El Plan Pinedo de 1940: Un Primer Intento de Industrialización en Argentina

adaptándolos al volumen real de los negocios a través de operaciones de redescuento en el sistema bancario y otro tipo de actividades. La nueva institución, bajo la inspiración de Prebisch, debía transformarse en un instrumento que fuera lo suficientemente flexible para aplicar políticas monetarias expansivas durante los tiempos de depresión y contractivas durante los de expansión; esto es, una  política anticíclica que atemperara la amplitud de las fluctuaciones coyunturales. El Banco Central quedó constituido como una entidad de capital mixto, la mayoría de cuyo directorio se elegía por los bancos accionistas. El presidente y el vicepresidente eran designados por el Poder Ejecutivo con acuerdo del Senado. La creación de esta institución suscitó polémica ya que los opositores rechazaban la pérdida de soberanía que representaba la aparente falta de control del banco por parte de los accionistas y el gran peso que tenía la banca extranjera en la asamblea de accionistas. Bajo la gerencia y orientación de Prebisch, el BCRA siguió hasta el estallido de la guerra una política anticíclica. Hasta 1938, la mejoría de las condiciones económicas con respecto al pico de la crisis dio lugar a un ciclo ascendente, morigerado por una política monetaria contractiva. Se emitíó bonos para no inyectar dinero en el mercado, resultado de la compra de divisas, y con las divisas que se compraron se cancelaron deudas con el exterior para reducir la carga de intereses en el futuro. Cuando las condiciones económicas se volvieron a deteriorar en 1938, el BCRA volvíó a tener una política más laxa para intentar reducir el impacto de la nueva crisis en las actividades productivas.
 La política fiscal sufríó una serie de transformaciones. El más novedoso fue un significativo aumento del gasto, que se relaciónó con un importante crecimiento de la inversión pública y la creación de los organismos reguladores. A pesar de ello, el déficit fiscal, que fue muy alto en 1930 y 1932, bajó en los años siguientes hasta alcanzar súperávit fiscal el 1935 y 1936. Sin embargo, en 1938, cayó nuevamente. Con respecto a las inversiones, fue muy importante el programa de construcción de caminos que, además de aumentar el nivel de empleo, estimuló la demanda de automotores y camiones, agudizando la declinación de los ferrocarriles. El aumento del gasto implicaba un serio problema para el Gobierno, debido a que la recaudación fiscal se estructuraba en función a los ingresos aduaneros, afectados por el descenso del comercio exterior. Por esos años las teorías keynesianas no se habían impuesto (su libro más importante fue en 1936) y se consideraba que la actitud más sana de un gobierno era equilibrar el presupuesto. Por eso, la política apuntó a captar mayores recursos de las actividades internas, como ser el impuesto a los réditos y el aumento de impuestos internos. El resultado de la reforma tributaria fue un gran incremento de la recaudación, que mejoró paulatinamente la situación fiscal hasta el rebote de la crisis de 1938, cuando la caída de las rentas nacionales y una política fiscal expansiva para atenuar las tendencias recesivas volvieron a originar un déficit significativo.

Grupo Pinedo-Prebisch y el plan de reactivación económico de 1940

El llamado grupo Pinedo-Prebisch adquiríó protagonismo como el equipo técnico profesional que diseñó la
política económica del país en los años 30. Al hacerse cargo del Ministerio de Hacienda, Pinedo contó con la colaboración de un grupo de economistas y profesionales, en el que se destacaba Raúl Prebisch. Estos decidieron utilizar en la política económica algunas herramientas que se apartaban de las recomendaciones ortodoxas tradicionales. Bajo la influencia intelectual de Prebisch y la conducción política de Pinedo, el grupo elaboró un
programa para reactivar la economía Argentina que conténía instrumentos keynesianos orientados a fortalecer la balanza de pagos e inducir, al mismo tiempo, una expansión del ingreso y la producción nacional. Había que dirigir la atención hacia el mercado interno y fortalecer la economía en forma compatible con las limitaciones que impónía el delicado estado del sector externo. La política económica tuvo dos aspectos: uno coyuntural, que
estaba relacionado con la solución del problema de las carnes, y otro de largo plazo que consistía en encarar las transformaciones internas que permitieran al país adaptarse a las nuevas condiciones mundiales que emergían de la crisis y la declinación del principal socio económico, Gran Bretaña. En la vuelta de Pinedo al Ministerio de Hacienda en 1940, nuevamente volvía a existir un déficit comercial, sobre todo con EEUU. Por lo tanto, Prebisch
viajó allí para tratar de encontrar solución a los problemas comerciales. Junto a esas gestiones, Pinedo puso a consideración del Congreso en Diciembre de 1940 el Plan de Reactivación Económica o “Plan Pinedo de 1940”. Considerado como el primer proyecto formal de industrialización de Argentina, el plan explicitaba la necesidad de proteger y desarrollar, con ciertas limitaciones, la industria nacional, y sosténía la idea de un incremento
de la demanda interna como base para reactivar el aparato productivo. Para ello, se planteaba una reforma financiera que permitiera implementar un régimen credicitio especial para el sector industrial y para la construcción de viviendas populares. Trataba así de revitalizar una economía afectada por la guerra por medio de un sector con un gran efecto multiplicador (construcción), mientras que apuntalaba la demanda interna para tratar de
absorber los stocks de cereales que no encontraban destino externo por causa de la contienda. Por otra parte, para hacer frente al déficit comercial de 1939/40, se propónía un control selectivo de las importaciones, hecho que también ayudaría a la industria. A fin de estimular las exportaciones se implementaba también un conjunto de medidas entre las que se destacaba el régimen de draw back, incentivos cambiarios, facilidades financieras y
modificaciones arancelarias para evitar el “proteccionismo al revés”. Dado que los mercados tradicionales estaban afectados por la guerra, el plan ponía énfasis en la orientación del comercio exterior, sobre todo a EEUU y Brasil. Por esta razón, la diplomacia británica no vio con buenos ojos el plan de Pinedo. A pesar de que el plan económico fue aprobado en el Senado, no llegó a tratarse en Diputados por oposición de los radicales y finalmente le costó su puesto.