociedad cambiante, y esto genera una tensión que está relacionada directamente con nuestra capacidad para asimilar esas nuevas realidades. Se puede decir, por lo tanto, que Galdós plantea esta novela como una forma de mostrar la mentalidad provinciana que predominaba en las zonas alejadas de Madrid. Tiene, al igual que la mayoría de las obras de este autor, una función de retrato histórico, pero también de cuadro moral de unos defectos que él condena. Para conseguir sus propósitos crea todo un universo simbólico de gran complejidad que penetra, no sólo en los hechos, sino también en las causas de los problemas que atormentan a sus personajes; un universo que muestra la hipocresía de una sociedad necesitada de un profundo cambio espiritual.